Y es el menor de los gastos de las intervenciones militares en el extanjero…
Al seguir el dictado de la nueva estrategia de Obama, algunos postulados del Gobierno Zapatero se tambalean: se han apagado los ecos del «no a la guerra». La situación lo impone: hay que sofocar la escalada de los talibanes, que se han hecho fuertes en Kandahar, la segunda ciudad afgana.
Estados Unidos, que enviará otros 30.000 soldados a la zona (la cifra de estadounidenses se elevará hasta 65.000), reclama un esfuerzo equivalente entre sus aliados. La OTAN ha recogido el guante: 25 países añadirán 7.000 militares. Aunque no se ha concretado quién ofrece qué, Zapatero piensa aportar entre 200 y 420 militares (hoy, España tiene mil unidades en la zona).
Es muy probable que el Congreso saque adelante la propuesta del presidente español. La bendicen el Gobierno y la oposición, con el PP a la cabeza. «Sin fisuras, apoyamos la misión en Afganistán», ha dicho Beatriz Rodríguez Salmones, portavoz popular en Defensa.
El problema es que la misión vale dinero. Y mucho. Mantener un soldado español en Afganistán, zona en guerra, cuesta cerca de 1.300 euros diarios, una cantidad considerable que incluye gastos en dietas, alimentación, cama, transporte o material de combate y blindaje.
También entran ahí las reducciones de impuestos, los seguros de vida o los de minusvalía… «En el caso afgano, el mantenimiento de un militar es particularmente caro -dicen fuentes de Defensa-. No es lo mismo un traslado a Afganistán que uno a Bosnia o a Líbano. En Afganistán, las condiciones son más complejas». Se refiere a las pésimas infraestructuras del país, laberinto de carreteras montañosas salpicado de zonas tramposas, y a la climatología, extrema en el invierno y en el verano.
«Es lo que cuesta mejorar la protección del pueblo afgano -dice Carme Chacón, titular de Defensa-. Solamente así se garantizará el proceso de afganización (el plan que debe conducir a que los afganos se administren a través de su ejército y su policía)».
El coste de las misiones se ha hecho público en el Congreso. Entre enero y septiembre, España había invertido 364 millones de euros en Afganistán, calcula el ministerio de Defensa. El cálculo de la media cuantifica el coste diario en 1.304 euros diarios por soldado.
El ministerio no se ha ofrecido a desglosar cada partida (cuánto se gasta en munición, en sueldo adicional o en comida). «Es algo complejo: los números bailan según el cargo del militar. No es lo mismo un oficial que un soldado raso», comentan desde el gabinete.
La coyuntura le ha complicado las cosas a Zapatero. Atrás ha quedado el proceso de repliegue de Iraq, una de las piedras filosofales de la primera legislatura del Ejecutivo. En el 2004, aquel desmantelamiento había alimentado sentimientos encontrados: enfureció a George W. Bush, pero reconfortó a buena parte de la opinión pública española, abierta a nuevos horizontes de paz y desmilitarización.
En términos absolutos, entre enero y septiembre, Defensa se ha gastado 713 millones de euros en misiones de paz, cuarenta más que en el 2008. Se trata de un aumento incómodo, en particular en tiempos de crisis. Aun así, lo bendicen la mayoría de grupos políticos, sobre todo en el caso afgano, donde han muerto 89 militares españoles en ocho años (el último fue el cabo Cristo Cabello, el pasado 7 de octubre cerca de Herat).
«El despliegue se ha consensuado en el Parlamento ocho veces -dice la ministra Chacón-. Nuestra retirada propiciaría el regreso de los integristas y facilitaría el cobijo de los terroristas». «Desde el 11-S, Afganistán sigue siendo un santuario terrorista», dice Jordi Xuclà, de CiU.
Sólo Gaspar Llamazares (IU) se postula contra el despliegue. «Me preocupa que no se haya concretado un calendario de retirada que facilite el acuerdo interno entre los afganos. Estamos ante Caosistán: me parece demagogo decir que nos hemos ganado el corazón de los afganos, cuando hemos perdido su estómago y su cabeza».