En los últimos tiempos, se había escuchado con demasiada frecuencia la palabra «refundación» ligada a la palabra comunismo, con tristes resultados ideológicos para los deudores de las combativas ideas de Karl Marx en Europa. Tras los colapsos de los países socialistas -vía golpes de Estado, existoso propagandismo occidental y errores internos- existía la nerviosa, y […]
En los últimos tiempos, se había escuchado con demasiada frecuencia la palabra «refundación» ligada a la palabra comunismo, con tristes resultados ideológicos para los deudores de las combativas ideas de Karl Marx en Europa. Tras los colapsos de los países socialistas -vía golpes de Estado, existoso propagandismo occidental y errores internos- existía la nerviosa, y por tanto patosa, necesidad de creer que era necesario refundar aquello que, decían, era malo de raíz, erróneo en sus diagnósticos, utópico y bello en las ideas, pero fracasado en lo real. Incluso Italia fundó un partido llamado Riffondazzione Comunista, se suponía que con ése mismo ánimo. Hoy es una formación extraparlamentaria. Refundar el comunismo, bajo paradigmas forzados por un adoctrinador y fustigador postmodernismo (a locos como Zizek ya nadie los toma en serio), no parece una idea exitosa. Redundar en el comunismo en su sentido más emancipador y evolucionado, sí.
La popularizada palabra era controvertida. Pero no del todo inaplicable, porque IU, que no es una formación comunista, debía sin duda generar una refundación para volver a ganar el papel protagónico que tanto necesita la sociedad y las clases trabajadoras españolas y del Sur de Europa. IU es un conjunto de ideas ligadas a la izquierda radical -la del PCE no «refundado» entre ellas- que, según se decidió en su día, eran más representativas de la realidad ideológica de la izquierda ibérica, de la española concretamente y quizás también de la portuguesa. La fórmula sí necesitaba un chute de energía, no un cambio de 360 grados producto de una catársis total. Nada en los programas de IU fue nunca reprochable, desde el punto de vista de los principios básicos de la emancipación. Pero faltaba refundar esa energía y plantear las cosas claras, precisamente ahora que tanta falta hace escuchar una voz que plante cara.
Con sus más y sus menos, IU ha pervivido casi un cuarto de siglo en la conciencia colectiva española, sabedora que hay una opción más allá del bipartidismo y los intereses de las tres burguesías (vasca, catalana y madrileña). Todos apostaron el pasado 26 de junio por que IU llegue finalmente lejos, a tenor del espíritu aglutinador escuchado en Fuelabrada (Madrid), con cerca de 1.000 delegados, un 40% de los mismos no militantes de IU pero sí próximos a enriquecer su visión y trabajar por auparla por encima de la fruta podrida que manda en todo el Estado (se oyeron voces hasta de asociaciones de consumidores, que refuerzan el quorum del malestar laboral en el seno de la clase obrera).
La personalidad clara, acaso allendista, de Cayo Lara se apunta otro éxito.
IU había tocado fondo, con un único diputado en 2006, víctima de una ley electoral excluyente y de las cosas mal hechas por sus disputas internas (no resueltas en muchos casos, pero soldadas por las tremendas circunstancias externas que cimientan más que nunca la necesidad de juntar políticamente a quienes apuesten por superar el actual inacción -mejor dicho colaboración- del Gobierno frente a los golpes económicos).
Necesitaba empezar a refundarse, sí. Pero con el objetivo no tanto de superar esas divisiones internas que tanto gustan mediáticamente, sino de ser la urgente arma cargada de ideas que requiere la clase trabajadora en España, profundamente depauperada por el mercado laboral y arrastrada por unos partidos políticos enlodados en terribles casos de corrupción, miseria ideológica y personal y ciegamente entregados al poder financiero (peor aún que el económico).
La agenda durante éstos años de Gobierno de Zapatero la han marcado el FMI y la Unión Europea, en el terreno de las políticas económicas (incluídas las guerras post-coloniales e imperialistas de los norteamericanos) y el PP y la Iglesia, en el terreno cultural.
Se entiende que hay un caldo de cultivo de profundo descontendo de las masas votantes del PSOE, traicionadas punto por punto en sus expectativas sociales, eliminadas ciertas ventajas «a la sueca» conseguidas para la conciliación familiar y la igualdad hombre-mujer e intocado absolutamente el santificado mercado laboral neoliberal. IU sabe que puede pescar en caladeros votantes y, al tiempo, abrir la organización a movimientos sociales o de pensamiento que trabajan con datos e información que el Poder quiere esconder.
Cayo Lara hizo un guiño unitario a ICV, advirtiendo contra una escisión en éste área, en lo que supuso uno de los movimientos menos esperados pero seguramente acertados (si es que ICV entiende la jugada) del primer acto de una Refundación que quiere profundizar en su republicanismo tricolor y su discurso internacional, aglutinador de países y continentes. Tratar de abrir camino en éste Sur de Europa hacia socialismo del siglo XXI, en suma, alumbrador de una verdadera democracia política, económica y financiera.
Se invitó al excepcional Samir Amin, un avezado crítico de las falacias de la economía liberal y se hizo un minuto de homenaje al fallecido escritor comunista portugués y amigo de IU José Saramago, cuyo retrato presidió el día. Esto supuso una clara apuesta por las ideas, la cultura y el estudio de ésta «desconocida» IU, que tanto se echaba en falta en los discursos públicos de la federación.
Y finalmente se hizo un claro llamado al anticapitalismo.
Al día siguiente, la escenificación de unidad en el centro de Madrid dieron la idea de lo que deberá ser éste refundación si quiere cosechar éxitos rápidos en medio de ésta tormentosa crisis financiera y económica que nos acecha.
Eloy Pardo es delegado en la Asamblea de Refundación de IU
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