Uno de estos días, en el noticiario de Chilevisión, para el caso cualquier televisora da lo mismo, la periodista Macarena Pizarro, insistió que en que no se sabía dónde estaba el presidente Nicolás Maduro. Esto a propósito de las noticias sobre el arribo a Venezuela del candidato perdedor en las elecciones, el que, acompañado por expresidentes latinoamericanos, llegaría a exigir ser investido como primer mandatario de esa nación.
Digamos de entrada que una dictadura brutal, que viola los derechos humanos, que persigue a sus opositores y restringe las libertades fundamentales, secuestra a líderes de la oposición y tortura salvajemente a la gente, no necesita que se le ataque mediante mentiras.
Bastaría mostrar y demostrar esas violaciones a los derechos humanos de las personas para que la gente de bien tome partido por la democracia y por las víctimas de ese régimen.
Uno de estos días, en el noticiario de Chilevisión, para el caso cualquier televisora da lo mismo, la periodista Macarena Pizarro, insistió que en que no se sabía dónde estaba el presidente Nicolás Maduro. Esto a propósito de las noticias sobre el arribo a Venezuela del candidato perdedor en las elecciones, el que, acompañado por expresidentes latinoamericanos, llegaría a exigir ser investido como primer mandatario de esa nación.
La periodista Pizarro repetiría que la asunción para el nuevo período presidencial de Maduro sería desde la clandestinidad porque la situación era de tal descontento ciudadano, que el presidente no se atrevía a salir a la calle. No le cupo dudas.
Sin embargo…
El hecho, porfiado, insistente, majadero, es que el presidente Nicolás Maduro asumió su mandato en la Asamblea Nacional de ese país, en presencia de las autoridades del sistema político de Venezuela, de veinticinco delegaciones extranjeras y trasmitido en directo a todo el mundo.
Del excandidato y su corte de expresidentes que entrarían a Venezuela, ni luces. Caracas gozaba de plena normalidad y la legítima, aunque pichiruche manifestación de la oposición pasó con más pena que gloria.
Más y peor.
Ante el publicitado secuestro de la dirigente de la oposición, María Corina Machado, la cancillería chilena sacó una declaración “… que rechaza y manifiesta su preocupación ante la detención de la que fue objeto la líder opositora…”. Por su parte, el presidente Boric dijo, «Hay información de que habría sido detenida, retenida, desconozco en qué condiciones, la dirigente opositora María Corina Machado. Como no tengo los últimos antecedentes, no me puedo referir en detalle a esto…”
¿En qué quedamos?
El caso es que jamás hubo tal detención, ni secuestro ni nada parecido, sin embargo, ni el presidente Boric ni el canciller Van Klaveren corrigieron sus acusaciones y supuestos.
¿El presidente y el canciller le creyeron a la periodista Macarena Pizarro?
Tenga usted la opinión que quiera del proceso venezolano. Considere usted su simpatía o antipatía por Nicolás Mauro y su estilo. Piense incluso que esa es una dictadura.
Pero hay algo que no puede ser legítimo ni legitimado: las amenazas como recurso de las relaciones entre Estados, la injerencia en la situación interna de los países, ni en el uso de las mentiras más abyectas para intentar enlodar a quienes no piensan igual que usted.
Si la de Maduro es una dictadura terrible, violadora de los derechos humanos, que persigue a sus opositores, que detienen y tortura en cárceles secretas, seguro que no se necesitará de mentiras para denunciar tamaña tiranía.
Pero vea usted.
La asunción de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, trae aparejada las amenazas para anexionarse por medio de la fuerza a Groenlandia, Canadá y el Canal de Panamá. Perdonen lo poco.
¿Qué han dicho Boric y Van Klaveren al respecto? ¿Y qué dice la periodista Macarena Pizarro?
Nada. Ni lo harán.