Esta frase inserta en un cartel electoral de EH Bildu de un pueblo Bizkaia me impactó. No es usual que en medio de la efervescencia electoral por la conquista del voto, se especifique con tanta claridad cuál es el epicentro de una estrategia de izquierda transformadora y, por lo tanto, anti-sistema. Pienso sin embargo, que […]
Esta frase inserta en un cartel electoral de EH Bildu de un pueblo Bizkaia me impactó. No es usual que en medio de la efervescencia electoral por la conquista del voto, se especifique con tanta claridad cuál es el epicentro de una estrategia de izquierda transformadora y, por lo tanto, anti-sistema.
Pienso sin embargo, que el impresionante resultado electoral de hace cuatro años nos ha forzado a ocupar un numero inesperado, y quizás desproporcionado, de cargos electos (muchos de los cuales han sido de gobierno) desplazando a dichas tareas a militantes que hasta entonces habían dedicado buena parte de su labor a activar la calle.
No nos podemos evadir de una responsabilidad adquirida ante la ciudadanía que nos vota y, a la vez, es imprescindible mantener el énfasis en la movilización, la autoorganización y el empoderamiento en torno a un imaginario rupturista. Sin un contrapoder ciudadano que transforme la correlación de fuerzas sociales y políticas, el trabajo institucional queda cojo, y las más de las veces impotente, para superar el umbral del deseo.
EH Bildu ha respondido bien a retos muy difíciles y complicados, como su oposición a las grandes infraestructuras, tratamiento de residuos, articulando la defensa de otra política impositiva, propiciando la asistencia social a los más desfavorecidos, pero, en los sectores que sacudieron el panorama hace cinco años (y que desde un punto de izquierda son los que más nos interesan) ha pesado la opinión de que nos hemos ido instalando en el terreno de los partidos políticos tradicionales (si bien más honestos y honrados).
Y esto es un problema dado que, ni somos, ni queremos ser un partido al uso. Sino un movimiento de transformación, soberanista de izquierdas, rupturista respecto al régimen de 78.
Ciertamente es necesario reflexionar sobre los resultados electorales, por lo demás desiguales según herrialde, y sobre los cuales no cabe una idea única y simplista. Desde luego, no me convence la apelación al desgaste de la gestión ya que las más de las veces ocurre al contrario (gestionar favorece, aunque gobernar en minoría puede ser problemático) salvo que se haga muy mal (y no es el caso) o no corresponda a lo que piensa la población. Y este tema si debe de ser objeto de reflexión.
En 2011 mucha gente dio su voto a la izquierda soberanista como un modo de apoyo a la vía política, una vez que ETA anunció su cese definitivo. Ello no significaba que su voto pertenecía de un modo invariable al campo de Bildu, como se ha podido comprobar.
Hay que sumar las políticas de desgaste (para poder contrarrestarlas) como las que ha sufrido EH Bildu en Gipuzkoa por parte de las fuerzas políticas sociales y mediáticas adversarias, las cuales han practicado una auténtica guerra sucia. El PaP, en tanto que primera medida para un correcto tratamiento de los residuos, era absolutamente correcto, y no tardará, pese a quien pese, en implantarse en todo Euskal Herria. De lo único que tenemos que autocriticarnos es de no haber sabido prepararnos previamente (tal como se hizo en experiencias puntuales previas, con referéndum incluido, o la realizada en localidades con clara aprobación ciudadana) política y pedagógicamente para responder adecuadamente a las consultas allí donde se demandaban, y movilizando a nuestros partidarios en todos los frentes de conflicto. Y seguiremos en el mismo error, si en los lugares donde se intente desmantelar dicho proyecto nos limitamos a la mera protesta institucional, sin salir a la calle. Lo mismo con la incineradora.
Otro tanto con en relación al impuesto sobre las grandes fortunas y la progresividad fiscal. Hay que activar un frente social, sindical y político, tanto en las calles como en las instituciones contra lo que hará el PNV, una vez más, al servicio del capital.
Los ritmos que marquemos deben ser resultantes de dos factores. De la urgencia del tema, y del grado de adhesión de la ciudadanía. Si el objetivo marcado, por la razón que sea, encuentra el rechazo de una parte importante de la población, hay que entablar un dialogo con la misma, y ajustar ritmos, llegar a acuerdos, pero dejando claro cuál es la gravedad del problema.
El retraso que llevamos en la batalla contra el cambio climático es de una gravedad extrema. Y la hipocresía de la mayoría de los partidos políticos al respecto clama al cielo. Vivimos tiempos de urgencias, de problemas a resolver ya. La situación de buena parte de la ciudadanía es dramática, al borde de la miseria. Basta escuchar a Caritas para saber de qué hablamos.
Nuestra responsabilidad (desde el gobierno o la oposición) es para con quienes sufren necesidad, desempleo, discriminación… con el medio ambiente y el euskera. No con el sistema. Ese trabajo corresponde a los partidos que se limitan a gestionar lo existente sin ánimo de transformarlo. Las instituciones son para nosotros (en tanto que izquierda transformadora) un territorio cuyo engranaje está fundamentado (política y jurídicamente) para que sirva del soporte al capitalismo.
EH Bildu necesita avanzar de su actual estado de coalición de partidos a un verdadero Frente Amplio, abierto a nuevas gentes, y a su vez, propulsor de alianzas más amplias. Un Frente Amplio apuntalado en las localidades, pueblos y barrios y organizado de abajo arriba. Cuyas personas electas sean escogidas en primarias, mediante listas abiertas, que discuta, debata y organice la lucha popular, unas veces apoyando y otras promoviendo, la defensa de las reivindicaciones y los objetivos populares, que la excepcionalidad de la situación nos demanda.
Joxe Iriarte ‘Bikila’. Miembro de Alternatiba
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