El problema es conocido. El sistema productivo y la política de estado, si el estado es mediano o grande en términos de población y riqueza, también por razones históricas, integran la necesidad de una industria bélica. Una parte de los artilugios bélicos podría calificarse de defensiva, aunque sería más propio decir que, en todos los […]
El problema es conocido. El sistema productivo y la política de estado, si el estado es mediano o grande en términos de población y riqueza, también por razones históricas, integran la necesidad de una industria bélica. Una parte de los artilugios bélicos podría calificarse de defensiva, aunque sería más propio decir que, en todos los casos, las armas pueden ser utilizados para defensa y ataque. Las corbetas, encargadas por Arabia Saudí, podrían destinarse a vigilancia de sus costas (uso defensivo), pero los cañones que poseerán pueden tirar a cualquier cosa, incluyendo territorio exterior.
Los 400 misiles con guiado laser propiedad del ejército español y compradas a los estadounidenses son claramente ofensivas, pero si Arabia Saudí es agredida desde el exterior, el uso de esas bombas podrían calificarse de defensivas o en todo caso, de autodefensa. En todo caso, España pidió permiso a Estados Unidos para revender esas bombas que, en su día, tenían como último destinatario a España.
Arabia Saudí, con una alianza de países reaccionarios, de la Liga Árabe, y con soporte de varios países occidentales que le venden armas, está enfrascada en una guerra en Yemen, sin soporte o mandato de las Naciones Unidas.
Pedro Morenés, antiguo ministro de defensa y siempre caracterizado por su apego a la compra venta de armamento, fue el que hizo el contrato de la venta. Y Estados Unidos, Francia, Reino Unido… compiten o colaboran para repartirse las ansias de armarse de ese país que directa o indirectamente las ‘emplea’ o las acumula, pero eso sí despilfarrando los presupuestos y reservas del petróleo, bien fósil no sustituible, para las futuras generaciones.
Las tradicionales relaciones España – Arabía Saudí desbordan la época democrática y se afianzan en la dictadura franquista y en su continuidad con las relaciones personalísimas entre los reyes -dictadores de Arabia Saudí con su par Juan Carlos I y ahora Felipe VI nuestro embajador empresarial. Los negocios y la capacidad empresarial española han hecho los contratos mercantiles. Pero, dadas las características de contratación de ese país, parece que las ofertas mercantiles no sólo tienen que ser hechas con números, deben incluir -como en todas partes, en mayor o menor medida- esas relaciones personales y complementos extra mercantiles.
Y, en esto, tras el AVE y otros contratos relevantes, las permanentes ventas de armas, se produce una ventana informativa que cuenta un bombardeo en Yemen de la coalición liderada por Arabia Saudí que se ha colado entre el oligopolio de noticias de oriente próximo dedicadas en los medios al conflicto en Siria (donde todo indica que Arabia Saudí también influye) y el ninguneo de la ocupación añeja y casi normalizada del sionismo israelí sobre Palestina.
Ese singular bombardeo visualiza una matanza. No hemos tenido oportunidad de muchos más en todos estos años, algo curioso a destacar. Al principio Arabia Saudí se desentiende. Después, aconsejada por los servicios de relaciones públicas, dicen como hace Israel -un experto en matanzas conocidas-, que hará una investigación interna. Finalmente, reconoce el bombardeo como un error, aunque, siguiendo a su maestro, achaca a la práctica de los yemeníes rebeldes de ocultarse o utilizar instalaciones civiles el porqué de ese bombardeo y castigo colectivo.
Y, eso es lo que interrumpe la tranquilidad de las autoridades y funcionarios que deben dar el visto bueno a la venta de armas, el uso y destino final de las mismas para que después de una venta a un país no se traslade a otro país y conflicto.
La suspensión del transporte previsto de esos misiles enciende varias alarmas. Se supone que de Arabia Saudí, de algunos medios de corre ve y dile. Y empiezan las declaraciones, la agresión al discurso coherente pacifista y la suplantación de la moral y ética por el pragmatismo de beneficios, empleo y salarios. También con demagogia en un estado que tiene capacidad presupuestaria, se dice social, inclusivo y cohesionador.
El dilema es complicado. Ahora, el ministerio de Defensa y otros desde la Junta Interministerial Reguladora del Comercio Exterior de Defensa y de Doble Uso y después el Congreso de los Diputados se tiene que ver si se cumplen las condiciones de exportación de las bombas, el Tratado sobre el Comercio de Armas. Y, es fácil que Arabia Saudí certifique que es el último destino de esas bombas y que no las va a reexportar a otro país. Ya es más discutible que haya seguridad moral si el certificado que presente de no utilización fuera de sus fronteras será cumplido. Teóricamente, no se podrían vender si Arabia Saudí está inmersa en un conflicto armado. Pero, España ¿se ha negado a vender o transmitir armamento a Israel o Marruecos porque sean partes de un conflicto de ocupación?. Ahí, tiene el gobierno actual precedentes de cómo se puede retorcer la ley y señalar a otros gobiernos de varios colores que lo han estado haciendo.
Lo que no podrán finalmente, si se hace, ni el gobierno, ni los aprendices que se han destapado en esta ocasión de las razones de Estado, es rehacer el discurso, aunque se vistan de lagarteranas.
Efectivamente, los programas políticos en muchas ocasiones son opciones disyuntivas. Se vende o no se vende. Y eso cuesta dinero. Como cuesta dinero y opciones productivas no reformar y transformar el aparato productivo. En esta ocasión, afortunadamente visible, la ciudadanía ha visto muchas caretas y caraduras entre digo y digo Diego, cuando te toca.
Desafortunadamente, los medios de comunicación han vendido sólo un aspecto del problema, el trabajo y rentas procedentes de la construcción de armas a cambio de petróleo y no han preguntado a las víctimas de esas matanzas de una intervención ilegal. Por eso, fueron las protestas contra la guerra de Iraq y otras. Todos estábamos contra la guerra. Pero, ahora, parece que para algunos sólo era porque no habían pillado ganar dinero y utilizar empleo y salarios por vender esas armas tradicionales.
Santiago González Vallejo. Comité de Solidaridad con la Causa Árabe
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