En el poema «El mendigo» («Por el amor de Dios¡ una limosna! /…Me dan una limosna ¡por el amor de Dios!»…) el personaje de Rafael Alberti, cansado de que nadie le haga caso remata los versos con un rotundo «¡Cuánto hijo de puta hay por el mundo!». Como me resulta muy difícil a estas alturas […]
En el poema «El mendigo» («Por el amor de Dios¡ una limosna! /…Me dan una limosna ¡por el amor de Dios!»…) el personaje de Rafael Alberti, cansado de que nadie le haga caso remata los versos con un rotundo «¡Cuánto hijo de puta hay por el mundo!».
Como me resulta muy difícil a estas alturas explicar lo patético y a la vez contar el inmenso número de lenguas agolpadas tras las nalgas de Amancio Ortega, aviso de que aunque quede fuera de lugar y grosero, este escrito puede terminar con la misma frase. Vamos a intentar evitar la tentación poniendo el relato en «modo cuento» a ver si así logramos darle cierta consistencia:
Érase una vez que un multimillonario empresario de origen gallego, con ínfulas de filántropo, anunció su intención de donar desde su Fundación 309 millones de euros a hospitales de 15 comunidades y 2 ciudades autónomas (ya lo había hecho antes en Galicia y Andalucía) para equipamientos médicos destinados al tratamiento del cáncer.
La candidata de Unidas Podemos a la Comunidad de Madrid, Isa Serra, cometió el pecado de afirmar -entrevista radiofónica en la cadena SER- que la sanidad pública no debería aceptar donaciones del fundador de Inditex, argumentando «Creo que lo que tenemos que garantizar es que la sanidad pública tenga presupuesto propio, esto tiene que ver con que no se privatice la sanidad pública»
Al oír tamaña herejía, la jauría de dobermans con nómina en los medios de difusión ideológica, mal llamados de comunicación, se lanzó a morderla. A la par se abrieron las compuertas de las cloacas para rastrear y poner en el foco mediático toda la vida de Serra, eso sí, escudriñada con la lupa de miles de aumentos. Para llegar al alucinante descubrimiento de que antes de ser elegida diputada a los 26 años, aunque tuviese la carrera de Filosofía y un máster en Economía Internacional, no tenía un empleo estable ni adecuado a su cualificación. Debe de ser la única universitaria española en esas circunstancias. Todos sabemos que Abascal, Rivera y Casado renunciaron a sus respectivas cátedras de Harvard, Yale y Oxford para encabezar las listas electorales de Vox, Ciudadanos y PP ¿Cómo era eso de «la paja en el ojo ajeno»?
No satisfecha con su vesania, la comunista -seguramente «feminazi»- abrió un hilo en su cuenta de twitter guiada por el poco hispánico «donde dije digo, sigo diciendo digo» y en él defiende que la sanidad pública se financie con impuestos «los mismos que esquiva y elude Inditex. 600 millones en tres años. En España se ha ahorrado 218, en Francia 76, Italia 57… (datos con estimaciones a la baja)». No deberíamos olvidar que mientras la donación es un acto personal y voluntario, la sanidad es un derecho.
Con estas (re)afirmaciones la procesión de indignados se echó las manos a la cabeza. Esas mismas manos que se quedaron en los bolsillos cuando la Comunidad de Madrid recaudó 800 millones menos porque los ricos no pagan los impuestos de patrimonio lógicos en una sociedad avanzada. La regida por el principio de la imposición fiscal progresiva donde el que más tiene y más se beneficia, contribuye en mayor proporción.
O cuando en la última legislatura se han perdido 800 camas hospitalarias. Por no hablar del «regalo» de 1.860 viviendas sociales que Botella hizo a los fondos buitres o las 30.000 viviendas que Blackstone posee mientras centenares de personas son desahuciadas en la comunidad.
Ante este argumentario, se masca silencio (el de los corderos) ¡A quién importa -leed a Viçenc Navarro, Juan Torres o cualquier economista desafecto al Régimen- que las grandes fortunas de este país disfruten de una de las fiscalidades más bajas de la UE! Siempre pueden compensar lo que defraudan o escaquean aplicando la ingeniería financiera con una bandera monárquica en el balcón y pulsera a juego.
Por la historia sabemos que los grandes «emprendedores» hispanos son puro altruismo y nunca han querido hacer negocio con lo público. Que se lo pregunten al BBVA, Florentino Pérez o al flamante director de Asistencia Sanitaria de la Junta de Andalucía, Diego Vargas, enredado en un confuso caso de «recomendar la compra» de algún medicamento del laboratorio Techdow. Pura casualidad que fuera director médico del mismo hasta dos días antes de asumir su actual cargo.
Legal será, no lo dudo. Pero muy ético no parece. Y de estética horrorosa.
La sanidad pública es una joya que algunos políticos carroñeros querrían malvender para dejar todo el mercado a las clínicas concertadas, con la sección bisutería asistencial para pobres incluida. Como afortunadamente y de momento (cruzo los dedos) los españoles seguimos siendo iguales ante la enfermedad, piensan que cuanto más se deterioren los hospitales públicos más fácil les será vender la moto de concertar a costa del erario público. Porque el cabreo ante las carencias, masificación, tiempo… haga perder al paciente/usuario la perspectiva y olvide el negocio escondido tras la presunta libertad de elección. En la educación les está funcionado.
En España no es la billetera como en EEUU (paraíso del liberalismo capitalista defendido a capa y espada por el Trifachito y un sector nada desdeñable del PSOE) la que determina si nos tratan dignamente o nos dejan morir. Son los presupuestos generales del Estado. Ése al que todos y todas tenemos la obligación de sostener con nuestros impuestos.
El mejor resumen de la situación lo ha hecho bajo el prisma del humor El Mundo Today «Amancio Ortega dona 20 euros a un restaurante del que se fue sin pagar un menú de 40. El propietario agradece el gesto y afirma que con esta ayuda podrá pagar nuevos cubiertos». Sin palabras, como en las tiras clásicas.
Este cuento tiene su moraleja simple: Para evitar enredos, ¿no sería mejor que las empresas del señor Ortega paguen en nuestro país y en el resto los impuestos que les corresponden? Luego cuando no quepa duda de que sus obligaciones con hacienda están limpias como una patena, si quiere reconfortarse espiritualmente o demostrar que el rumor sobre las malas condiciones laborales de sus trabajadores (especialmente en el sudeste asiático) es un maldito bulo, que done lo que quiera.
Y si así lo desea, que lo done todo. Menos a sus palmeros. Con esos que monte un coro rociero.
Juan Rivera. Colectivo Prometeo.
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