El pasado 2 de abril, con un poco de antelación, se celebró en la capital de México un acto de homenaje al 75 aniversario de la proclamación de la II República Española por parte de los exiliados republicanos y sus descendientes en México. La celebración, en forma de comida, fue organizada por el Ateneo Español […]
El pasado 2 de abril, con un poco de antelación, se celebró en la capital de México un acto de homenaje al 75 aniversario de la proclamación de la II República Española por parte de los exiliados republicanos y sus descendientes en México. La celebración, en forma de comida, fue organizada por el Ateneo Español de México y reunió a varios centenares de personas con una misma determinación: reivindicar el pasado, el presente y el futuro de las ideas republicanas para el Estado español así como la memoria de aquellos que tuvieron que abandonar su tierra a causa de la represión franquista.
El acontecimiento fue marcadamente emotivo para los exiliados directos que sufrieron la crueldad y la injusticia del fascismo español en su propia piel pero también lo fue para todos los allí presentes, familiares o no de semejantes ejemplos de dignidad humana. Las intervenciones fueron variadas y pasaron por el estrado desde exiliados españoles con acento ya mexicano a luchadores infatigables con indeleble acento andaluz pese a los años en México, amén de un sinfín de voces emocionadas por el recuerdo.
Una emoción contagiosa la que transmiten personas como Charo, Aída, Alberto, Amapola o Natacha, por sólo citar unos nombres… Seres con vidas a sus espaldas que servirían para escribir un libro entero de aventuras y desventuras. Entre ellos, algunos que cruzaron los Pirineos a temprana edad en aquel aciago y gélido febrero de 1939, otros venidos al mundo en campos de concentración franceses y otros que presumen de haber nacido del primer matrimonio civil que hubo en su pueblo. Pero también encontramos hijos de militares que defendieron la República hasta las últimas consecuencias junto con descendientes del primer presidente de la República que armó oficialmente al pueblo, nietos de destacados científicos e intelectuales de la época con hijos de sindicalistas o de trabajadores sin más. En definitiva, hijos y nietos de personajes que aparecen en los libros de Historia junto a hijos y nietos de personas que hicieron la Historia pero que nunca aparecerán en los libros.
Casi al final del acto, tras las muchas intervenciones y los agradecimientos encarecidos a México por haberlos acogido, se dio un aplauso en honor a los padres y madres de los que allí estaban y que habían muerto en México. Aquellos que, como dijeron, «están enterrados bajo el manto de la generosa tierra de México». Por último, cabe destacar que los exiliados y sus descendientes, vinculados al Ateneo Español y organizados algunos en la Asociación Descendientes del
Exilio Español (http://www.exiliados.org), se quejaron de cómo aquél que Franco designó como su sucesor, Juan Carlos I, sigue campando a sus anchas por España. Asimismo, también hubo críticas a la más que cuestionable transición española que se pretende exportar como ejemplo a seguir por algunos países latinoamericanos. Por suerte, estos abuelos y abuelas conservan una memoria cristalina que contrasta con la distorsionada imagen que en los medios de comunicación se ofrece de la «modélica» Familia Real española -y la Constitución que la ampara- y que tanto ha ayudado a su «asimilación» como parte «intocable» de la realidad política española. Una idea que es bochornosa máxime cuando se tiene delante a gente que puede decir con orgullo que hace 75 años, hubo un día, en España, donde se comprobó que «otra España es posible». Esa infinidad de hombres y mujeres que demostraron con creces estar dispuestos a dar su vida por otro tipo de sociedad pueden contar hoy con legiones de seres humanos que existimos, pensamos como ellos, respiramos como ellos y, aunque silenciados por los medios, gritamos bien alto… ¡¡Viva la III República!!