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La lucha por la dignidad en Extremadura no descansa en las vacaciones navideñas

Una noche en el encierro de los Campamentos Dignidad

Fuentes: Diagonal

Un fin de año diferente, reivindicativo. Entre crucifijos, humedades, frío, alimentos donados por la solidaridad de muchas personas, sacos de dormir, mantas… así es como han decido pasar los y las activistas del Campamento Dignidad de Extremadura el fin del 2014 y empezar también luchando el 2015. Llevan encerrados en Badajoz, en lugares propiedad de […]

Un fin de año diferente, reivindicativo. Entre crucifijos, humedades, frío, alimentos donados por la solidaridad de muchas personas, sacos de dormir, mantas… así es como han decido pasar los y las activistas del Campamento Dignidad de Extremadura el fin del 2014 y empezar también luchando el 2015. Llevan encerrados en Badajoz, en lugares propiedad de la Iglesia, desde el 23 de diciembre, cuando decidieron ocupar la Catedral de Badajoz, sumándose a la protesta convocada a nivel estatal por el Movimiento Contra el Paro y la Precariedad. Sus reivindicaciones son básicas: el pago inmediato de la renta básica a miles de extremeños que llevan meses solicitándola y que el gobierno de Monago bloquea, el fin de los desahucios de viviendas sociales y luz, agua y gas como derecho universal. Todo esto se puede resumir bajo el lema «pan, trabajo y techo».

Activistas llegados de varios pueblos y ciudades de toda Extremadura, como Almendralejo, Villafranca, Don Benito, Mérida, Olivenza y del propio Badajoz están ahora en la Parroquia de San Juan Bautista tras abandonar la Catedral por presiones del Vicario, que no les quiso ceder el espacio de la catedral más días. El día 26 decidieron trasladar la protesta a esta parroquia, ubicada en un lugar más céntrico y visible, al lado del Teatro López de Ayala. «Llegamos a la parroquia en grupos de unas diez personas más o menos, mientras nos estaban echando de la catedral», afirma una de las activistas que duerme esta noche en la parroquia. «El sacerdote se negó rotundamente en un principio a que nos quedáramos y nos dijo que no estaba a favor de las reivindicaciones del Campamento Dignidad, ni de las movilizaciones sociales», pero finalmente le preguntaron al sacerdote que si llamaría a la policía si se quedaban allí, a lo que respondió que no. Tras una dura negociación con el sacerdote de la parroquia, que se negaba a alojarlos dentro de la capilla, finalmente les habilitó una pequeña sala situada a la entrada de la parroquia, donde no caben más de diez personas para dormir. Pasamos una noche con ellos, en estos últimos días de año.

La cena es a las 9 y media de la noche. Bocadillos de chorizo, queso, zumos, agua, polvorones, magdalenas y cafés es lo que pueden ofrecer a decenas de activistas y personas en exclusión social. Tras la cena, nueve activistas dormirán en la pequeña habitación esta noche. Ambientada con un pequeño aparato de aire caliente que mantiene la habitación acomodada y lejos de las difíciles temperaturas bajo cero que hay al salir de la habitación que da con la calle. Las horas pasan rápido entre enriquecedoras tertulias políticas, lecturas y, sobre todo, buen humor. Recuerdan como ya pasaron la Nochebuena entre cantes, bailes y villancicos reivindicativos, como si de una gran familia se tratara. Otras noches han acudido también a dormir al encierro personas sin techo que duermen habitualmente en la calle, pero esta noche no ha venido ninguno. Puede que hayan encontrado algún cajero donde resguardarse. A la hora de dormir tienen que abrirse hueco, apilando las sillas, los sillones, las mesas y los alimentos sobre las paredes, para poner sobre el suelo los colchones de goma espuma de los que disponen.

Tras una dura noche, rodeada de ruidos de la calle y la luz de las farolas que penetra por los ventanales, desayunamos junto a los que han dormido en la parroquia y otros que llegan que no han pasado la noche en el encierro. Uno de los activistas del Campamento Dignidad afirma que muchas mañanas vienen a desayunar personas que no tienen nada que llevarse a la boca. La comida necesaria para sobrevivir en el encierro proviene de la solidaridad de muchos y muchas pacenses, de Cáritas o de bancos de alimentos. «A parte de comida, también nos han ofrecido una ducha caliente donde poder asearnos«, afirma una activista de Olivenza. «El primer día vino un hombre y nos dio 100 euros para que empezara a funcionar el encierro». Cientos de personas se pasan por el día por el encierro a mostrar su solidaridad y firmar por una renta básica a nivel estatal.

Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/global/25221-noche-encierro-campamentos-dignidad.html