El pasado fin de semana la prensa del cap i casal se hacía eco con regocijo y algarabía del nombramiento de un joven valenciano como embajador honorífico de Colombia ante la Unión Europea. En un principio imaginé que la alegría se debía a que, tal como está el patio, había que celebrar cualquier baja en […]
El pasado fin de semana la prensa del cap i casal se hacía eco con regocijo y algarabía del nombramiento de un joven valenciano como embajador honorífico de Colombia ante la Unión Europea. En un principio imaginé que la alegría se debía a que, tal como está el patio, había que celebrar cualquier baja en el más de medio millón de parados que hay desde hace un tiempo en la Comunitat, pero luego me enteré de que no, que el joven era periodista ya tenía trabajo antes de que el mismísimo Álvaro Uribe le encargara esta función.
Y es una lástima, sin duda, que así sea; pero no porque mi colega no se merezca duplicar sus ingresos en estos tiempos en los que el mileurismo se encarniza especialmente en los más jóvenes, sino porque este segundo empleo le supondrá un esfuerzo titánico además de ingrato. Porque no me digan que tratar de vender la buena imagen del gobierno más terrorífico de América Latina no ha de ser una labor, además de desagradable, inabarcable. Sólo hay que entrar en la página web de Amnistía Internacional y buscar Colombia, para conocer de qué va el paño. «En los últimos 20 años han muerto más de 70.000 personas y más de tres millones se han convertido en desplazados internos […] todas las partes en conflicto han cometido violaciones sistemáticas de los derechos humanos y del Derecho Internacional Humanitario, pero los paramilitares, en connivencia con el Ejército, son responsables de la mayoría de los homicidios de civiles, las desaparaciones y los casos de tortura», cito escuetamente.
Poner a eso buena cara parece, obviamente, algo imposible; pero quizás el joven valenciano tenga el suficiente estómago para lograrlo. Si necesita animarse, solo tendrá que mirar la prensa española para comprobar que la tarea del lavado de imagen del gobierno colombiano es posible. Da igual que allí se encontrara recientemente la fosa común más grande de la historia en América Latina, con más de 2.000 cadáveres de campesinos, sindicalistas y lideres sociales asesinados a manos del ejército y los paramilitares (no de las FARC -que tampoco no son unos santos-, no se confundan); nuestra prensa ha conseguido que la mayoría de los españoles apenas sean conscientes de ello y consideren un buen tipo a Álvaro Uribe, frente a los «terribles» Evo, Chávez, Correa o, por qué no, hasta los Castro. De modo que ya puede ir tragando bilis, porque, aunque su tarea es titánica, por desgracia, no es imposible.
Fuente: http://www.linformatiu.com/nc/opinio/detalle/articulo/una-labor-titanica/