«Todos los males de la democracia pueden curarse con más democracia» Alfred Emanuel Smith En las últimas semanas, hemos leído la propuesta de soberanía compartida que EH Bildu ha extendido al PNV y a Podemos para configurar un espacio de arreglo histórico, fundamentado en el respeto a la legalidad y en la bilateralidad. El recorrido […]
«Todos los males de la democracia pueden curarse con más democracia» Alfred Emanuel Smith
En las últimas semanas, hemos leído la propuesta de soberanía compartida que EH Bildu ha extendido al PNV y a Podemos para configurar un espacio de arreglo histórico, fundamentado en el respeto a la legalidad y en la bilateralidad. El recorrido que une la historia foral con la actualidad política es sin duda un camino por el cual se puede transitar sin renunciar a la legalidad como vía común de trabajo para todos.
El pase foral o la sobre carta en Nafarroa obligaba a los conquistadores castellanos a adaptar sus decretos a la foralidad existente, permitiéndose mediante dicho pase, la no aplicación de las leyes emanadas de las cortes de Castilla si están eran contrarias a fuero. Establecían pues un principio de bilateralidad sustentado en la lealtad mutua. La pérdida de la capacidad de decir que no a aquellas ordenes que emanasen de Madrid por parte de los territorios forales vascos tras las guerras carlistas, fue de facto, la renuncia a la bilateralidad.
Durante la segunda república, Eusko Ikaskuntza en mayo de 1931 presentó el estatuto vasco navarro que sería aprobado hasta en dos ocasiones por la mayoría de municipios de Bizkaia, Araba, Gipuzkoa y Nafarroa y rechazado finalmente en 1932 por este último territorio, por temas relativos a las relaciones con la Santa Sede, la iglesia y la religión, que distanciaba en la época a partidos de izquierdas y tradicionalistas. Después guerra y dictadura privaron a las provincias traidoras de fueros, autonomía y capacidad de ser reconocidas en su diversidad.
Llegó el 78 y el régimen quiso correr u tupido velo alrededor del pasado. Pero el problema no fue el texto constituyente sino el malintencionado reparto de sensibilidades que trajo consigo la LOAPA. Aceptar un orden establecido donde tienen la misma capacidad de enmendar regiones sin anhelo de reconocimiento nacional, que aquellas que si lo tienen, es de nuevo volver a disfrazar la pluralidad dentro de un sistema que solo trata de no quedar mal con nadie y que no afronta la aceptación de la identidad como hecho diferencial. Este hecho diferencial se ha abordado a posteriori en el nuevo estatus político que trató de abordar sin éxito el Lehendakari Ibarretxe y también en el último intento de reforma del estatuto catalán de Maragall, Mass y Zapatero.
Sin embargo la propuesta de EH Bildu abre el horizonte a una posibilidad de arreglo histórico entre naciones que deben afrontar su compromiso con lealtad, oportunidad y reconocimiento mutuo. Aceptar la legalidad como punto de partido no debería ser un problema, siempre y cuando desde la parte coercitiva se asuma sin problemas el hecho diferencial como un vals entre dos, como un baile sin ataduras. Y aquí es donde entra la posibilidad de reforma pactada del marco constitucional y de los estatutos de autonomías de las naciones sin estado que componen el estado español. ¿Pero cómo afrontar una reforma sin mayoría suficiente?
Los marcos legales para bien y para mal, establecen el ordenamiento jurídico sobre el que se tienen que pactar las reformas legales (incluidas las constituyentes y las estatutarias). En el caso del congreso español hacen falta dos tercios de la cámara para poder afrontar una reforma constituyente y esta a su vez debe ser refrendada en referéndum. ¿Cómo llevarla a cabo en un escenario político donde Ciudadanos y PP tratan de re centralizar el marco político que surgió en el 78? La respuesta es fácil de decir y bastante difícil de construir: generando una nueva mayoría plurinacional al uso de la que formen parte la izquierda española y los partidos independentistas.
Un marco plural y de respeto pero fundamentado en el bilateralidad. Por un lado, para ello, el PSOE debería ocupar el carril central y mirar hacia la periferia sin reparar en el antiguo reino de Granada. Y, aquí viene la gran novedad, Unidos Podemos y los nacionalistas de izquierdas deberían configurar listas unitarias de cara al congreso español, abiertas también a la inclusión de partidos nacionalistas más moderados que rechacen firmemente la corrupción como modus operantis de hacer política.
Legalmente no hay otro camino pero para ello hay que ser valientes y audaces perdiendo el miedo la crítica de la derecha y buscando una mayoría parlamentaria que no pueda ser discutida ni si quiera por los medios más afines al régimen del 78. Puede ser un buen punto de encuentro. Puede ser el comienzo del camino o el fin definitivo del anterior. Toca moverse en post de un recorrido común. EH Bildu ha movido ficha. Toca a los que observan hacerlo también. El baile ya ha comenzado.
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