La Fundación Federico Engels acaba de editar en su colección de Literatura de Combate la Autobiografía de Mother Jones, una mujer que se distinguió por su extraordinaria capacidad de organización y coraje en las luchas obreras de los Estados Unidos desde los años heroicos de los mártires de Chicago hasta las primeras décadas del siglo […]
La Fundación Federico Engels acaba de editar en su colección de Literatura de Combate la Autobiografía de Mother Jones, una mujer que se distinguió por su extraordinaria capacidad de organización y coraje en las luchas obreras de los Estados Unidos desde los años heroicos de los mártires de Chicago hasta las primeras décadas del siglo XX. Ella contribuyó poderosamente a poner en funcionamiento el sindicalismo en el país, y estuvo entre los que fundaron los IWW (Industrial Workers of the World), una organización que se convirtió en referencia para el proletariado de todo el mundo. Los editores en su introducción ponen de manifiesto la personalidad de esta luchadora legendaria, cuyo ejemplo sirve de estímulo en un momento en que el capital degrada cada día las condiciones de vida de la clase obrera.
Mary Harris Jones nació en 1837 en Cork (Irlanda) y viajó de niña a los Estados Unidos con su familia, huyendo de la desastrosa hambruna que asoló el país entre 1845 y 1849, a consecuencia de la cual aproximadamente un millón de personas perecieron y otras tantas se vieron forzadas a emigrar. Crece en Toronto, y allí realiza estudios de magisterio y costura. Luego, ya en los Estados Unidos, va alternando las dos profesiones. En 1861contrae matrimonio en Memphis (Tennessee), donde trabaja de maestra, pero su marido y sus cuatro hijos fallecen en la epidemia de fiebre amarilla de1867. Poco después, monta con una compañera un taller de costura en Chicago y allí toma conciencia del abismo entre las penurias de la clase obrera y la vida extravagante de la aristocracia del dinero para la que cose.
Después del gran incendio de 1871, que destruye su negocio, se implica cada vez más en las movilizaciones de los obreros de la mano de los Knights of Labor, la organización que, desde unas posiciones bastante conservadoras, defendía sus derechos en aquellos días. En las luchas que se desarrollan en torno a la gran huelga de los ferrocarriles de 1877, aprende una verdad fundamental, que los patronos van a utilizar cualquier arma contra la clase obrera, y en esta sucia labor, prensa, policía, ejército, jueces y políticos van a ser sus cómplices indefectiblemente. La tragedia del Haymarket el 4 de mayo de 1886 supone otro punto de inflexión. Jones es una reformista que no comparte los sueños revolucionarios de los anarquistas, pero ve en ellos aliados decididos en la reivindicación de las ocho horas y cuando en noviembre de 1887 los inocentes oradores de aquel día son asesinados, comprende que pocas excepciones va a hallar a su regla de oro: «Los privilegiados no conocen límites a la hora de mantener a los trabajadores en la esclavitud».
Los años que siguen son de trabajo intenso defendiendo y organizando a los explotados, arriesgando con ello la vida en muchos casos. La huelga es la única herramienta y, con sacrificio y coraje, algunas se ganan, aunque han de enfrentarse con matones y jueces al servicio de los patronos. Hay emocionantes relatos de luchas en los distritos mineros de Pensilvania en los años 90, con situaciones límite en la que demasiadas veces el heroísmo o la degradación son las únicas alternativas. En 1902 se logra que la United Mine Workers sea reconocida, lo que constituye una importante victoria moral, pero las extorsiones y asesinatos de cualquiera que intente organizarse continúan. Los detalles de estos atropellos son estremecedores. En 1903, Mother pone en marcha una caravana para concienciar del trabajo infantil que recorre varios estados y al fin consigue la abolición de esta lacra por la asamblea legislativa de Pensilvania.
Nuestra corajuda irlandesa amplía sus escenarios cuando a finales de 1903 los mineros de Colorado, sobre todo de origen hispano e italiano, se unen a la huelga que trata de romper la inercia en un estado donde el capital gobierna férreamente haciendo imposibles las mejoras que vota la cámara legislativa y se aprueban en referéndum. El larvado enfrentamiento con John Mitchell, líder nacional del sindicato, se encona al favorecer este el fin de la huelga de los mineros del norte, que deja en la estacada a los de Colorado. La represión es salvaje y al fin estos han de ceder. Los nuevos retos de Mother Jones son en California y después en Alabama, en cuya industria textil niños y niñas trabajaban desde los seis años doce horas al día con máquinas complicadas que a veces los amputan o matan. Lo mismo puede ver en Carolina del Sur. Después vuelve al norte; en las minas de carbón de Pittsburgh, a pesar de las reformas aprobadas, todavía trabajan niños en diversos puestos.
Mother Jones siempre tuvo un gran interés en los acontecimientos que se desarrollaban en México por esa época. Visitó el país en 1901 y 1911, y apoyó decididamente la liberación de los revolucionarios mexicanos encarcelados en los Estados Unidos. Entre 1912 y 1913 los mineros de Virginia occidental se ponen en huelga contra la esclavitud en la que viven, pagados con vales de empresa que sólo les permiten subsistir muy precariamente. Mother Jones acude a organizarlos; la represión es durísima y «los hombres mueren para que otros puedan ser libres», pero el conflicto concluye con una relativa victoria de los trabajadores. Como siempre, se demuestra que resulta esencial informar a la opinión pública de los atropellos. En 1913 en Arizona con los mineros del cobre, la situación se resolvió gracias a la mediación del gobernador Hunt, un caso de humanidad raro en su género.
Todavía en 1913, Mother va a Colorado cuando se recrudece allí el conflicto de los mineros de carbón. Es encarcelada varios meses y luego desde México trata de frenar la contratación de esquiroles. De vuelta en Colorado en enero de 1914 conoce las atrocidades de Rockefeller y sus sicarios. El 19 de abril, se produce la masacre de Ludlow, donde se usan ametralladoras contra los mineros y sus familias. Con actos divulgando estos hechos por todo el país se consiguió conmover a la opinión pública, pero la huelga fue derrotada. A partir de 1918, la victoria en la guerra mundial en nada aprovecha a los trabajadores. En 1919, la gran huelga del acero en Pensilvania y Ohio es un nuevo descalabro. La situación es tan extrema que en Kansas se llega a prohibir las huelgas. Los años 20 ven una disminución del número de conflictos. Mother Jones lamenta que esa es una época en que los dirigentes obreros abandonaron la entrega y rectitud heroica de los primeros tiempos para convertirse en una suerte de intermediarios agasajados por el poder y traidores a su clase. Su autobiografía fue publicada en 1925, cinco años antes de su fallecimiento en Maryland.
En la introducción del libro, los editores no olvidan mencionar algunas de las contradicciones de Mother Jones, no apoyando, por ejemplo, a las sufragistas o confiando de una forma que podríamos tildar de ingenua en los principios constitucionales de los Estados Unidos, sin que parezca que llegara a atisbar el rol fundamentalmente represivo del estado en la dinámica de las clases. Leer esta Autobiografía, que entusiasmó a Trotsky, es recordar los rasgos de la explotación terrible que caracterizaba las primeras etapas del capitalismo industrial, y adentrarse en la personalidad de una mujer que lo entregó todo en su lucha contra ella. Su mentalidad está contenida entera en la respuesta que dio cuando le preguntaron si le parecía prudente acudir a un distrito de Colorado donde los organizadores sindicales estaban amenazados de muerte: «No es prudente, pero es necesario.»
El papel esencial de la educación era una obsesión para ella, y en las horas de ocio siempre estimulaba a todos a la lectura. En un momento de su Autobiografía apostrofa así a algunos de sus seguidores: «Muchachos, escuchadme. En vez de ir a las salas de billar o de juego, subid a la montaña y leed este libro (Se refiere a Merry England del inglés Rober Blatchford). Sentaos bajo un árbol, escuchad a los pájaros y aprended de esas pequeñas criaturas emplumadas que no se explotan entre sí, ni se traicionan el uno al otro ni ponen a sus pequeños a cavar en busca de gusanos antes de tiempo. Escuchadlos cantar mientras trabajan. Lo mejor que podéis hacer es maldecir y fumar.»
Blog del autor: http://www.jesusaller.com/
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