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A través del manga se lleva a la narrativa de ficción la obra de Karl Marx, El Capital

Una semilla de espíritu crítico

Fuentes: En Lucha

Si había alguna forma en el mundo de que un tratado científico como El Capital de Marx, que desnuda las bases del sistema económico y social capitalista, entrara en el terreno de la ficción narrativa (aunque con cierta aspiración divulgativa), ésta era con un cómic manga. En El Capital. El manga, encontramos un repaso de […]

Si había alguna forma en el mundo de que un tratado científico como El Capital de Marx, que desnuda las bases del sistema económico y social capitalista, entrara en el terreno de la ficción narrativa (aunque con cierta aspiración divulgativa), ésta era con un cómic manga.

En El Capital. El manga, encontramos un repaso de los conceptos claves de la crítica marxista, algunos con cierta imprecisión y obviamente sin la capacidad de apuntalar con ellos la construcción teórica del autor original. Para tal finalidad, se nos presentan unos personajes arquetípicos y un protagonista en conflicto existencial. Y eso es lo que mejor sabe hacer el manga: crear personajes extremadamente planos, centrados en una sola idea, como puede ser «la defensa de los débiles» o «hacerse rico», hasta el punto de que los personajes se convierten en la representación simbólica de aquella idea.

En este género, el conflicto llega cuando el protagonista tiene que luchar contra otras «ideas» para conseguir la realización absoluta de la suya, que se resuelve con una disquisición filosófica o ética, muchas veces teatralizada con una batalla física entre personajes-idea. Una estructura, ésta, que por el paradigma narrativo europeo clásico sería poco menos que mediocre, pero cuando se da un voto de confianza y se mira más allá de este conceptualismo y la exageración ultracatártica de la escritura dramática japonesa, tiene lecturas interesantes. El gran éxito de sus cómics y series animadas en todo el mundo lo avalan.

Kame-hames y lucha de clases

Volviendo a la obra en cuestión, para resumir podemos decir que en este caso no hay kame-hames, sino lucha de clases. El cómic nos transporta a un escenario modelo de primera revolución industrial, donde el protagonista, el hijo de un quesero artesano, acepta la tutela de un despiadado inversor para hacer una fábrica de quesos y «hacerse rico». Después descubrimos que este deseo tiene un origen sentimental, la muerte de su madre por una enfermedad que podría haber sido tratada si la familia hubiera dispuesto de los medios. Así, el protagonista, en constante dilema moral, resulta una víctima de un sistema en que la única manera de progresar es mediante la explotación de la clase obrera.

Los diálogos con los trabajadores, y sobre todo con el inversor y el banquero, nos irán definiendo conceptos como valor, fuerza de trabajo o la propia explotación. Uno de los trabajadores, Karl, se rebelará contra el protagonista, representando la conciencia de clase, y en la segunda parte del libro, un Engels con el rol de narrador omnisciente irá explicando de manera un poco más compleja la plusvalía, el sistema financiero o las crisis.

Hay muchos puntos que se podrían criticar del cómic: el poco cuestionamiento de la división sexual del trabajo, o el hecho de que de la historia del quesero artesano puede sustraerse que la solución de todo esto es un retorno a una «vida sencilla». Pero al fin y al cabo, como se dice en el propio manga (a través de la aparición estelar del fantasma de Marx), su función puede ser la de plantar una semilla de espíritu crítico contra el sentido común dominante en algunas personas, y que se animen a acercarse a la obra original.

Diego Garrido es militante de En lluita / En lucha

Fuente:http://enlucha.org/diari/una-semilla-de-espiritu-critico/#.UxW4615sjmo