El conflicto entre clases sociales ha sido la forma en que los asalariados han conseguido cambiar su situación y mejorar sus condiciones de vida. Ha sido una lucha larga y costosa que ha dejado en el camino mucho dolor y mucha sangre. Lógicamente la conformación social, la profunda transformación actual y los avances en derechos […]
El conflicto entre clases sociales ha sido la forma en que los asalariados han conseguido cambiar su situación y mejorar sus condiciones de vida. Ha sido una lucha larga y costosa que ha dejado en el camino mucho dolor y mucha sangre. Lógicamente la conformación social, la profunda transformación actual y los avances en derechos es consecuencia de esa lucha permanente entre las clases dominantes y las dominadas.
Mucho ha cambiado nuestra sociedad en los últimos años. Aquella lucha de clases entre grupos sociales antagónicos (burguesía -capital, fábricas, máquinas, transportes- y proletariado -fuerza del trabajo-), ha dado paso a otra concepción de esa lucha (los de arriba -grandes empresarios, ricos, banqueros- y los de abajo -sufridores de la crisis-). En el momento actual se diluyen y cambian las relaciones de producción y se incorporan poderes económicos influyentes, ajenos a la propia soberanía nacional.
Actualmente, el sistema capitalista (neoliberalismo) ha hundido a nuestro país en una profunda crisis que ha afectado no sólo (mayoritariamente) a la clase trabajadora, sino también a capas sociales que hasta no hace muchos años formaban parte de una clase acomodada (pequeños y medianos empresarios, autónomos, profesionales liberales, funcionarios), una clase media que disponía de un nivel de vida por encima de la clase trabajadora. El grave deterioro social, esta desastrosa situación de los últimos años (paro, pobreza, exclusión, desahucios, bajada de salarios, pérdida de derechos laborales, privatizaciones…), ha afectado a la inmensa mayoría de la población. También a esa clase media hasta ahora era intocable, porque llegaba en algunos momentos a sentirse más cerca de los de arriba y porque mantenía un cierto equilibrio entre los poderosos y las clases trabajadoras.
Todo esto se ha derrumbado. El nuevo estatus social se ha separado radicalmente en dos bloques que vuelven a ser antagónicos. Dos clases cuyas diferencias se han acrecentado. Por una parte, están las grandes fortunas (cada vez más voraces), las grandes empresas (cada vez exigiendo más ganancias a costa de esclavizar a los trabajadores) y grandes entidades financieras y bancarias (rescatadas con dinero público, cada vez más depredadoras y con el poder para imponerse a los gobiernos) y, por otra, la inmensa mayoría de la población (trabajadores, jubilados, amas de casa, parados, pequeños y medianos empresarios, autónomos, profesionales liberales, funcionarios…) que sienten como le recortan el poder adquisitivo, como no pueden mantener a su familia, como los desahucian de sus viviendas, como pierden derechos laborales y sociales, como tienen que emigrar buscando un puesto de trabajo, como privatizan servicios públicos imprescindibles (sanidad, educación dependencia, justicia,…) y como sienten la desesperanza de una vida sin futuro.
¿Por qué hemos llegado a esta situación? Es indudable que la crisis mundial ha tenido un efecto multiplicador en todos los países, pero el capitalismo, que siempre sale triunfante y reforzado de las crisis, se ha servido de esta difícil situación no sólo para imponer un nuevo orden mundial en el que los «mercados» sean los auténticos soberanos, capaces de cambiar gobiernos y de regir los destinos económicos de los países, sino también para acabar con el llamado «estado del bienestar» que mejoró la calidad de vida de una parte importante de las sociedades después de la Segunda Guerra Mundial.
En nuestro país la crisis se ha agudizado por factores endógenos: la burbuja inmobiliaria y el bipartidismo (PSOE y PP), obediente y sumiso, que ha cargado sobre las espaldas de la inmensa mayoría de la ciudadanía las órdenes de la Troyka y los dictados de las entidades financieras y bancarias. Los sucesivos gobiernos se han mostrado dominantes con los de abajo pero dominados por los de arriba. Como perritos falderos han lamido las propuestas e imposiciones que les venían de los organismos económicos internacionales (FMI, OCDE, BCE…) y así han condenado a cinco millones y medio de personas al paro (más de la mitad de los jóvenes), modificado la Constitución (artículo 135), recortado salarios, subido la edad de jubilación, arrasado con derechos sociales y políticos (sanidad, educación, dependencia, ley Mordaza …) y laborales (trabajos en semiesclavitud), destruido una parte importante del sistema productivo y elevada la deuda pública en el 100 % del PIB (algo totalmente imposible de pagar).
Resulta bochornoso, vergonzante, canallesco, escuchar los aullidos de miembros del Gobierno enfatizando en una falsa recuperación que la ciudadanía no sólo no percibe, sino por el contrario siente que cada vez empeora sus condiciones de vida. Ante esta situación dramática, en la que la corrupción impregna las instituciones políticas, económicas y judiciales, en la que el paro, la exclusión social, la desigualdad económica, el trabajo en precario, los desahucios, la pérdida de derechos sociales y políticos…son los ejes de la política de los Gobiernos bipartitos, corresponde a la inmensa mayoría de la población que sufre la crisis (los de abajo) tomar conciencia y medidas para transformar esta dura realidad.
La irrupción de Podemos a la escena político-social ha abierto una grieta profunda en la cómoda y consentida sucesión bipartidista que la adulterada Transición, nada modélica, ha impuesto en las últimas décadas. Toca a la mayoría social dejar la pasividad, la desesperanza, la apatía y tomar conciencia que el futuro le pertenece, que sólo esa inmensa mayoría pueda invertir la realidad, horadar el edificio del bipartito, transformar este sistema caduco, envejecido y, mediante un proceso constituyente, crear las condiciones sociales y políticas, que hagan posible un cambio social necesario que los beneficie.
Podemos es una herramienta política imprescindible, pero necesita de un amplio apoyo social que haga posible que la transformación sea consistente y duradera. Sus propuestas: acabar con la corrupción y que los implicados devuelvan lo robado y vayan a la cárcel, imponer un nuevo sistema impositivo en el que los ricos paguen más, acabar con el fraude fiscal y el dinero negro, derogar la reforma laboral del PP, bajar el precio de la luz, impedir los desahucios y poner viviendas sociales al servicio de los necesitados, mantener una banca pública, adelantar la edad de jubilación, reducir la jornada laboral sin bajar los salarios, invertir más dinero en servicios sociales (sanidad, educación, dependencia,…) y economía productiva, auditar la deuda pública, exigir la devolución del dinero prestado a la banca, … son perfectamente viables. Los ataques furibundos que recibe desde los políticos del sistema y desde los voceros de los medios de manipulación, demuestran que Podemos está en el camino correcto, que sus propuestas calan en la población, hastiada de tanta mentira, tanta miseria, tanta corrupción, y que es posible la transformación social.
¡Está en nuestras manos! El profundo cambio social es posible, entre tod@s que sufrimos la crisis.
Juan García Ballesteros, miembro del Colectivo Prometeo y del FCSM
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