La corrupción es uno de los motores ilícitos del capitalismo, aunque nefasta y destructora para la gente común. Que la lucha contra la corrupción no se toma en serio de verdad lo demuestra que en los países ricos se castiga a funcionarios públicos que se corrompen, pero no a quienes los corrompen. En el Reino […]
La corrupción es uno de los motores ilícitos del capitalismo, aunque nefasta y destructora para la gente común. Que la lucha contra la corrupción no se toma en serio de verdad lo demuestra que en los países ricos se castiga a funcionarios públicos que se corrompen, pero no a quienes los corrompen.
En el Reino de España es difícil que pase tiempo sin noticia de corrupción. Un problema que no es de hoy ni mucho menos. En 2009, por ejemplo, había en el Reino de España 730 causas por corrupción y en 2012, ya eran 800 los imputados por ese tipo de delitos. Evidentemente tanto hace diez años como ahora, la corrupción no se reduce a unos casos individuales o extraordinarios como pretenden algunos políticos nada fiables.
Un capitalismo de amiguetes
Lo cierto y documentado es que el sistema está podrido. Doménech, Raventós y Búster, al analizar la economía del Reino de España, nos explican que «la naturaleza institucional de la corrupción hunde sus raíces en el capitalismo oligopólico de amiguetes en que se transformó el poder empresarial heredado del franquismo con las privatizaciones desatadas de la Transición. (…) En ese escenario cuajó ese capitalismo oligopólico de amiguetes que formó una nueva minoría rica que controla gran parte de la economía del Reino de España. Copó el Ibex 35 y, como clase dominante, se sumó a los restos de la aristocracia terrateniente (que esquilma Extremadura y Andalucía rurales), más los grandes accionistas bancarios, altos cargos financieros y grandes propietarios de la industria. Ese capitalismo corrompido ha generado y hecho crecer una economía sumergida que es la cuarta parte del PIB».
No son casos aislados. La corrupción es estructural y no solo en España. Acabar con ella pasa por cambiar el sistema económico. Probablemente. Y eso son palabras mayores que hay que tomarse muy en serio.
Corrupción internacional
En la década de los noventa y primera del siglo XXI, se desvelaron en Europa grandes escándalos de corrupción como Eurostat, Parmalat y Barclays o el del primer ministro italiano Berlusconi que pretendió promulgar con la mayor desfachatez leyes de inmunidad, para no ser condenado por corrupción; una licencia para robar. En EEUU, las macroestafas de Enron y World Com y, en Alemania las cajas ocultas, dinero negro y sobornos que salpicaron a poderosas corporaciones empresariales (Siemens, Scherin, Daimler Chrysler, Henkel, BMW, Volkswagen o Degusta), mostraron la globalidad de la corrupción. Hasta dieciocho grandes corporaciones alemanas eran sospechosas de cambalaches delictivos, por lo que muchos de sus dirigentes se sentaron en el banquillo, acusados de diversos delitos.
Según la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, la corrupción es mundial y las empresas multinacionales son las más corruptas y corruptoras. Marx entrevió el futuro al escribir años ha que «todas las naciones capitalistas abrazan periódicamente el fraude, porque quieren ganar más dinero sin necesidad de producir».
A efectos de inventario, corrupción es prevaricación, soborno, apropiación indebida, tráfico de influencias, malversación de fondos públicos, fraude fiscal, evasión de capitales, falsedad de documentos, financiación ilegal, concesiones ilegales, adjudicaciones ilícitas, delitos urbanísticos y blanqueo de dinero. Pero también es abuso de poder para cambiar leyes, alterar reglas de concursos públicos o dar concesiones por sobornos del sector privado, en dinero o especies. Delitos que perjudican muy gravemente a la ciudadanía. El coste de la corrupción se calcula en España en 90.000 millones de euros, según la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia. Mucho dinero que se hurta a la gente común, sus derechos y necesidades esenciales.
Trampas en la lucha contra la corrupción
La corrupción es inherente al capitalismo y solo reducir la corrupción es tarea difícil. ¿No ha de haber corrupción cuando el beneficio es el motor del capitalismo y su escenario preferido la ausencia de normas y de control para ganar más?
La corrupción no es nefasta por cuestiones éticas, que también. Lo es porque recorta ingresos del Estado, dilapida los recursos públicos en gasto público improductivo y reduce hasta casi hacer desaparecer la capacidad inversora del Estado. Además, aumenta la economía sumergida y la desigualdad al recortar el gasto social por ingresos perdidos en perjuicio de la ciudadanía con menos ingresos o sin empleo. Encarece y deteriora servicios públicos y hace recaer mayor carga fiscal sobre la ciudadanía y la clase trabajadora. Luchar contra la corrupción de verdad es una exigencia urgente que no admite paños calientes.
Pero en la presunta lucha contra la corrupción hay trampa. Lo explico. Transparency International es la organización global contra la corrupción de mayor renombre. Pero Transparency nunca publica nombres de corruptores, no denuncia a las empresas que sobornan ni tampoco o los muchos y poderosos bancos que aceptan dinero sucio de grandes empresas u otras entidades corruptas. Un dinero sucio y sospechoso que finalmente sale de los bancos impoluto y blanqueado. Transparency solo ataca a los gobiernos que se dejan corromper, que por supuesto son corruptos y despreciables, pero hay más actores en esta historia. Faltan los corruptores y los blanqueadores, pues todos conforman la indignidad de la corrupción. Para que no queden dudas, si hay corrupción se necesitan dos: corruptor y corrompido. Quien trampea y cobra; quien paga y se beneficia.
No se puede dejar la corrupción a los políticos
La corrupción tiene todo que ver con los paraísos fiscales. Porque sin opacidad, secreto bancario y ausencia de control y reglas, propios de esos paraísos y de las zonas offshore, corruptores y corrompidos lo tendrían mucho más difícil para esconder su dinero sucio y actuar con la impunidad que tienen hoy. En tanto haya secreto bancario, paraísos fiscales y falta de control de movimientos de capital, habrá corrupción.
Que la lucha contra la corrupción no se toma en serio de verdad lo demuestra que en los países ricos se castiga a funcionarios públicos que se corrompen, pero no a quienes los corrompen. O, aún peor, castigan a quienes informan de fraudes fiscales, una de las herramientas de la corrupción. El colmo parece ser que en algunos países europeos se haya permitido en la década de los noventa y primera del siglo XXI deducir pagos a funcionarios extranjeros; es decir, se podían deducir los sobornos del pago de impuestos. Así era y aún queda algún caso por ahí.
Lo que sucede hoy es que pagar muchos menos impuestos se ha vuelto legal por los acuerdos secretos que varios países de la Unión Europea (Luxemburgo, Irlanda, Holanda…) han firmado con empresas multinacionales para que éstas paguen muchos menos tributos. Ya no hace falta arriesgarse a evadir impuestos, que es delito. Los grandes consiguen lo mismo gracias a algunos gobiernos.
Pero la corrupción no es solo un problema español ni siquiera del sur europeo, la corrupción es mundial. Porque en realidad es uno de los motores ilícitos del capitalismo, aunque nefasta y destructora para la gente común. Como afirma el magistrado Joaquim Bosch, «acabar con la corrupción es demasiado importante para dejarlo en manos de los políticos».
Las ciudadanas y ciudadanos han de coger las riendas de la lucha contra esa lacra. Por eso de entrada se convoca en Madrid una gran movilización y acción en redes sociales contra la corrupción. Para que crezca la indignación ciudadana contra la corrupción y la impunidad de los corruptos. Para poner cara a corruptos y corruptores.
Para apoyar con firmas el manifiesto contra la corrupción y la impunidad que ha de devenir programa de acción. La manifestación convocada en Madrid será el 24 de junio a las 19 horas y marchará desde la glorieta Ruiz Jiménez hasta Sol.
Fuente: http://www.elsalmoncontracorriente.es/?Una-radiografia-de-la-corrupcion