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Un Papa sin medida

Fuentes: Rebelión

O la visita del Papa es la del representante máximo de la Iglesia Católica o es la de un Jefe de Estado. No tengo nada en contra de que venga en calidad de una cosa o de la otra. Me da lo mismo que lo mismo me da. Ahora bien, de lo que sí estoy […]

O la visita del Papa es la del representante máximo de la Iglesia Católica o es la de un Jefe de Estado. No tengo nada en contra de que venga en calidad de una cosa o de la otra. Me da lo mismo que lo mismo me da.

Ahora bien, de lo que sí estoy en contra es que viniendo en calidad de líder religioso, confunda sus papeles y actúe como Jefe de Estado y viceversa. Y lo que me indigna es que en este Estado aconfesional no sepamos exigirle que venga en calidad de una cosa o de la otra y todas las partes obren en consecuencia.

Porque si viene en calidad de Papa, lo menos que debiera exigírsele es que el coste del tinglado que monta no corra por cuenta del contribuyente sino que lo paguen a escote sus fervorosos seguidores. Igual ya les hace menos gracia divina.

Y no sólo eso, si no que también debiera exigírsele que se ocupara exclusivamente de los asuntos de la fe -esos para los que no es necesaria la comprensión y el raciocinio y basta con la creencia-, y ni se le ocurriera hablar de cuestiones políticas y, mucho menos, permitirse recomendaciones que le vienen largas y que, puestas en boca de cualquier otro Jefe de Estado, serían motivo de un conflicto diplomático grave.

Y es que tiene narices que el Papa llegue a elevar de categoría a la Sagrada Familia (y eso que no está previsto terminarla hasta el 2026) y se permita, de paso, pontificar sobre políticas públicas para las familias de este país.

Él, que es el jefe de Estado de la última teocracia que queda en Europa y el líder de una religión que niega ese derecho a sus fieles más fieles. Él, que acoge y protege en el seno de su comunidad religiosa a más pederastas que ninguna otra organización social reconocida sin que ello se haya traducido en una investigación policial a nivel internacional. Él, que gobierna un Estado cuya única política pública es la intromisión en las decisiones soberanas de los ciudadanos de otros Estados. Él, precisamente él, se permite decir que «La iglesia aboga por adecuadas medidas económicas y sociales para que la mujer encuentre en el hogar y en el trabajo su plena realización«, (sobre el hombre no ha opinado si debe realizarse en el trabajo y en el bar o en el trabajo y en el estadio de fútbol porque lo del hogar ya se sabe que piensa que es cosa de mujeres) «y para que el hombre y la mujer que contraen matrimonio y forman una familia sean decididamente apoyados por el Estado» (los demás que se fastidien, ¡por modernos!).

A eso se le llama no tener medida: no sólo viene de gorra sino que, además, se lanza a pedir dinero público para los suyos como si alguien le hubiera demandado su opinión al respecto o no supiéramos decidir entre nosotros lo que queremos hacer o dejar de hacer con nuestros impuestos.

A mí me da que en este país, a base de predicar la tolerancia, nos hemos vuelto tontos y hasta el Papa se ha dado cuenta.

¿Alguien puede pensar qué hubiera pasado si esas mismas declaraciones las hubiera hecho el Jefe de Estado de otra teocracia y líder religioso -léase, por ejemplo, el Líder Supremo de Irán, Alí Jameini-, en una visita para inaugurar una mezquita?

No es muy difícil de imaginar: ¡de momento iba a venir ése a decirle al país que ha ganado el Mundial de fútbol lo que debe de hacer el gobierno con las familias españolas! Y es que una cosa es la Alianza de Civilizaciones y otra que te mienten a las madres y a los padres de este país. Salvo si eres el Papa de Roma, claro está, porque entonces tú mismo te das bula para decir lo que te salga del botafumeiro y más si estás en un país aconfesional que sigue financiando a la Iglesia Católica con más de 6 mil millones de euros al año. Pero ese tema, al igual que la ley de libertad religiosa, no lo toquemos, que estamos en crisis y este gobierno tiene que centrarse en sacarnos de ella y estas cuestiones le distraen.

Alberto Montero Soler ([email protected]) es profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga y puedes leer otros textos suyos en su blog La Otra Economía.