Una vez más y como se ha convertido en algo histórico en Colombia, el salario mínimo-que es justamente eso, mínimo-fue decretado en un 60%. Con el auxilio de transporte ($102.853), el próximo año será de 980.657 mil pesos. No se ha comenzado a pagar y ya la inflación anda detrás, afanosamente, para evitar que el […]
Una vez más y como se ha convertido en algo histórico en Colombia, el salario mínimo-que es justamente eso, mínimo-fue decretado en un 60%. Con el auxilio de transporte ($102.853), el próximo año será de 980.657 mil pesos. No se ha comenzado a pagar y ya la inflación anda detrás, afanosamente, para evitar que el nuevo pago alcance para algo.
Con antelación habíamos advertido que la mesa de concertación salarial en la que convergen trabajadores, empresarios y el gobierno nacional, es como un circo en el cual las centrales obreras se convierten en espectadoras y las dos contrapartes, en los payasos que salen a anunciar el ajuste al salario, como una redención. Ocurrió ayer. El encargado fue el presidente, Iván Duque y, aplaudiendo como bufones, los representantes de la clase empresarial.
El aumento real es del 2,12% frente a la inflación, que el Banco de la República estima será de 3,88%. Las cifras reales son distintas. Expertos en economía, coinciden en que está por encima del 4.2%.
Para tener desde el exterior una visión más clara, hoy más de nueve millones de colombianos sobreviven con el salario mínimo que, con todo y ajuste, gira alrededor de los 300 dólares. ¿Quién vive con ese dinero? No uno sino muchos colombianos.
Para poner una fresa al helado, el presidente Duque anunció el trámite en el Congreso de una prima que permitirá redondear el salario en un millón de pesos.
Por supuesto, nada de esto paliará la realidad a la que nos enfrentamos: el nivel de precarización de la clase trabajadora es cada día más grande, lo cual amplía más la brecha entre ricos y pobres. No en vano la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) advierte que Bolivia y Colombia son los países latinos con la mayor tasa de pobreza extrema en comparación con el resto de la región.
A esta realidad contribuirá el nuevo incremento salarial. Es un drama para las familias que deben hacer maromas para que, después de invertir $650 mil que representan la renta de la vivienda y los servicios básicos, Los restantes $330 mil les alcancen para cubrir la alimentación, el pago de colegiatura de los hijos y transporte. Algo imposible que lleva a todos los componentes de la familia a trabajar en lo que sea, por medio del rebusque.
Otro año de desilusión al que ya nos acostumbramos los trabajadores y que se constituye en un aliciente para seguir impulsando las movilizaciones que iniciaron el 21 de noviembre y que han servido para liberar la olla a presión de rabias y frustraciones represadas como consecuencia de malos gobiernos, explotación, desigualdad social y la demagogia con la que pretenden mostrarnos un país de maravilla.
Blog del autor www.cronicasparalapaz.wordpress.com
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