Nos habíamos quedado en la antología de Marx que elaboró Francisco Fernández Buey (1942-2012) [FFB] para una exposición del CCCB a finales de 1998 (en la que también colaboró su amigo, el filósofo-dibujante Máximo). La exposición duró un mes, del 3 de diciembre de 1998 al 3 de enero de 1999. Llevaba por título «Marx […]
Nos habíamos quedado en la antología de Marx que elaboró Francisco Fernández Buey (1942-2012) [FFB] para una exposición del CCCB a finales de 1998 (en la que también colaboró su amigo, el filósofo-dibujante Máximo). La exposición duró un mes, del 3 de diciembre de 1998 al 3 de enero de 1999. Llevaba por título «Marx por Marx» y se abría con esta reflexión:
Desde la muerte de Marx los filósofos y los políticos se han dedicado prioritariamente a interpretar su obra de distintas maneras marxistas. Se ha escrito tanto sobre Marx que éste ha acabado siendo un perfecto desconocido y se ha perdido su espíritu crítico. Pero la sustancia de toda la obra de Marx consiste precisamente en esto, en la crítica de lo existente: crítica de la filosofía especulativa y sistemática, crítica de la crítica mistificadora que se considera crítica, crítica de la política al uso, crítica de las ideologías, crítica de la economía standard en su cinismo y en sus presupuestos.
Así que lo que hace falta en el siglo XXI es leerlo. Leerlo como se lee a un clásico: no sintomáticamente, o sea, buscando cortes epistemológicos para adaptar sus palabras a nuestras preocupaciones preferentes, ni reconstruyendo su obra analíticamente para hacerlo caber en nuestro concepto finisecular de racionalidad, sino atendiendo al contexto y a la evolución de su pensamiento, a sus contradicciones y a sus paradojas. La breve antología de las ideas de Marx que sigue a continuación se basa en esa pretensión. En ella no está todo Marx, naturalmente. Lo que de ella brota no es «nuestro Marx» (el Marx que habríamos querido) ni «el Marx de ellos» (el Marx de los que le declaran muerto). Es un Marx cuyo pensamiento va cambiando con los años: el Marx de las afirmaciones rotundas, contundentes, y el Marx de la duda; el Marx de las anticipaciones sobre el desarrolló general del capitalismo y el Marx de los matices sobre las particularidades históricas; el Marx profético y el Marx analítico; el Marx enamorado de las ideas propias y el Marx de los distingos sobre los enamoramientos por flechazo que produjeron sus ideas.También Marx cambió. Pero de otra manera.
Un Marx sin ismos, concluía FFB, un Marx que da qué pensar, un Marx para dialogar y discutir.
Es decir, su Marx, el Marx que siempre recomendó, el marxismo sin ismos que él siempre practicó.
Vayamos ahora por la segunda parte de la antología [1]. Los títulos de los apartados son de FFB, y los años que aparecen al final de los textos remiten a la fecha de publicación de las obras del padre de Tussy. Laura y Jennyschen Marx de donde han sido extraídos. FFB discutió en artículos y notas algunos de los textos seleccionados. Un ejemplo de estos textos comentados: «En tal caso, por penoso que resulte a nuestros sentimientos personales el espectáculo de un viejo mundo que se derrumba, desde el punto de vista de la historia tenemos pleno derecho a exclamar con Goethe: ¿Quién lamenta los estragos/ si los frutos son placeres?/ ¿no aplastó a miles de seres/ Tamerlán en su reinado?» (Véase FFB, Más Marx (y más marxismo) sin ismos, Vilassar de Dalt (Barcelona), El Viejo Topo (en prensa)).
La segunda parte de su antología.
Materialismo y praxis
La doctrina materialista que dice que los hombres son producto del ambiente y de la educación y que, por tanto, sus cambios son consecuencia de cambios en el ambiente y en la educación olvida que son precisamente los hombres quienes modifican el ambiente y que el educador mismo tiene que ser educado. La coincidencia entre mutación del ambiente y de la actividad humana, o autorrealización, sólo puede ser concebida y entendida racionalmente como praxis revolucionaria.
Toda la vida social es esencialmente práctica. Todos los misterios que empujan a la teoría hacia el misticismo encuentran su solución racional en la actividad práctica, en la praxis humana y en la comprensión de esta praxis [1845]
Lo que una clase es
Los individuos particulares forman una clase sólo cuando entran en una lucha común con otra clase. El resto del tiempo están compitiendo entre ellos y con sus adversarios. Pero, por otra, una clase tiende a hacerse, a su vez, autónoma respecto de los individuos, cada vez que éstos encuentran ya predestinadas sus condiciones de existencia, reciben como asignadas por la clase su posición en la vida y, por tanto, su personal desarrollo y se somenten a su clase [1845, La ideología alemana]
El primer hecho histórico
El primer principio de toda existencia humana y, por consiguiente, de toda historia, es que los hombres tienen que poder vivir para poder «hacer historia». El primer hecho histórico es, por tanto, la producción de los medios para satisfacer las necesidades básicas del ser humano: alimentarse, beber, tener vivienda, vestirse y unas cuantas cosas más [1846].
No es la consciencia la que determina la vida; es la vida la que determina la consciencia [1846]
Ideas dominantes
Las ideas de las clases dominantes son, en toda época, también las ideas dominantes. La clase que tiene a su disposición los medios de producción material dispone igualmente de los medios de producción espiritual [1846]
Lo que ahora importa: transformar el mundo
Los filósofos no han hecho otra cosa que interpretar el mundo de diferentes maneras. Lo que ahora importa es transformarlo [1846]
Gran industria, mundialización
La existencia de la gran industria permite hablar con fundamento de historia mundial. La gran industria ha destruido el carácter naturalmente limitado de las naciones, ha sometido al capital las ciencias de la naturaleza, y destruye lo natural en la medida en que ha sustituido todas las relaciones naturales por relaciones dinerarias [1846].
Una fraternidad nada fraterna: la explotación en su fase cosmopolita
La fraternidad que el libre-cambio establecerá entre las diferentes naciones de la tierra no tendrá nada de fraternal. Denominar fraternidad universal a la explotación en su estadio cosmopolita es una idea que sólo podía nacer en el seno de la burguesía. Todos los fenómenos desestructuradores que la libre competición hace nacer en el interior de un país se reproducirán a escala gigantesca en el mercado universal [1848].
Lucha de clases
La historia [escrita] de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases. Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue empero por el hecho de haber simplificado los antagonismos de clase. Toda la sociedad se divide cada vez más en dos grandes bandos hostiles, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente entre sí: la burguesía y el proletariado [1848].
Papel histórico revolucionario de la burguesía
La burguesía ha jugado en la historia un papel esencialmente revolucionario. Ha desgarrado despiadadamente todos los abigarrados lazos feudales que ligaban a los hombres a sus superiores naturales no dejando en pie, entre hombre y hombre, ningún otro vínculo que el interés desnudo, que el insensible «pago al contado». Ha ahogado el sagrado paroxismo del idealismo religioso, del entusiasmo caballeresco y del sentimentalismo pequeño-burgués en las heladas aguas del cálculo egoísta. Ha hecho de la dignidad personal un simple valor de canibio. Ha sustituido las numerosas libertades estatuidas y bien conquistadas por una única y desalmada libertad: la libertad de mercado. En una palabra, ha sustituido la explotación disfrazada con ilusiones religiosas y políticas por la explotación franca, descarada, directa y escueta.
La burguesía ha dado una conformación cosmopolita a la producción y al consumo. Mediante el rápido mejoramiento de todos los instrumentos de producción y la infinita facilitación de las comunicaciones, la burguesía arrastra hacia la civilización a las naciones más bárbaras […] Crea un mundo a su propia imagen y semejanza. Ha creado ciudades enormes, ha incrementado en alto grado el número de la población urbana con relación a la rural, sustrayendo así a una considerable parte de la población al idiotismo de la vida rural [1848]
Crisis, sobreproducción, demasía
En las crisis comerciales se destruye regularmente gran parte no sólo de los productos engendrados sino de las fuerzas productivas ya creadas. En las crisis estalla una epidemia social que en todas las épocas anteriores hubiese parecido un contrasentido: la epidemia de la superproducción. Súbitamente la sociedad se halla retrotraída a una situación de barbarie momentánea: una hambruna, una guerra de exterminio generalizada parecen haberle cortado todos sus medios de subsistencia; la industria, el comercio, parecen aniquilados, ¿Y ello por qué? Porque posee demasiada civilización, demasiados medios de subsistencia, demasiada industria, demasiado comercio [1848].
Proletarios sin patria
Por su forma, aunque no por su contenido, la lucha del proletariado contra la burguesía es primeramente una lucha nacional. Es natural que el proletariado de cada país deba acabar en primer lugar con su propia burguesía.Los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar lo que no tienen [1848]
Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas e intenciones. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente. Los proletarios no tienen nada que perder en la revolución comunista más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar. Proletarios de todos los países, uníos! [1848].
La conquista de la democracia
El primer paso de la revolución obrera lo constituye la elevación del proletariado a clase dominante, la conquista de la democracia.
Una vez que, en el curso de la evolución, las diferencias de clase hayan desaparecido y toda la producción se halle concentrada en manos de los individuos asociados, el poder público perderá su carácter político.
El lugar de la antigua sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos de clase, será ocupado por una asociación en la que el libre desarrollo de cada cual será la condición del libre desarrollo de todos [1848].
O revolucionarios o nada
La clase trabajadora o es revolucionaria o no es nada [1849]
Las revoluciones son las locomotoras de la historia [1850]
La dictadura del proletariado como período de transición
No es mérito mío el haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna ni el haber descubierto la lucha entre las clases. La novedad que yo he añadido ha sido demostrar: 1º que la existencia de las clases está vinculada a ciertas luchas definidas, históricas, vinculadas al desarrollo de la producción. 2º que la lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado; que esta dictadura es solo el período de transición hacia la supresión de todas las clases y hacia una sociedad sin clases (1850).
Hacer la propia historia
En general los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen arbitrariamente, en condiciones elegidas por sí mismos, sino en las condiciones directamente dadas y heredadas del pasado [1852].
Que los muertos entierren a sus muertos
Las revoluciones anteriores tenían necesidad de reminiscencias históricas para disimularse a sí mismas su propio contenido. La revolución del siglo XIX debe dejar que los muertos entierren a sus muertos para lograr su propio objetivo. Las revoluciones proletarias se critican a sí mismas constantemente [1852].
Contra la pena de muerte
Para defender la pena de muerte se suele presentar ésta como un medio de corrección e intimidación. Pero la historia y la estadística demuestran plenamente que desde Caín el mundo jamás se ha corregido o intimidado por el castigo. Miserable sociedad ésta que no ha encontrado otro medio de defenderse que el verdugo y que proclama su propia brutalidad como una ley eterna [1853].
Colonialismo: hipocresía y barbarie sin disfraz
La profunda hipocresía y la barbarie propias de la civilización burguesa se presentan desnudas ante nuestros ojos cuando en lugar de observar esa civilización en su hogar propio, donde adopta formar honorables, la contemplamos en las colonias donde se nos ofrece sin ningún disfraz [1853].
Colonialismo: el instrumento inconsciente de la historia
Lo que importa es saber si la humanidad puede cumplir su misión sin una revolución a fondo del estado social de Asia. Si no puede, entonces, y a pesar de todos sus crímenes, Inglaterra fue el instrumento inconsciente de la historia al realizar allí dicha revolución. En tal caso, por penoso que resulte a nuestros sentimientos personales el espectáculo de un viejo mundo que se derrumba, desde el punto de vista de la historia tenemos pleno derecho a exclamar con Goethe: ¿Quién lamenta los estragos/ si los frutos son placeres?/ ¿no aplastó a miles de seres/ Tamerlán en su reinado? [1853].
Colonialismo: progresos hechos con miseria
La única manera de que los hindúes puedan recoger los frutos del progreso es: o que el proletariado industrial británico acabe con su burguesía o que los propios hindúes se hagan lo bastante fuertes para sacudirse el yugo británico. Pues de la burguesía sólo se pueden esperar progresos hechos con miseria y degradación de individuos y pueblos enteros [1853].
Ciencia, técnica y alienación humana
En nuestros días toda cosa parece estar preñada de su contrario. Vemos cómo la maquinaria, dotada de la maravillosa fuerza de disminuir y fecundar el trabajo humano, lo mutila y devora hasta el agotamiento. Un extraño conjuro transforma las nuevas fuentes de riqueza en fuentes de miseria. Las victorias de la ciencia parecen pagarse con la pérdida de carácter, A medida que domina la naturaleza el hombre parece sometido por otros hombres o por su propia vileza. Hasta la pura luz de la ciencia parece no poder brillar sino sobre el oscuro trasfondo de la ignorancia. Todos nuestros inventos y todo nuestro progreso parece desembocar en un dotar a las fuerzas materiales de vida espiritual y en la conversión de la vida en estúpida fuerza material [1856].
La existencia social determina la consciencia
El conjunto de las relaciones de producción históricamente determinadas configura la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se eleva un edificio jurídico y político, y al que corresponden determinadas formas de la consciencia social. El modo de producción de la vida material domina en general el desarrollo de la vida social, política e intelectual. No es la consciencia de los hombres lo que determina su existencia, sino, al contrario: la existencia social lo que determina la consciencia [1858].
La visión burguesa de las cosas: añoranza y vacío
El individuo particular aparece más pleno en períodos anteriores de la evolución precisamente porque todavía no ha elaborado y manifestado la plenitud de sus relaciones ni se les ha puesto enfrente como fuerzas y circunstancias sociales independientes de él mismo. Pero tan ridículo como ansiar nostálgicamente aquella plenitud originaria es creer que hay que quedarse en este total vaciamiento. La visión burguesa no ha ido nunca más allá de la oposición a aquella otra visión romántica, y por eso ésta la acompañará, como justificado contrario, hasta que descanse en paz [1858].
Lo que entiendo por partido
Antes que nada te recuerdo que a partir del momento en que la «Liga de los Comunistas» se disolvió, a propuesta mía, en noviembre del 52, yo no he formado parte nunca, ni formo parte ahora, de ninguna asociación, ni secreta ni pública. Así que el «partido», en este sentido absolutamente transitorio [in diesem ganz ephemeren Sinne], ha dejado de existir para mí desde hace ocho años […] Repito: del «partido», en el sentido de tu carta, no sé nada desde el 52. Si tu eres poeta yo soy crítico y, sinceramente, ya he tenido suficiente con las experiencias del 49-52. La ‘Liga de los comunistas» lo mismo que la «Sociedad de las Estaciones» y otras cien sociedades parecidas son sólo un episodio en la historia del partido que se construye naturalmente en el ámbito de la sociedad moderna… He intentado en esta carta eliminar el equívoco de que por «partido» yo entiendo una Liga muerta hace ocho años o la redacción de un periódico que se disolvió hace doce años. Cuando hablo de partido me refiero al partido en el amplio sentido histórico del término [1860, carta a Freiligrath, MEW, Bd. 30, pág. 489 y ss.].
La clase trabajadora se libera por sí misma
La emancipación de la clase trabajadora tiene que ser obra de la clase trabajadora misma [1863].
Es tarea de la Asociación Internacional de Trabajadores coordinar y generalizar los «movimientos espontáneos» de las clases trabajadoras, no ordenar e imponer un determinado sistema doctrinario. De manera que, por eso mismo, nuestro congreso no debería proclamar ningún sistema especial de cooperación, sino limitarse al enunciado de unos pocos principios generales [1864].
Importancia del vínculo fraterno entre los trabajadores de los distintos países
Tenéis uno de los factores del éxito: el número. Pero el número sólo pesa en la balanza cuando va unido a un vínculo y dirigido conscientemente a un fin. La experiencia del pasado enseña que el desprecio del vínculo fraterno que debería existir entre los obreros de los distintos países y que debería impulsarles a mantenerse unidos en todas las luchas por la emancipación, se castiga con la derrota general de sus esfuerzos no coordinados. Esta es la consideración que llevó a los obreros de diferentes países, reunidos el 28 de septiembre de 1864 en un congreso público en St Martin Hall, a formar la Asociación Internacional de Trabajadores [1864].
Las sencillas leyes de la moral y del derecho en las relaciones internacionales
Las clases trabajadoras han aprendido el deber que tienen de adentrarse también en los misterios de la política internacional: vigilar las actividades diplomáticas de sus gobiernos y, donde no hay posibilidad de impedir tal orientación, a elevar la voz acusatoria, pública y simultáneamente, y proclamar las sencillas leyes de la moral y del derecho que deberían regular tanto las relaciones entre las personas como las leyes superiores de las relaciones entre las naciones.
La lucha por una política exterior propia es parte de la lucha por la emancipación de las clases trabajadoras, Proletarios de todos los países, uníos [1864, Llamamiento inaugural de la AIT]
Necesidades y goces de las clases: su relatividad
Un aumento sensible del salario presupone un rápido aumento del capital productivo. El rápido aumento del capital productivo provoca un aumento igualmente rápido de la riqueza, del lujo, de las necesidades sociales y de los goces sociales. De modo que aunque los goces del obrero hayan aumentado, la satisfacción social que éstos procuran habrá disminuido por comparación con los crecientes goces del capitalista, inaccesibles al obrero, por comparación, esto es, con el nivel de desarrollo de la sociedad en general. Nuestras necesidades y nuestros goces surgen de la sociedad. Nosotros los medimos, por tanto, sobre la base de la sociedad y no los medimos sobre la base de los medios materiales para su satisfacción. Puesto que son de naturaleza social, son también de naturaleza relativa [1865]
Producción de plusvalía
Al adelantar un valor en el que hay cristalizadas seis horas de trabajo del obrero el capitalista recibirá a cambio un valor en el que hay cristalizadas doce horas de trabajo del mismo obrero. Y, al repetir día tras día esta operación, el capitalista adelantará diariamente tres chelines y se embolsará cada día seis, la mitad de los cuales volverá a invertir en pagar nuevos salarios, mientras que la otra mitad forma la plusvalía, por la que el capitalista no abona ningún equivalente.
Este tipo de intercambio entre el capital y el trabajo es el que sirve de base a la producción capitalista o sistema del salario, y tiene que conducir sin tregua a la producción del obrero como obrero y del capitalista como capitalista [1865].
Plusvalía es la diferencia entre el dinero desembolsado por la clase capitalista para adquirir medios de producción y el dinero obtenido por ella al final de este proceso. La fuerza de trabajo humano convertida en mercancía es pagada, como toda mercancía, según el tiempo de trabajo necesario para reproducirse (o sea, para producir la subsistencia del trabajador). El tiempo de trabajo suplementario crea un valor excedente, plusvalía. Cuando en la sociedad existen, de una parte, la propiedad privada de los bienes de producción y, de otra, una clase de hombres que no dispone de más mercancía que su fuerza de trabajo la apropiación de la plusvalía por el capital se realiza en la igualdad jurídica formalmente considerada [1865].
Cuota de plusvalía
La cuota de plusvalía dependerá, si las demás circunstancias permanecen invariables, de la proporción existente entre la parte de la jornada de trabajo necesaria para reproducir el valor de la fuerza de trabajo y el tiempo suplementario o plustrabajo destinado al capitalista. Dependerá, por tanto, de la proporción en que la jornada de trabajo se prolongue más allá del tiempo durante el cual el obrero, con su trabajo, se limita a reproducir el valor de su fuerza de trabajo o a reponer su salario [1865].
Plusvalía absoluta y plusvalía relativa
Llamo plusvalía absoluta a la plusvalía producida mediante la prolongación de la jornada de trabajo, Por el contrario, llamo plusvalía relativa a la plusvalía que brota de la abreviación del tiempo de trabajo necesario y la alteración correspondiente de la razón cuantitativa entre los dos elementos de la jornada de trabajo. En este caso el capital tiene que subvertir las condiciones técnicas y sociales del proceso de producción, o sea, del modo de producción mismo, para aumentar la fuerza productiva del trabajo, rebajar el valor de la fuerza de trabajo y abreviar así la parte de la jornada de trabajo necesaria para reproducción de ese valor [1867].
El capitalista como persona y como personificación de las relaciones económicas
No coloco precisamente bajo una luz rosa las figuras del capitalista y el terrateniente. Pero aquí [en El capital] sólo se trata de personas en la medida en que son personificaciones de categorías económicas, portadores de determinadas relaciones e intereses de clase. Mi punto de vista, que concibe el desarrollo de la formación económica de la sociedad como un proceso histórico-natural, es el que menos puede hacer al individuo responsable de relaciones y situaciones de las que socialmente es criatura por mucho que pueda elevarse sobre ellas subjetivamente [1867].
Cuando las fuerzas productivas se hacen fuerzas destructivas
Lo mismo que en la industria urbana, en la agricultura moderna el aumento de la fuerza productiva y la mayor fluidificación del trabajo se compra al precio de la devastación y la extenuación de la fuerza de trabajo misma. Y todo progreso de la agricultura capitalista es un progreso no sólo en arte de depredar al trabajador sino también, y al mismo tiempo, en el arte de depredar el suelo; todo progreso en el aumento de su fecundidad para un plazo determinado es al mismo tiempo un progreso en la ruina de las fuentes duraderas de esa fecundidad. Cuanto más parte un país de la gran industria como transfondo de su evolución tanto más rápido es ese proceso de destrucción. Por eso la producción capitalista sólo desarrolla la técnica y la combinación del proceso social de producción al precio de minar al mismo tiempo las fuentes de las que mana toda riqueza: la tierra y el trabajador [1867].
El trabajador reclama al capitalista
Me pagas la fuerza de trabajo de un día y me consumes la de tres. Eso va contra nuestro contrato y contra la ley del intercambio de mercancías. Reclamo, por tanto, una jornada de trabajo de duración normal, y la reclamo sin apelar a tu corazón, pues cuando se trata de la bolsa no hay cordialidad que valga. Es posible que seas un ciudadano ejemplar, tal vez miembro de la Asociaión para la Supresión del Sufrimiento de los Animales, y hasta que estés en olor de santidad, pero la cosa que tú representas frente a mí no tiene corazón que le palpite en el pecho. Lo que parece pulsar allí dentro es el latido del mío. Reclamo la jornada normal de trbajo porque reclamo el valor de mi mercancía, como cualquier otro vendedor [1867].
Derechos del hombre y carta magna del trabajo
Para defenderse contra la serpiente de sus torturas los trabajadores tienen que juntar las cabezas e imponer como clase una ley al Estado, un obstáculo social superpotente que les impida venderse ellos mismos y su linaje, hasta la muerte y la esclavitud, en el contrato voluntario con el capital.
En el lugar del majestuoso catálogo de los derechos inalienables del hombre aparece la moderna Carta Magna de una jornada de trabajo legalmente limitada, la cual pone finalmente en claro cuándo termina el tiempo que vende el trabajador y cuándo empieza el suyo propio. Quamtum mutatus ab illo. [1867].
La violencia en la historia
La violencia es la comadrona de toda vieja sociedad preñada de una sociedad nueva [1867].
El capitalista no hace sino afirmar su derecho de comprador cuando intenta alargar todo lo posible la jornada de trabajo y convertir, si lo consigue, una jornada de trabajo en lo que antes eran dos. Por otra parte, la naturaleza específica de la mercancía vendida en este caso impone un límite a su consumo para el comprador, y el trabajador afirma su derecho de vendedor cuando pretende limitar la jornada de trabajo a una determinada magnitud normal. Así hay, pues, una antinomia, derecho contra derecho, sellados ambos igualmente por la ley del intercambio mercantil. Y entre dos derechos iguales lo que decide es la violencia, la fuerza (Gewalt) [1867].
En privado
Ocurra lo que ocurra [con El capital] la burguesía se acordará de mis forúnculos mientras viva [a Engels, 1867]
Mi máxima favorita es: Nihil humanum a me alienum puto. Mi motto favorito es: De omnibus dubitandum [1868]
Sobre la cuestión irlandesa
La burguesía inglesa no ha explotado solamente la miseria irlandesa para hacer empeorar la situación de la clase obrera en Inglaterra por la inmigración forzosa de los irlandeses pobres, sino que, además, ha dividido al proletariado en dos campos hostiles, El ardor revolucionario del obrero celta no combina con la naturaleza robusta, pero pausada, del obrero anglosajón. Hay, en todos los grandes centros industriales de Inglaterra, un antagonismo profundo entre el proletariado irlandés y el proletario inglés Este antagonismo entre los proletarios de la propia Inglaterra está alimentado artificialmente por la burguesía, que sabe que esta escisión es el verdadero secreto del mantenimiento de su poder.
Irlanda es el único pretexto del gobierno inglés para mantener un gran ejército permanente que, en caso de necesidad, es lanzado, como se ha visto, contra los obreros ingleses, tras haber pasado sus estudios soldadescos en Irlanda. Finalmente en Inglaterra se repite en nuestros días lo que nos enseñó la antigua Roma en una escala monstruosa. El pueblo que subyuga a otro pueblo forja sus propias cadenas.
La posición de la AIT respecto a la cuestión irlandesa es muy clara. Su principal obligación es impulsar la revolución social en Inglaterra. Y para ello hace falta dar un golpe decisivo en Irlanda. Las resoluciones del Consejo General sobre la amnistía irlandesa han de servir para introducir otras resoluciones que afirmen que es condición preliminar de la emancipación de la clase obrera inglesa transformar la presente Unión forzosa, es decir, la esclavitud de Irlanda, en una Confederación igual y libre, si es posible, o en separación completa, si hace falta [1870].
Internacionalismo: la red
El objetivo de la AIT es la emancipación económica de la clase obrera mediante la conquista del poder político y la utilización de este poder político para la realización de los fines sociales.
Nuestros objetivos tienen que ser necesariamente tan amplios como para abarcar todas las formas de actividad de la clase obrera. Dar a estos objetivos un carácter particular habría significado reducirlos a las necesidades de una solo sección, a las necesidades de los trabajadores de una sola nación. Pero entonces ¿cómo convenceríamos a todos de que se unieran si el objetivo fuera alcanzar sólo las metas de algunos? Si nuestra AIT fuera así no tendría derecho a llamarse Internacional.
La AIT no impone ninguna forma fija al movimiento político. Sólo exige que este movimiento se oriente hacia un mismo fin. La AIT está formada por una red de sociedades afiliadas que abarca todo el mundo del trabajo. En cada una de las partes del mundo aparecen aspectos particulares del problema del trabajo; los obreros los tienen cuenta y tratan de resolverlos a su manera. Pues las organizaciones obreras no pueden ser absolutamente idénticas en Newcastle y en Barcelona, en Londres y en Berlín. La Internacional no tiene la pretensión de imponerles su voluntad, ni siquiera pretende dar consejos: ofrece a todo movimiento en curso su simpatía y su ayuda, dentro de los límites establecidos por sus estatutos. [1871, Entrevista concedida a The World, de New York].
El azar y la subjetividad en la historia del mundo
La historia del mundo sería realmente una historia muy fácil de hacer si toda acción se llevara a cabo sólo bajo el impulso de suertes infaliblemente favorables, Y, por otra parte, si en ella no entrara en manera alguna «el azar» seña una historia de naturaleza completamente mística, Estos azares fortuitos entran, naturalmente, en el curso general de la evolución de las cosas y resultan compensados por otras casualidades fortuitas, Pero la aceleración o el retraso de los acontecimientos son cosas que dependen en gran parte de casualidades de ese tipo, entre las cuales hay que contar también con el carácter de las personas que están a la cabeza del movimiento [1871, Carta a Kugelmann]
Dialéctica
La dialéctica, en su figura racional, es un escándalo y un horror para la burguesía, porque abarca en la comprensión positiva de lo existente también y al mismo tiempo la comprensión de su negación, de su ocaso necesario, concibe toda forma devenida en el flujo del movimiento, o sea, también por su lado perecedero, no se deja impresionar por nada y es, por su esencia, crítica y revolucionaria [1873].
Necesidad y libertad
El reino de la libertad sólo empieza allí donde termina el trabajo impuesto por la necesidad y por la coacción de los fines externos: se encuentra, pues, más allá de la esfera de la verdadera producción material. Así como el salvaje tiene que luchar con la naturaleza para satisfacer sus necesidades, para encontrar el sustento de su vida y reproducirla, el hombre civilizado tiene que hacer lo mismo bajo todas las formas sociales y bajo todos los sistemas de producción. A medida que se desarrolla, desarrollándose con él sus necesidades, se extiende este reino de la necesidad natural, pero al mismo tiempo se amplían también las fuerzas productivas para satisfacer aquellas necesidades.
En el ámbito de la producción la libertad sólo puede consistir en que el hombre socializado, los productores asociados, regulen racionalmente este su intercambio material con la naturaleza, lo pongan bajo su control común en vez de dejarse dominar por él como por un poder ciego, y lo lleven a cabo con el menor gasto posible de energía y en las condiciones más adecuadas y más dignas de su naturaleza humana. Pero, con todo ello, siempre segiuira siendo éste un reino de la necesidad. Es más allá de sus fronteras donde comienza el despliegue de las fuerzas humanas que se considera como fin autónomo. Tal es el verdadero reino de la libertad, el cual sólo puede florecer tomando como base aquel mismo reino de la necesidad. La condición fundamental para ello es la reducción de la jornada de trabajo [El capital, libro 3, capítulo IIL]
Movimiento y programas
Cada paso del movimiento real es más importante que una docena de programas [1875].
Poner un bozal al Leviatán estatal
La libertad consiste en que el Estado deje de ser un órgano superpuesto a la sociedad para convertirse en órgano completamente subordinado a ella. Ya hoy las formas de Estado son más o menos libres según la medida en que se limite la «libertad del Estado» [1875].
De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades
Sólo cuando haya desaparecido la subordinación de los individuos a la división [social] del trabajo así como la oposición entre trabajo intelectual y trabajo corporal, cuando el trabajo no sea ya medio de vida, sino la primera necesidad de la vida, cuando todas las fuentes de la riqueza cooperativa fluyan en abundancia, o sea, en una fase superior de la sociedad comunista, sólo entonces la humanidad podrá escribir en sus banderas: De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades [1875].
Viento del Este
Rusia está desde hace algún tiempo en el umbral de la revolución. El cambio comenzará con un comedia constitucional y luego habrá una buena gresca. Si la madre naturaleza no es extremadamente dura con nosotros tal vez todavía vivamos lo suficiente para ver el delicioso día de la ceremonia. La revolución empezará esta vez en el Este, el mismo Oriente al que hemos considerado baluarte hasta el presente invencible y ejército de reserva de la contrarrevolución [1877].
Una precisión sobre la teoría de la historia
Acontecimientos de una semejanza extraordinaria, que tienen lugar en diferentes contextos históricos, llevan a resultados totalmente diferentes. Estudiando cada uno de esos desarrollos por separado, y luego comparándolos, se puede descubrir fácilmente la clave del fenómeno. Pero nunca se alcanzará el éxito con la llave maestra de una teoría histórico-filosófica general, cuya suprema virtud consistiera en ser suprahistórica [1878].
La revolución de las mayorías
No hace falta ser socialista para anticipar que en Rusia, Alemania y Austria, y quizás en Italia, si los italianos siguen moviéndose en la dirección actual, habrá revoluciones sangrientas. Los acontecimientos de la revolución francesa podrían repetirse en esos países. Esto es evidente para todo el mundo que conozca las relaciones políticas, Pero estas revoluciones las harán las mayorías. Las revoluciones no las hará un partido: las hará todo el país [1878-1879, servicio especial desde Londres para Chicago Tribune, MEW, bd, 34, pág. 508-516].
EEUU/Rusia
Es imposible encontrar analogías reales entre Estados Unidos y Rusia. En los Estados Unidos los gastos del gobierno aumentan cada día y la deuda pública se reduce rápidamente cada año que pasa. En Rusia la bancarrota es una perspectiva que cada vez parece más inevitable. En los Estados Unidos se han liberado (eso sí, de una manera particularmente infame, en beneficio de los dadores de crédito y a costa del menu peuple) de su papel moneda: Rusia, en cambio, no tiene industria más floreciente que la del papel moneda. En los Estados Unidos la concentración del capital y la expropiación progresiva de las masas no son sólo el vehículo sino también el resultado natural (aunque acelerado artificialmente por la Guerra de Secesión) de un desarrollo industrial, de un progreso agrícola, etc. que se produce con una rapidez sin precedentes; Rusia recuerda más bien la época de Luis XIV y de Luis XV por el hecho de que la sobrestructura financiera, comercial, industrial o, para decirlo mejor, la fachada del edificio social, dan la impresión (aunque en Francia tuviera una base mucho más sólida que en Rusia) de subrayar irónicamente el estado estancado de la masa de la producción (agrícola) y el hambre de los productores. Actualmente los Estados Unidos han alcanzado a Inglaterra en cuanto a la rapidez del progreso económico, aunque todavía van retrasados en cuanto a la extensión de la riqueza adquirida, pero al mismo tiempo las masas son más móviles y cuentan con medios políticos más importantes para rechazar una forma de progreso realizado a su costa. [Carta a Danielson, 10 de abril de 1879].
Limitación del análisis realizado en El capital
La «inevitabilidad histórica» de la evolución capitalista está expresamente limitada [en El capital] a los países de Europa occidental. El análisis de El capital no aporta razones ni a favor ni en contra de la vitalidad de la comuna rusa. Sin embargo, el estudio especial que he hecho sobre ella me ha convencido de que la comuna es el punto de apoyo para la regeneración social en Rusia. Ahora bien, para que pueda funcionar como tal, las influencias dañinas que asaltan a la comuna por todos los lados deben ser primero eliminadas y luego se le deben garantizar las condiciones normales para su desarrollo espontáneo [1881].
Ultimas palabras del revolucionario esperanzado: Viento del Este/Viento del Oeste
Si la revolución rusa se convierte en una señal para la revolución proletaria en Occidente, de tal modo que una complemente a la otra, entonces la propiedad campesina comunal de la tierra podrá servir como punto de partida para un desarrollo comunista [1882].
Marx crítico del marxismo
Yo no soy marxista [a Engels, 1882]
Aquí finaliza la antología del que fuera profesor de la UPF y maestro, compañero y amigo de muchos de nosotros. Puede verse entre su documentación una versión de esta antología más reducida. Probablemente fuera esta última la que se facilitó al visitante de la exposición del CCCB. Yo mismo fui uno de ellos pero mi memoria no ha acuñado bien este detalle.
Marx no fue marxista según su propio comentario (cuya profunda ironía político-epistemológica se entiende muy bien un siglo después). Francisco Fernández Buey lo fue, fue un marxista-comunista. Pero sin ismos, sin repeticiones, pensando con su propia cabeza, enriqueciendo (y revisando cuando fue necesario) una tradición de política socialista transformadora, siempre con mirada documentada, praxeológica y pensando y sintiendo desde abajo. Como Marx, como uno de sus grandes clásicos.
PS: Un respiro. Hemos hablado ya de la película de Raoul Peck, El joven Karl Marx (Le jeune Karl Marx), Francia, 2016. Conviene regresar sobre ella. Les dejo en buenas manos, con una mirada siempre crítica e interesante, con una reseña (bien interesante, como todo lo suyo) de Josep Torrell [2]
A mí, me gustó El joven Marx, del mismo modo que amo Presidente Mitterrand (2005), de Robert Guediguian, o Pasolini (2015), de Abel Ferrara. Son todas ellas películas tradicionales pero, al mismo tiempo, son también películas serias. Presidente Mitterrand es la primera (y la última) película que acepta pactar el programa común con el partido comunista francés (y en la que hay poderosas imágenes de Mitterrand hablando a una clase en trance de desaparecer de la historia). El asesinato de Pasolini es algo más complicado que lo que cuenta Ferrara, como queda de manifiesto con el hecho de que participaron en la muerte ciertas personas que no formaban parte de las calientes noches romanas (pero sí de la historia contemporánea italiana). Una película siempre necesitará alguien que la cuente, alguien que la explicite, aunque sólo sea por el tiempo transcurrido.
En El joven Marx hay un plano extraordinario y contradictorio de Marx y Engels comiéndose un opíparo bogavante. Pero la extrañeza desaparece cuando uno piensa que estos viejos crustáceos se pescaban en el mar Atlántico por los pescadores occidentales, pero se vendían solo como morralla: como comida de «domingo» para familias de pocos medios (como los Marx).
El joven Marx es un relato de aprendizaje de Marx y de Engels de que los científicos siempre han tratado de explicar el mundo, pero ahora se trata de transformarlo (actitud no precisamente compartida por Proudhon, por ejemplo).
La película empieza con la pesadilla del robo de leña (1843) y termina con la edición de El Manifiesto Comunista (1848): comprende, pues, cinco años, los años en que Marx y Engels se conocen y se hacen amigos. No faltan apuntes lúcidos sobre quiénes eran y que querían estos jóvenes revolucionarios, y hay una buena escena en la que queda patente (aunque no dicho) que la pasión amorosa de Engels es en realidad la nueva relación amorosa.
Es evidente que la historia de Marx y Engels no termina con la publicación de El Manifiesto Comunista, sino que más bien empieza con ella. Ambos lucharon en las trifulcas de la asociación internacional de trabajadores y Marx publicó El Capital (1867). El problema es que esa historia no cabe en dos horas de película.
Lo que hay que ver hoy, hay que verlo con los ojos del mañana. Cualquier profesor que se plantee explicar El Manifiesto comunista tendrá en sus manos esta bella y arrebatada película (y lo agradecerá). Además el joven Marx es también una historia bien contada y magníficamente fotografiada.
Notas:
(1) Primera parte de la antología marxiana de FFB: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=237630
(2) Fuente: http://mientrastanto.org/boletin-165/en-la-pantalla/el-joven-karl-marx
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