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Una respuesta económica, social y política a la crisis

Fuentes: Editorial En Lucha

Ya ha pasado más de un año desde que el gigante bancario Lethman Brothers quebrara, disparando las alarmas en el mundo financiero. La crisis está teniendo un impacto mucho más profundo de lo que el Gobierno español ha reconocido. Todo indica que las enormes cifras de paro que estamos viviendo en el Estado español sobrepasarán […]

Ya ha pasado más de un año desde que el gigante bancario Lethman Brothers quebrara, disparando las alarmas en el mundo financiero. La crisis está teniendo un impacto mucho más profundo de lo que el Gobierno español ha reconocido. Todo indica que las enormes cifras de paro que estamos viviendo en el Estado español sobrepasarán el 20%. Si bien la intransigencia de la patronal en el denominado «Diálogo social» ha acabado beneficiando al gobierno Zapatero al hacerlo parecer progresista, la limosna de los 420 euros refleja una política anticrisis muy insuficiente para la clase trabajadora que está sufriendo el paro y la precariedad. Por su parte, CCOO y UGT continúan en plena línea de «moderación responsable» con una propuesta de subida salarial de 1%, que significa de facto una congelación salarial.

Todo eso nos sitúa, habiendo vuelto del verano, con un curso político lleno de retos. Si Engels dijo que la lucha de clases se desarrollaba en tres niveles -el político, el ideológico y el económico-, redefiniendo este esquema, podemos considerar que hoy los principales retos abiertos a la izquierda se plantean en los niveles económico, social y político.

El plan económico es obvio. La crisis comporta tanto la necesidad imperiosa de parar los ataques que estamos sufriendo, sobre todo los despidos, como forzar medidas gubernamentales en favor de la protección social y los servicios públicos. En ambas cuestiones la lucha de los trabajadores y trabajadoras es central. A pequeña escala, sólo cuando una plantilla tenga bastante unidad y confianza para una acción contundente será posible parar los Expedientes de Regulación de Empleo (EREs). Un ejemplo lo encontramos en los trabajadores de la empresa de Sabadell Essa-Palau. El julio pasado se negaron a aceptar ni un solo despido de los 223 que propugnaba la empresa. Iniciaron una huelga indefinida en la que también bloquearon la factoría hasta lograr aquello que las grandes centrales sindicales ven inviable: la empresa paró el ERE. Otro ejemplo son los trabajadoras y trabajadoras de UPS Vallecas, que han logrado parar dos ERE’s. A gran escala, hace falta caminar hacia la huelga general para forzar al Gobierno a un compromiso con los millones de parados y evitar nuevas erosiones de derechos laborales y sociales.

En el plano político la necesidad de crear una nueva izquierda, comprometida y decidida, se hace sentir ante la timidez de IU o ICV-EUiA. La campaña para las últimas elecciones europeas se cerró con una interesante novedad, la presentación de dos nuevas formaciones abiertamente anticapitalistas: Iniciativa Internacionalista (con 176.000 votos) e Izquierda Anticapitalista (con 25.000). Pese a las diferencias en los resultados y el carácter muy diferente de ambas propuestas, se mostró cómo se están dando pasos hacia la confluencia de la izquierda radical. Aparte, candidaturas municipales como las CUP (Candidatura d’Unitat Popular) en los Països Catalans están sobresaliendo en el mapa político, también gracias a la importante proliferación de las consultas por la independencia.

En el último plano, el social, tenemos por delante el reto de lograr espacios de encuentro de todos los movimientos y organizaciones que sean capaces de mantenerse en el tiempo y articular campañas amplias en los múltiples frentes abiertos. Experiencias tan positivas como el Foro Social Mundial de Madrid o el Foro Social Català de 2008, tienen el desafío de lograr una continuidad más allá del «evento». Los próximos meses veremos la próxima edición del FSCat y del FSM de Madrid de enero de 2010, así como también una campaña clave frente la presidencia española de la Unión Europea la primera mitad del año próximo. Y en mayo un encuentro de jefes de Estado de Europa y América Latina en Madrid tendrá su respuesta en la «IV cumbre Alternativa de los Pueblos».

Se debe avanzar en todos y cada uno de estos ejes -la lucha económica y sindical, la construcción de una nueva izquierda y el fortalecimiento de los movimientos sociales-, si no nos queremos quedar bloqueados a medio camino. Cada uno tiene sus especificidades, ritmos y dinámicas. Pero los vínculos entre los tres son ineludibles.

El ejemplo de la lucha de la plantilla de Essa-Palau y de UPS Vallecas es más la excepción que la norma. Sin embargo, la creación de redes de solidaridad desde los movimientos y la izquierda política (como se hizo en la huelga de autobuses de Barcelona) puede ayudar a la victoria de estas luchas y, aún más decisivo, a extenderlas a otros centros de trabajo. También, si se genera un cambio ascendente de luchas obreras, pero no contamos con una izquierda política que ayude de altavoz, que combata los ataques desde las instituciones y los medios de comunicación, difícilmente será posible recoger todos los frutos. Aparte, una buena amalgama de los movimientos sociales puede ser el espacio de donde salgan energías para los incipientes procesos de confluencia de la izquierda y para reconstruir el sindicalismo combativo.

Los retos que hay por delante son muchos y de gran magnitud. Requieren todas las fuerzas posibles. Para las organizaciones existentes significa la suficiente flexibilidad y madurez para unirnos en la práctica en aquellos puntos básicos, pero imprescindibles, para avanzar en la actual coyuntura.

Fuente: http://www.enlucha.org/?q=node/1636