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Mohamed el-Baredei y la IAEA

Un premio y una súplica

Fuentes: TomPaine.Common sense

Traducido para Rebelión por Felisa Sastre

Raramente el Premio Nobel de la Paz tiene relación con la paz. Casi siempre se concede por una razón diplomática -o por varias- o para recompensar a un famoso pacificador, pero con frecuencia la intención política es sutil e incluso oculta.

No ha sido así, sin embargo, en el caso que nos ocupa. Al conceder el premio a la Agencia Internacional de la Energía Nuclear – el perro guardián de Naciones Unidas para la energía nuclear- y a su director general Mohamed el Baradei, la intencionalidad política es pública y notoria. Se trata de una bofetada en el rostro al unilateralismo de la administración de Bush, a su entorpecimiento del Tratado de No Proliferación Nuclear (NPT, en inglés) y particularmente a su guerra de Irak.

La declaración oficial de concesión en la que se cita que el Baraddei es un hombre «valiente» apoya con el prestigio del Comité noruego del Nobel al personaje que estableció por primera vez en público que las alegaciones de Estados Unidos sobre la presunta compra de Irak de uranio empobrecido procedente de Nigeria se basaban en documentos falsificados. Su reconocimiento de que el trabajo de la Agencia que dirige el Baradei es «incalculablemente» importante representa una refutación directa de que las acusaciones de la administración de Bush, antes de la invasión, sobre las inspecciones de la IAEA (Agencia Internacional de Energía Nuclear) en Irak suponían que la ONU no hacía nada. Las afirmaciones de que «la amenaza de las armas nucleares…debe ser controlada por la más amplia cooperación internacional posible» y que «la más evidente expresión» de esa cooperación se encuentra en «el trabajo de la IAEA y de su director general», establece de forma rotunda el rechazo de las afirmaciones de Bush de que las acciones unilaterales de EE.UU. contra esas amenazas pueden gozar de legitimidad, y que la IAEA y el Baradei deberían situarse a favor del Consejo de Seguridad de la ONU controlado por el veto de EE.UU.

En general, el premio es un recordatorio sin ambages de que las consistentes afirmaciones de la IAEA sobre la inexistencia de un programa nuclear viable en Irak eran ciertas, mientras que las alegaciones de la administración Bush sobre la presencia de armas nucleares iraquíes y de otras armas de destrucción masiva dirigidas a objetivos estadounidenses eran mentiras.

Después de todo, fue Mohamed el Baradei quien se negó a doblegarse ante las presiones estadounidenses en 2002 y 2003 y en su lugar continuó informando al Consejo de Seguridad de que los inspectores de la IAEA no había encontrado pruebas de la existencia de armas nucleares en Irak. Él colocó a los inspectores de armas, así como a las Naciones Unidas en su totalidad, del lado de la movilización mundial por la paz que tenía lugar en las calles de las capitales de países de todo el mundo. Tal como lo describió el Washington Post, «El Baradei se ha convertido en un héroe a los ojos de muchos de quienes se oponen a la guerra en Irak, especialmente de los del Mundo Árabe». Y sus actuaciones llevaron a la administración de Bush a considerar a la IAEA, y de manera especial al mismo el Baradei, como adversarios implacables.

Pero no siempre el Baradei se ha opuesto a las posiciones estadounidenses Muy al contrario, el nombramiento como director general de la IAEA del antiguo diplomático egipcio fue tramado durante mucho tiempo por la diplomacia de EE.UU. Pero incluso más allá de su papel al oponerse a la invasión estadounidense de Irak- un día que afirmó era «el más triste de mi vida»- el Baradei había mantenido posturas independientes muy alejadas de las exigencias de Washington. En particular, había criticado los muy conocidos pero oficialmente no reconocidos arsenales nucleares de Israel, pidiendo a Israel que firmara el Tratado de No Proliferación y que aceptara la inspección de su armamento nuclear. Más aún, ha pedido que se estableciera una zona libre de armas nucleares en Oriente Próximo, una idea bosquejada por EE.UU. en la Resolución que dio fin a la Guerra de Irak de 1991 pero que nunca fue defendida por otros funcionarios de Naciones Unidas.

Pero ha sido su oposición a la Guerra de Irak, y su negativa a respaldar los falsos pretextos estadounidenses sobre la capacidad nuclear iraquí lo que le ha consolidado la oposición de la administración de Bush.

Desde 2003, Washington ha intentado sin éxito organizar la salida de el Baradei de la IAEA. ¡Cuántos esfuerzos se hicieron, dirigidos nada menos que por John Bolton, el azote de Bush en la ONU, embajador ante NN.UU a pesar de no haber sido confirmado, quien hasta 2004 fue subsecretario de Estado para los asuntos de desarme. Mohamed el Baradei se convirtió en una obsesión especial para él, y el Washington Post reveló que los intentos de Bolton para echar al jefe de la IAEA incluían la colocación de micrófonos en su teléfono en un intento inútil de desacreditarle. Ni un solo Gobierno más- ni tan siquiera el siempre leal Tony Blair-fue tan lejos, por lo que Estados Unidos, eventualmente aislado, abandonó sus intentos y el Baradei, a principios de este año, fue confirmado para un tercer mandato.

El Comité del Nobel ha pedido la prohibición de las armas nucleares, y ha afirmado que el hecho de que «el mundo haya alcanzado tan pocos resultados en este tema hace que la oposición a las armas nucleares hoy sea todavía más imprescindible». Este enfoque de la necesidad mundial de apoyar el desarme nuclear es un duro desafío a la posición estadounidense que considera que sólo resulta peligrosa la proliferación de armas nucleares en nuevos Estados, y que considera que las potencias nucleares de alguna forma tienen derecho a aumentar e incluso hacer uso de sus arsenales nucleares cuando quieran. Por el contrario, el Comité del Nobel establece específicamente que «cuando los esfuerzos a favor del desarme parecen estancados…el trabajo de la IAEA es de una excepcional importancia».

El momento de la concesión de este premio está claramente vinculado al cada vez más visible papel de la IAEA en el contexto de las amenazas in crescendo de Estados Unidos contra Irán, ligadas al programa nuclear de Teherán. En su determinación de plantear ante el Consejo de Seguridad de la ONU la cuestión nuclear de Irán, donde cree, en contra de las evaluaciones internacionales, que pudieran imponerse duras sanciones internacionales al país, la administración de Bush ha continuado incrementando la presión sobre la IAEA, lo que incluye el presionar a el Baradei, cuyas más recientes declaraciones sobre Irán han endurecido el tono probablemente como resultado de esas presiones, pero la IAEA se ha negado a rendirse ante las exigencias de Estados Unidos de declarar ilegales las actividades de Irán. El Baradei ha mantenido una actitud decidida respecto a que la producción de combustible nuclear de Irán se encuentra vigilada estrechamente por la IAEA y no existen pruebas de actividad armamentista ilegal.

El Premio Nobel de la Paz no puede detener las guerras o derribar imperios pero, como el Baradei declaró pocas horas después del anuncio de la concesión: «El premio lanza un mensaje terminante ‘Sigan haciendo lo que están haciendo- ser imparciales y actuar con rectitud’ y eso es lo que intentamos hacer».

Si el premio ayuda a Mohamed el Baradei a mantener la IAEA en el lado del desafío mundial a las guerras de Bush y al unilateralismo, demostrará su importancia.

http://www.tompaine.com/print/a_prize_and_a_plea.php

Phyllis Bennis es miembro del Institute for Policy Studies y autora de Challenging Empire: How People, Governments and the UN Defy U.S. Power (Interlink Publishing, Northampton, MA, October 2005).