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Oligarquía, clase media e izquierda en Chile

Un PS irrecuperable para el socialismo

Fuentes: El Fortin Mapocho

  Oligarquía y clase media. Los partidos políticos corresponden a la estructura de clases de la sociedad, así mismo sus alianzas, su existencia y su desarrollo. Sin un análisis de las clases dominantes y su inserción en el desarrollo del capitalismo mundial, el significado de la clase trabajadora en la evolución política del país queda […]


 
Oligarquía y clase media.

Los partidos políticos corresponden a la estructura de clases de la sociedad, así mismo sus alianzas, su existencia y su desarrollo. Sin un análisis de las clases dominantes y su inserción en el desarrollo del capitalismo mundial, el significado de la clase trabajadora en la evolución política del país queda trunco. La Unidad Popular coincide con la apertura de los mercados globales de capital en su versión propia a la segunda mitad del siglo XX y específicamente con el desarrollo del mercado de eurodólares y posteriormente los petrodólares. Esto es coincidente con nuevas alineaciones de poder en el conjunto de la sociedad y la economía. Es la crisis internacional que Nixon devela en junio de 1971 cuando declara la inconvertibilidad del dólar y con ello el fin de Bretton Woods y de las tasas fijas de cambio. Socialmente en Chile es el fin de la oligarquía agraria y minera de fines del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, sustituida por la clase administradora de la renta financiera con un papel estratégico en el proyecto de poder de las burguesías locales aliadas a la gran burguesía transnacional. Veinte años más tarde, durante la consolidación del modelo neoliberal, desaparece la oligarquía como clase y con ella una clase media pauperizada. Durante el período 1940-1970, la clase media de los gobiernos radicales, los gobiernos de Jorge Alessandri y de Frei Montalva con una base social de apoyo proletarizada, presta a embarcarse en proyectos de poder circunstanciales, ocupa una función negociadora que desaparece con el desarrollo de la renta financiera y los capitales transnacionales. La ascensión y logro social de sectores de bajos ingresos conforma, hoy, una masa, un contrapoder social que nada tiene que ver con la antigua clase media y su base social popular de apoyo, en su versión reconocida durante los 30 años que precedieron la Unidad Popular. Señalemos finalmente que sin una estructura social y de poder de recambio, el cuestionamiento fundamental a la política que significó la Unidad Popular naufragó en un vacío de poder. La antigua clase media, forma parte, hoy, junto con sectores de bajos ingresos, en ascenso y logro social continuo, de un contrapoder social -trabajadores urbanos y rurales, temporeros, empleados, profesionales, pequeños industriales y agricultores, profesores, estudiantes, dueñas de casa, pueblos originarios empobrecidos, artesanos urbanos, minifundistas, pirquineros, pescadores artesanales, inmigrantes, pobres del campo y la ciudad…- alejado de aspiraciones de poder, políticamente neutralizado frente a la burguesía local aliada a la burguesía transnacional en el convencimiento que su eventual disidencia tendrá destino dentro del sistema. Las Fuerzas Armadas, en su rol corporativo forman parte de la burocracia estatal…ello sin excluir alguna intervención [aventura] futura.

Concertación y Alianza.

Los partidos de la Concertación y la Alianza se han repartido sus roles por dos décadas según el plan político de Jaime Guzmán, consagrado en el plebiscito del 30 de julio de 1989. Esta nueva clase política representa a una clase dominante que busca consolidar su inserción en el mercado global. Su origen son las privatizaciones del régimen, la apropiación y manejo de la renta financiera en las AFP, las nuevas leyes impositivas [fundamentalmente el impuesto a la renta retención y crédito], la Ley Orgánica Constitucional de Concesiones Mineras [y su base jurídica de concesión plena y apropiación de los yacimientos cupríferos por las transnacionales], el DL 600 de inversiones extranjeras [base jurídica de la inversión transnacional]. La clase política es garante del sistema. En lo fundamental su función es neutralizar la política, ordenar los actores, constituirse en protector de esa masa informe de aspiraciones que anida el contrapoder social, como lo fueron las FFAA con respecto a la clase media cuando ésta se vio confrontada a la decadencia del poder hegemónico de las oligarquías. La Concertación cumplió parte de su empeño cuando llamó a la ciudadanía a votar favorablemente el plebiscito de julio de 1989. La masa confiada en la recomendación cumplió con su cometido y votó por un 91,25% a favor de la Constitución acordada con el pinochetismo.

¿Cómo entonces confiar en un Partido Socialista, en hombres y mujeres, que en 20 años de gobierno institucionalizaron la práctica política del pinochetismo? Puesto que para ello era necesario dejar de ser socialista. Trámite que oficializaron mediante el plebiscito de 1989. No puedo confiar en hombres y mujeres que tan ligeramente alienaron el futuro de un proyecto popular. Es más, la crisis que hoy contemplamos en el mundo con millones de ciudadanos protestando en las principales ciudades de Europa, precisamente contra el modelo que Alianza y Concertación nos recetaron en 1989, nos obliga a repensar ideas, utopías, símbolos, alianzas…y confianzas.

UN PARTIDO SOCIALISTA IRRECUPERABLE

Pienso que el PS es irrecuperable para el socialismo. El pasado del grupo que hoy dirige el Partido Socialista impide siquiera pensar en un programa socialista. Habiendo acordado con el pinochetismo en 1989 la Reforma a la Constitución de 1980 los dirigentes del partido de la época clausuraron la vía democrática y se embarcaron en la institucionalización del pinochetismo.

De cómo la Alianza Democrática entregó la iniciativa política al pinochetismo.

 Esta operación fue planeada luego que el PRODEN el 4 de septiembre de 1983 organizara la primera manifestación masiva contra la dictadura en la Avenida General Velásquez donde concurrieron más de 120 mil personas. El PRODEN, estaba dirigido por Jorge Lavandero, Fabiola Letelier, Mario Insunza, Engelberto Frías, Diego Portales, Sergio Páez, Jaime Hales, Matilde Urrutia, Carlos Dupré, Sergio Arellano, José Monares, Mario Farías, Gonzalo Taborga. Algunos de éstos eran militantes demócrata cristianos -Dupré, Páez y Monares- quienes fueron compelidos por la directiva DC a renunciar al PRODEN – temían que el conjunto de organizaciones sociales -más de 200- y políticas que lo formaban le hiciera sombra a la recientemente formada Alianza Democrática. El PRODEN entendía que sin consolidar los espacios democráticos en ese momento, cualquiera negociación sería irrelevante y se prestaría para engaños, subterfugios y manipulaciones de Pinochet. El fortalecimiento de las organizaciones sociales -exigencia fundamental del PRODEN- era la única garantía posible que los acuerdos fueran respetados. En cambio, la Alianza Democrática eligió la vía cupular y se entró de esa manera en la lógica de la transición concebida por Jaime Guzmán. De allí surge el sistema electoral binominal, donde la derecha, históricamente minoritaria, hace valer el tercio del electorado por un 50%, el mismo 50% que el centro y la izquierda obtiene con dos tercios del electorado; el Consejo de Seguridad Nacional [importado del bordaberrismo uruguayo]; el carácter garante de la constitucionalidad de las FFAA; las leyes orgánicas constitucionales relativas al cobre y a la educación, el sistema de AFP, el sistema tributario y el DFL 600 de inversiones extranjeras. Es la fórmula que les ha permitido a Alianza y Concertación, administrar conjuntamente el poder durante estos 20 años, con exclusión de toda otra fuerza social. Ya constituido como partido de gobierno el Partido Socialista, junto con el resto de los partidos de la Concertación negó al pueblo la posibilidad de expresar su voluntad mediante la consulta plebiscitaria prevista en el Art. 5° de la Constitución de 1980. Durante Pinochet el pueblo, de diferentes maneras fue consultado en cuatro ocasiones, incluyendo la fraudulenta Consulta Nacional de 1978; el plebiscito para la aprobación de la Constitución de 1980; el plebiscito de 1988 [SI o NO] y finalmente el plebiscito de 1989 para aprobar la reforma a la Constitución de 1980. Gráficamente es apropiado decir que tiraron la escala para que el resto no subiera.

Los años de la Concertación.

En los 20 años que siguieron, los socialistas Lagos y Bachelet, perfeccionaron y aplicaron sin contemplaciones la ley antiterrorista de Pinochet. Los gobiernos de la Concertación, con la activa colaboración del PS, desnacionalizaron el cobre; parlamentarios socialistas votaron favorablemente el «royalty» de Piñera; la directiva socialista condenó mediante sus votos en el parlamento al gobierno de Chávez con motivo de las elecciones del 26 de septiembre; contribuyeron mediante sus votos en el Congreso a la especulación de la renta financiera llevada a cabo por las AFP y a la ley procesal penal, redactada en el gobierno de Lagos por la ONG Paz Ciudadana de Agustín Edwards. Con sus votos han contribuido a la invariabilidad tributaria y al llamado royalty [simple impuesto a la renta bis]. Han guardado silencio cuando se atenta contra el Estado Docente y la carrera profesional docente. Nada han dicho cuando se ha ignorado el principio sindical básico que «el salario se fija según la función que se realiza». El partido ha sido incapaz de impulsar una política exterior destinada a resolver el problema de la mediterraneidad de Bolivia. Al igual que el resto de los partidos de la Concertación confundió la política exterior con la firma de tratados de libre comercio a troche y moche, etcétera, etcétera…

El poder corrompió a la izquierda y destruyó el Partido Socialista. No creo que los mismos que enterraron el partido estén dispuestos a soltar el poder y romper con lo que ya se transformó en una forma de vida. La prueba está en que las resoluciones que buscaban democratizar el partido en el Congreso de Concepción fueron enterradas y olvidadas. Volver al mismo ejercicio me parece una ingenuidad. El programa de la Unidad Popular. Los que retomaron el poder en 1990, son los mismos que no entendieron el desafío que planteó Allende en la política chilena. Allende lo dice claramente en su Segundo Mensaje Presidencial cuando dirigiéndose al país expresa que el gran desafío político del período es que las instituciones de la República sean capaces de contener, en democracia, las grandes transformaciones sociales y políticas que el gobierno de la Unidad Popular proponía al pueblo de Chile. De allí surgen las propuestas centrales del Área de Propiedad Social, la Reforma Agraria y la Nacionalización del cobre. Volver con los mismos personajes que tuvieron 16 años y 6 meses para entender y enmendar sus errores y no lo lograron, me parece que no corresponde.

El error central de la Unidad Popular. Conclusiones.

Uno de los errores más notables de la Unidad Popular es no haber entendido que la magnitud de las propuestas exigía la incorporación masiva de los trabajadores al programa de la UP. En 1970, la fuerza trabajadora se cifraba en 2 millones 982.670 trabajadores, de los cuales 392 mil 323 correspondía al sector moderno e intermedio de la economía, sectores en su mayoría monopólicos, con una masa trabajadora participante de la negociación del status quo social con las clases dominantes de la sociedad. 1 millón 338.736 trabajadores de la masa trabajadora pertenecía a sectores tradicionales de la economía, talleres artesanales, pirquineros, inquilinos, campesinos temporeros, mano de obra esencialmente precaria, minifundistas…todos los cuales no participaban en la negociación social, y por ende no entraban directamente en los beneficios del programa. A ese contingente habría que sumar 600 mil trabajadores sub-empleados, desempleados disfrazados. En resumen aquellos que quedaban fuera del Programa sumaban 1 millón 938 mil 736 trabajadores, es decir 65% de la fuerza de trabajo. Agreguemos que a fines de 1970 ODEPLAN estimaba en 150 mil trabajadores los que buscaban empleo por primera vez y en 260 mil los desempleados. En aquella época la oligarquía nacional de base agraria había desaparecido desde sus bases de poder y la composición de clase de la sociedad chilena correspondía a una clase dominante urbana que sentaba las bases de la administración de la renta financiera donde ya no cabía la negociación social anterior a 1970. El ejército en sus múltiples intervenciones del siglo XX [1924, 1925, 1929, el Ariostazo de 1939, el tacnazo de 1969, el fallido intento del coronel Souper y finalmente el golpe de 1973] demuestra el ensanchamiento de la base productiva urbana, los nuevos manejos de la renta financiera y su carácter de estrato social protector de la clase media en el momento en que ésta se ve confrontada a la decadencia del poder hegemónico de las oligarquías.

[Un estudioso de la sociedad chilena -Alain Joxe autor de ‘Las Fuerzas Armadas en el sistema político de Chile’. Editorial Universitaria, 1969- señala la consistencia del protectorado de clases en la Inglaterra del siglo XIX, ejercido por la Aristocracia; situación que en Francia ejerce la burocracia monárquica en la época de la Restauración].

Así como en la época de la Unidad Popular la izquierda no entendió la correspondencia entre la base económica en transformación y las clases sociales, que exigía la incorporación masiva de los trabajadores, tampoco ahora, y particularmente el Partido Socialista, entiende las exigencias de democratización de ese enorme contingente social representado por un contrapoder multiclasista, donde las capas medias ya no juegan el papel que jugaron en los 30 años que precedieron la Unidad Popular.

La lectura que desde el gobierno de la derecha y los empresarios hace Piñera, en casi 8 meses de gobierno, es la del populismo, que en su fase actual significa ponerse a la cabeza de la demanda de decisiones del contrapoder social. Es decir, a su manera, llenará los espacios que los partidos de la Concertación no vieron o no quisieron ver en 20 años de gobierno.

Esta opinión, que expongo hace ya muchos años, ha sido compartida por un gran número de militantes. No es un acto individual, ni nunca ha pretendido serlo. Es más, se ha traducido en un programa que sistemáticamente ha sido dado a conocer a través de las páginas de Fortín Mapocho [edición electrónica www.fortinmapocho.com] y en sucesivas visitas a provincia. Por eso pienso que quienes tenemos un pensamiento crítico debemos aunar fuerzas y buscar el escenario propio a ideas y objetivos comunes. Es a mi juicio lo que corresponde al pueblo socialista que desde hace 20 años busca denodadamente nuevos espacios democráticos. Es el momento de unir fuerzas en el sitio que corresponde.

¿QUÉ ORGANIZACIÓN?

Partidos obsoletos.

Los partidos políticos en su forma actual pertenecen a otra época. Fallaron en responder a la regla fundamental de nuestros tiempos, a saber: hacer partícipes de sus resoluciones a las masas de la opinión pública. Un buen ejemplo es lo que sucedió en el curso de la Revolución Francesa. Babeuf relata como en una época donde no había diarios y más de la mitad de la población era analfabeta, el pensamiento de las masas de París era transmitido directamente por la militancia a la dirigencia revolucionaria. Había un va y viene entre la dirigencia y las masas empobrecidas de la ciudad. Gramsci habla de esto y lo coloca en el contexto de la primera mitad del siglo XX. Escribe sobre el rol de la masa, los «caporales» [militantes intermedios] y los ‘capitanes’ [dirigentes].

El problema a resolver es el siguiente: ¿Cómo aseguramos que existe un va y viene entre la masa y la dirigencia? ¿Cómo aseguramos que la dirigencia pueda ser controlada, criticada, removida o elegida democráticamente, etcétera? La tarea es buscar los mecanismos de control y participación para preservar la regla fundamental, es decir hacer partícipes a las masas de opinión pública en sus resoluciones. Eso es posible cuando la discusión se lleva frente al pueblo, cuando la noticia reemplaza al rumor, cuando en lugar de directivas elegidas a vida, son reemplazadas por vocerías automáticamente reemplazadas y en elección permanente.

Cada vez es más importante en el mundo, el número de individuos que están dispuestos a defender lo que sienten como sus intereses fundamentales [remuneraciones, viviendas, jubilaciones, salud, educación… dignas y justas], agréguese a ello el medio ambiente, y la vida sobre el planeta… Sin embargo, a pesar de desear un cambio radical, muchas personas, a partir de la década de 1970, y que deseaban una transformación fundamental ya no eran abiertamente marxistas, y algunas ya no lo eran en absoluto.

Como lo expresa Hobsbwam esta reacción fue terminante para que se terminara con la idea según la cual era posible predecir, apoyándose en el análisis histórico, el éxito de una forma particular de organizar la sociedad humana. En conclusión, la historia se disoció de la teleología. En esto tuvo mucho que ver la evolución de las ciencias sociales y fundamentalmente Marx como padre de la sociología del conocimiento. Esta corriente de pensamiento superó el marxismo.

Si subrayo todo esto es porque pienso que ya no existe exclusividad ideológica y porque todos entendemos la necesidad de trabajar juntos a pesar de diferencias ideológicas y políticas.

Además de ahí surge la necesidad de unirse por el cambio en contra de fuerzas conservadoras y enemigas del cambio y dispuestas a hacerse fuertes en sus privilegios.

Desde hace algún tiempo recorremos el país promoviendo las grandes ideas como una nueva constitución democrática acorde con los tiempos, basada en principios y no en un sinnúmero de reglas propias del positivismo del siglo XIX; un nuevo estatus de convivencia de una sociedad multiétnica y principios de justicia y reparación para actos de injusticia secular; la renacionalización del cobre; una nueva organización para la economía; nueva visión del latinoamericanismo, incluido mar para Bolivia de manera soberana…

La tarea no es fácil y exige una nueva estructura organizacional propia de los tiempos de cambio universal, monitores, voluntarios dispuestos a llevar adelante la discusión e incluir en ella cada vez más participantes. Los tiempos lo exigen, cuando millones de desempleados manifiestan a través del mundo y regiones enteras en África y el Sudeste asiático, entre otras arriesgan el hambre y la necesidad…

No tengo la respuesta definitiva para un solo tipo de organización, tenemos que buscarla en la práctica de todos los días. De lo que sí estoy seguro es que lo actual tal como se presenta es un fraude.

EL MACRO PODER FINANCIERO

Capitalismo financiero y clases sociales.

Aclarar el rol de las clases medias es importante. Su papel en el mundo periclitó con las nuevas formas de acumulación capitalista. Esto lo previó Marx hace más de 150 años atrás cuando en el Capital habló sobre el rol del capital-dinero [en el lenguaje moderno actual: capital financiero – rentas variables, etcétera]. En una sociedad global, al concepto tradicional de plus valía marxista, centrada en los ingresos de la propiedad [ganancias + interés + renta] se agregan, entre otros, los gastos incurridos en el proceso de los negocios, el surplus absorbido por el gobierno, los gastos en los procesos de venta y la producción que se resta del proceso productivo por el desempleo, etc.

El desarrollo del capital financiero, incluidos los fondos especulativos, las operaciones de futuro, swap, etcétera, es determinante en la inclusión de una masa multiclasista. Es la lógica de la acumulación de la posguerra que requiere la movilización de recursos a nivel mundial. Proceso que se superpone a las mayores desigualdades. El mundo se integra, a través de la renta financiera, a la acumulación a la escala mundial. El modelo pinochetista y de la Concertación obedecen a esa lógica de acumulación financiera, y consagra la burguesía transnacional con la secuela de problemas que vive hoy el mundo: desempleo, huelgas, protestas, desigualdades… En su lógica integradora se vincula a la acumulación a nivel mundial.

Parte del conflicto social se desarrolla en las unidades productivas, pero es en la preservación y desarrollo de la renta financiera donde se juega el sistema. La renta financiera es un fenómeno mundial. Los actores que la administran constituyen la burguesía transnacional que reemplaza la oligarquía nacional agraria y minera. En Chile, las clases medias en su versión anterior a los 30 años que preceden a la Unidad Popular, desaparecen en su rol negociador. [El argumento se encuentra en el párrafo I donde se evoca el fin de Bretton Woods y el mercado internacional de los Eurodólares]. Surge así una masa multiclasista que llamo contrapoder social que enfrenta a la burguesía transnacional, no sólo en cuanto operadores directos de la renta financiera sino además en cuanto operadores de la Deuda Soberana. Allí se mueven no sólo las platas de las empresas sino también de los bancos que adquieren parte de la deuda soberana de otros países. Parte del conflicto social se desarrolla en las unidades productivas, pero su problemática está íntimamente ligada, como nunca antes en la historia de la humanidad, con la economía global. Siempre existió en la historia de la humanidad la globalidad, pero esta vez hablamos de la fase del capitalismo financiero a nivel global. De allí que el empleo y las remuneraciones de la masa estén íntimamente ligados a la tasa de cambio, el déficit fiscal, etcétera. En este sentido el significado de la lucha social se vincula directamente al sistema y a sus grandes apuestas. Así, las capas medias europeas, latinas, asiáticas se ven mezclan con pequeños industriales, dueñas de casa, estudiantes, artesanos, pequeños agricultores, inmigrantes….en su función de contrapoder.

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Una última observación.

El socialismo no se hace con una caja llena de dólares. Creer que se llegará a una sociedad igualitaria repartiendo más y mejor el producto del cobre, es reducir un proyecto libertario a una buena administración de recursos. Hoy compartimos con otros 10 países, el dudoso record de aquellos con peor distribución del ingreso en el mundo. En el período 1990-1997 nuestra economía creció a tasas muy elevadas pero sus frutos beneficiaron casi exclusivamente al 5% más rico de la población. Con esto se demostró que el mero crecimiento no derrota a la pobreza.

Pero el socialismo no es sólo la lucha por la socialización de los medios de producción y de cambio. El socialismo es la conciencia crítica sobre la explotación capitalista, ello implica asumir el reto que plantea la solidaridad, un estado de vida donde la capacidad de desprendimiento y entrega, la lealtad, la pasión por el conocimiento y el trabajo, bases de la ética y del discurso libertario del socialismo, lleva a recorrer los caminos de la historia por una humanidad mejor, libre de ataduras y de fetiches -como el neoliberalismo- que hoy conduce a la destrucción de la humanidad

* Director de Fortinmapocho.com