Un amplio estudio, realizado por Twiga y 40dB. para la Fundación Mutua Madrileña y la Confederación de la Salud Mental de España, deja titulares sorprendentes que reflejan un malestar generalizado. Por ejemplo, casi la mitad de la población admite estar preocupada por el estado actual de la sociedad, 6 de cada 10 siente estrés al menos ocasionalmente y 4 de cada 10 presenta problemas para dormir.
Los españoles, especialmente los hombres y aquellos de mayor nivel socioeconómico, están bastante satisfechos/as con su vida familiar, afectiva y social. No sucede así al hablar de su vida laboral o su situación económica, con las que un 57,8% y un 49,3%, respectivamente, dicen estar muy o bastante satisfechos/as. Sin embargo, el malestar material se hace presente en el día a día de bastantes ciudadanos/as: un 47,5% y un 39,0% de las personas están muy o bastante preocupadas por no poder hacer frente al pago de sus facturas y al de su alquiler o hipoteca, respectivamente.
La salud mental y el malestar emocional han entrado, desde hace unos pocos años, en la conversación pública y el debate político. El estrés, las presiones cotidianas, los problemas personales, las exigencias y autoexigencias se han entendido como el origen de un problema de salud cada vez más extendido en toda la población frente al que se debe actuar y poner una solución de manera colectiva. Al igual que disponemos de un sistema de salud que nos cuida cuando tenemos un problema físico, también deberíamos recibir ayuda ante una dolencia psicológica. Así, 9 de cada 10 ciudadanos consideran que la salud mental es importante, mientras un 74,7% cree que en los últimos años la salud mental de la sociedad ha empeorado, debido, principalmente, a las dificultades económicas.
Además, destaca que la idea que tienen los ciudadanos/as sobre el concepto de salud mental cada vez se acerca más al correcto: 7 de cada 10 afirman que una buena salud mental “se da cuando eres capaz de hacer una vida normal, aun experimentando de vez en cuando sentimientos desagradables”, coincidiendo así con la definición oficial que da la OMS sobre este fenómeno. Sin embargo, la mitad de los españoles/as también creen que tener una buena salud mental solo se consigue cuando vives sin preocupaciones o sentimientos negativos o desagradables, demostrando que aún es necesaria una labor pedagógica acerca de lo que supone la salud mental.
La estigmatización de los problemas de salud mental está estrechamente ligada a esta necesidad de conocimiento y existen patrones que parecen indicar que caminamos en la buena dirección: por ejemplo, ir a un psicólogo o a un psiquiatra no se ve ni como un signo de debilidad (87,9%), ni como algo inútil (86,0%) –aunque estos porcentajes son menores entre los hombres –. De forma generalizada se cree además que las personas que han padecido o padecen un trastorno mental pueden recuperarse y vivir una vida normal (86,1%) y con las que se puede convivir y trabajar (78,1%). Sin embargo, al preguntar por prejuicios concretos, 3 de cada 4 españoles/as están muy o bastante de acuerdo con que los problemas de salud mental afectan en mayor medida a personas débiles de carácter, incapaces de afrontar sus problemas y que esto las convierte en personas vulnerables.
En cuanto al estado de la salud mental, un 10% de los ciudadanos españoles describen el de la suya como “muy malo” o “malo”; este dato aumenta hasta el 26,4% en el caso de los jóvenes de entre 18 y 24 años. Además, y aunque estos datos no responden a un diagnóstico, sino a una autopercepción de los encuestados/as, es reseñable que 4 de cada 10 dicen haber sufrido un ataque de ansiedad o pánico y depresión al menos una vez en su vida y al menos un tercio admite haber sentido ansiedad prolongada en el tiempo.
La forma en que hacen frente a esta sintomatología no es esperanzadora: el 18,9% dice estar consumiendo actualmente algún psicofármaco, siendo los ansiolíticos (61,9% de quienes toman algún medicamento) y los antidepresivos (47,2%) las medicinas más frecuentes. Si atendemos a la asistencia a profesionales de la salud mental, el 20,8% acude actualmente al psicólogo, y el 17,6% al psiquiatra. Aunque la mayoría de quienes recurren a un profesional lo hace a través de la sanidad pública, más de un tercio se trata en la sanidad privada o con profesionales privados. Entre quienes acuden a la sanidad privada, 4 de cada 10 lo hacen por no poder esperar los tiempos de la pública.
Aunque el malestar emocional esté presente en el conjunto de la sociedad, a lo largo del estudio se observa que las mujeres, los jóvenes, las personas que forman parte del colectivo LGTBI y las personas con nivel socioeconómico bajo muestran en mayor medida situaciones relacionadas con malestar, disconformidad con sus vidas y una peor autovaloración del estado de su salud mental.
Por tanto, sí, la salud mental es un asunto que nos incumbe a todos y que debemos atajar como sociedad. Sin embargo, la solución debe ir más allá de la inversión necesaria en sanidad pública. Hay que atender las cuestiones materiales que provocan y agravan estos problemas de salud y que se ensañan con sectores vulnerables de la población. La precariedad laboral, no saber si vas a poder llegar a fin de mes, la incertidumbre ante el futuro, las desigualdades de género, el problema de la vivienda y el no poder proyectar una vida, la discriminación y la homofobia, las tareas de cuidados… son elementos que deben tenerse en cuenta cuando hablamos del malestar.
Los datos de este estudio son poco esperanzadores. Sin embargo, es necesario plantear una narrativa optimista hacia un futuro mejor, no desde un punto de vista Mr.Wonderful en el que todo irá mejor con una taza chula y una frase vacía. Más bien debemos pensar en que, si se dan los cambios necesarios, podremos darnos una vida mucho mejor entre todas y todos.