Hay momentos de la vida que nunca se pueden olvidar. La orden de masacrar cruel, sangrienta y prepotentemente, que la policía armada ejecutó el día 3 de marzo de 1976 en Gasteiz es uno de esos momentos. Detrás de aquella gustosa obediencia estaban desde el Jefe del Estado Español de aquel momento, pasando por los […]
Hay momentos de la vida que nunca se pueden olvidar. La orden de masacrar cruel, sangrienta y prepotentemente, que la policía armada ejecutó el día 3 de marzo de 1976 en Gasteiz es uno de esos momentos.
Detrás de aquella gustosa obediencia estaban desde el Jefe del Estado Español de aquel momento, pasando por los miembros de su Gobierno, hasta elementos como los empresarios, banqueros, y otras muchas instancias políticas, religiosas y de otra índole de los poderes fácticos, que posibilitaron aquel castigo ejemplar.
Porque el objetivo de la masacre terrorista que consiguió cinco muertos, casi un centenar de personas con heridas de bala, y cientos de personas apaleadas, con heridas por las caídas y con secuelas de respirar los gases lacrimógenos con los que nos obligaron a salir de la iglesia de San Francisco de Zaramaga.
La policía armada empleó todo tipo de armas incluso las de guerra para conseguir los resultados de la «mayor paliza de la historia». Todo un mérito policial: masacrar y asesinar con sus armas a unos cuantos miles de personas desarmadas y con teníamos una voluntad exclusiva y única de reunirnos en una asamblea para hablar, debatir y ponernos de acuerdo.
Aquella masacre terrorista del estado español generó un montón de víctimas. Las víctimas más evidentes fueron las muertas, las heridas y todas sus familias, sus amistades, pero también existieron otras. La otra víctima de aquella masacre terrorista fue la dinámica de organización, las formas de lucha, las dinámicas de participación que ponían en cuestión un proceso secreto y pactado de transición en el que se fraguaba la milagrosa conversión de la democracia orgánica del régimen franquista en la democracia orgánica que hoy padecemos y también el sistema económico que hace posible las injusticias, las opresiones y las desigualdades.
En la herencia de Franco y de quienes en realidad estaban en el poder, no cabían aquellos excesos de libertad, no cabía poner patas arriba un Estado y la estructura que ha permitido diluir las responsabilidades de décadas de autoritarismo, de abusos, de represión, de muertes y cárceles en el más perverso de los perdones impuestos.
Después de 29 años de aquella jornada inolvidablemente cruel y dolorosa, se mantiene el mismo informe de la misma policía que ejecutó la masacre. En ese informe se culpa «a la demagogia de los líderes, los cuales, en las asambleas que se celebraban en las iglesias conseguían crear en los obreros un estado de superexcitación que los convertía en una masa sin control».
Con esta base argumental se llega a decir que el día 3 de marzo se había prohibido la asamblea que estaba convocada a las 17:00 horas de la tarde, que la policía «invitó al desalojo de la iglesia, pero viéndose insultados y abucheados por una multitud agresiva, hicieron uso de los medios antidisturbio de que disponían, momento en que los manifestantes, entre 8.000 y 10.000 personas, se abalanzaron sobre ellos portando toda clase de objetos contundentes, incluso cuchillos y cristales de la propia iglesia envueltos en pañuelos a modo de arma blanca, por lo que la Fuerza actuante se vio desbordada y para defender su s propias vidas, hicieron uso de sus armas reglamentarias, …» Durante 29 hemos tenido que seguir asistiendo a la repetición de aquella masacre y de esas mentiras del Estado. Porque mantener semejante cúmulo de patrañas es matar cada año a cinco obreros, herir de bala a casi un centenar, apalear y gasear a miles de personas, a generar el terror en toda Gasteiz durante aquel y los siguientes días con una ocupación policial que incluía reprimir y dispersar a cualquier grupo mayor de una persona.
Este año se vuelve a repetir la masacre. Ya son 145 muertos, casi 2.900 personas heridas de bala, decenas de miles las apaleadas y gaseadas. Porque mientras el Estado español mantenga que aquella acción terrorista fue culpa de quienes exigíamos libertad, mejoras salariales y sociales y participación en la resolución de nuestros asuntos, nos está diciendo que lo volverían a repetir, que en definitiva asumen que lo hicieron y que lo hicieron bien.
* Javi Ruiz. Activista político y asalariado de Forjas Alavesas en 1976.