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Amayuelas

Un pueblo normal, como los de antes

Fuentes: Galicia Hoxe

Tres años después he vuelto a Amayuelas, como dicen sus pobladores, un pueblo normal y corriente, como los de antes. Al cruzar el Canal de Castilla, ya en plena Tierra de Campos, donde todo es cebada y trigo, sabes que te quedan pocos minutos para divisar las primeras casas del pueblo. Un instante para saberte […]

Tres años después he vuelto a Amayuelas, como dicen sus pobladores, un pueblo normal y corriente, como los de antes. Al cruzar el Canal de Castilla, ya en plena Tierra de Campos, donde todo es cebada y trigo, sabes que te quedan pocos minutos para divisar las primeras casas del pueblo. Un instante para saberte sorprendido. Porque Amayuelas de Abajo es el resultado cambiante de las genialidades de un grupo de personas que decidieron en los años 90 recuperar y repoblar su pueblo, … que se les moría.

Como tantos otros pueblos Amayuelas sufrió con los cambios culturales de la «modernización». Sus gentes me cuentan que de chavales pedían a sus madres que el bocadillo fuera de chorizo Revilla -el que salía por la tele- hecho en procesos industriales de una calidad y sabor lejos siempre del chorizo de matanza casera. Y, quienes desde las ciudades veíamos entonces el mundo rural, también por la tele, nos reíamos con algunas películas de cine de Martínez Soria o Alfredo Landa, verdaderos ejercicios de desprecio hacia lo campesino. La excesiva tecnificación agraria, el desmantelamiento de los servicios municipales, etc. fueron otros elementos claves que provocaron la marcha de muchas personas y el declive del pueblo que perdió a principios de los años 70, entre otras cosas la escuela y el ayuntamiento propio.

El Amayuelas de hoy es un municipio normal y corriente donde conviven las antiguas casas de adobe con nuevas viviendas -en régimen de cooperativa- construidas rescatando las mismas fórmulas de arquitectura popular: con agua, paja y tierra, cualquiera puede levantarse una vivienda ecológica y bioclimática, como las de antes. En el Albergue, una antigua Casona del siglo XVII te sirven la comida producida toda por las familias del pueblo: verduras de María José, pollos de Jeromo, pan de Cristina, lentejas de Belén y vino de Melitón, todos ellos productos sin agrotóxicos, sin antibióticos en su crianza… vamos, alimentos normales como los de antes. Todo resultado de iniciativas individuales o colectivas que generan una economía rica y diversificada en el pueblo. Normal, como era antes.

Y yo llegaba para las Fiestas Patronales que celebran como cualquier otro pueblo. Y entre sus gentes, escuchando las charlas que organizan, los sueños que tienen por delante, riendo en sus fiestas, algo sucede, que no te sientes ni normal ni corriente. Y te encuentras mejor que antes.

Rebelión ha publicado este artículo con permiso del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.