1. Después de treinta años de sultanato socialista, cimentado en la clientelización de la sociedad, la parasitación de las instituciones y la depredación del medio natural (con el megalómano despropósito del proyecto de refinería petrolera como culminación de todos esos hábitos viciosos), era una buena idea permitir gobernar al PP en Extremadura, a cambio de […]
1.
Después de treinta años de sultanato socialista, cimentado en la clientelización de la sociedad, la parasitación de las instituciones y la depredación del medio natural (con el megalómano despropósito del proyecto de refinería petrolera como culminación de todos esos hábitos viciosos), era una buena idea permitir gobernar al PP en Extremadura, a cambio de una amplia depuración y regeneración institucional, una moderación efectiva de su programa de recortes en una serie de áreas clave protegidas (educación, sanidad, dependencia, cooperación) y la adopción por parte del gobierno regional de algunas de las medidas más urgentes del programa de Izquierda Unida, como por ejemplo una renta básica dotada en una inmediata primera fase con 100 millones de euros.
Era una buena idea hasta que dejó de serlo, esto es, hasta que el PP violentó sus compromisos, hasta que de 100 millones para renta básica llegaron 20 (que al final son 13), hasta que se empezó a recortar en urgencias médicas rurales, transporte escolar o ayuda a domicilio, hasta que los estudiantes en huelga empezaron a recibir hostias de la policía e imputaciones del fiscal, hasta que se empezó a desalojar familias de las viviendas sociales y a promover hospitales de gestión «público-privada». Izquierda Unida hubiera podido en ese momento, y con la cabeza muy alta, después del ejemplo de responsabilidad y generosidad que había permitido llegar a Monago a la presidencia, haberse levantado de la mesa y haberle dicho: «nosotros hemos honrado nuestros compromisos, usted no; hasta luego, Lucas». Con la cabeza muy alta, insisto. Pero no lo hicimos. Y ahí comenzó el desastre.
Era una buena idea porque era un buen compromiso. Pero si el compromiso no se cumplía, dejaba de ser una buena idea, y por tanto debía ser abandonada. El desastre no fue darle una oportunidad a Monago de demostrar que decía la verdad (después de, no lo olvidemos, haber ganado unas elecciones todo lo limpiamente que pueden ganarse unas elecciones en un sistema capitalista), el desastre fue no retirársela cuando descubrimos que mentía (después de haber incumplido, no lo olvidemos tampoco, el programa con que las ganó). Y sobre todo, el desastre, el desastre y la vergüenza, es permanecer ahí, inexplicablemente, desde entonces.
2.
La oposición interna ha presentado, en torno a estas inadmisibles cesiones de IU al gobierno del PP, batallas justas con medios cuando menos inapropiados, empezando por apoyarse en la esclerotizada e inepta burocracia madrileña de IU para atacar a la dirección regional. No se derrota el sectarismo con el sectarismo, no se derrota el secretismo con el secretismo, no se derrota el numantinismo con el numantinismo ni, en conclusión, se derrota una política muerta con otra política muerta.
Y sobre todo, en ningún momento esta oposición interna ha terminado de despejar por completo el fantasma de que su alternativa a la presente subordinación de IU al PP en Extremadura pudiera ser en realidad, ocasionales soflamas anti-neoliberales aparte, una nueva subordinación de IU al PSOE, como la que en estos momentos se practica en la Junta de Andalucía. En algunas de sus declaraciones, elementos de este sector crítico parecen olvidar que el mandato de abstención de las bases de julio de 2011 sigue vigente, y que la tarea de una nueva dirección -de cualquier nueva dirección- debería ser buscar un nuevo enfoque estratégico a ese mandato, al menos en tanto un nuevo mandato, emanado de un proceso consultivo de igual o superior extensión y legitimidad, no lo sustituyese.
La alternativa en Izquierda Unida de Extremadura no es sustituir una camarilla por otra camarilla, unos procedimientos oxidados por otros procedimientos oxidados, unos compromisos pringosos por otros compromisos pringosos. La alternativa en Izquierda Unida de Extremadura son unas bases activas, empoderadas e implicadas directamente en el proceso de toma de decisiones, con una información completa, y con sus electos en las instituciones como meros porteadores de un mandato imperativo en discusión y reelaboración permanente. La alternativa de Izquierda Unida de Extremadura es convertir el «recurso excepcional» de la consulta participativa de junio de 2011 en su modo de ser cotidiano, dejarse impregnar y transformar por los movimientos sociales, compartir con ellos la iniciativa en la calle, el tajo y la cultura. Ser, en suma, un sujeto diferente pero no separado dentro de la multitud en movimiento contra el Régimen neoliberal. Las experiencias de Syriza en Grecia, el Front de Gauche en Francia, Bildu en Euskadi, CUT-BAI en Andalucía, AGE en Galiza o las CUP en Catalunya están ahí, no solo para elogiarlas en Facebook, sino también para tomar verdadero ejemplo y provecho de ellas y trasladar sus hallazgos y virtudes a nuestro medio cercano y nuestra política diaria.
Profusa en sus justas críticas de coyuntura a la dirección regional, la oposición constituida de Izquierda Unida de Extremadura ha dicho sin embargo muy poco, y concretado aún menos, acerca de estas y otras igualmente decisivas cuestiones de fondo. El problema trascendental no son los errores y horrores que la actual dirección regional de Izquierda Unida de Extremadura está cometiendo, sino el modelo de organización que permite que tales errores y horrores puedan cometerse y hasta perseverarse en ellos durante meses o años. Si se intercambian las personas o facciones pero no se cambia el modelo organizativo, los presentes errores pueden mañana ser sustituidos por errores simétricos de idéntica gravedad. Es por eso que, como es el caso, ser oposición no es necesariamente sinónimo de ser alternativa.
3.
El próximo domingo se enfrentarán en la Asamblea Regional de Izquierda Unida de Extremadura una dirección que merece perder y una oposición que no merece ganar. El hartazgo de la ciudadanía progresista y la sociedad civil organizada extremeña con esta situación estancada es extenso, patente y tajante. Su exigencia de soluciones, inapelable.
Si en esta coyuntura económica, social y política crítica para nuestra región, esta Izquierda Unida de Extremadura no es capaz de asumir las responsabilidades que sus electores le han confiado, igual es el momento de revisar a fondo la cuestión de la representación institucional de la izquierda transformadora extremeña, con mentalidad abierta a soluciones posiblemente radicales para problemas evidentemente radicales, en todos los ámbitos: las personas, las estructuras, las ideas, las prácticas y los mensajes.
Jónatham F. Moriche, militante de base de Izquierda Unida de Extremadura
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