Unas 200 militantes que estuvieron presas en Devoto (Buenos Aires, Argentina) durante la última dictadura volvieron a crear una obra polifónica, esta vez para reponer su vida durante todos estos años, como un puente hacia las nuevas generaciones. Se trata de un libro web de acceso gratuito, interactivo y multimedia, que se va presentando por el país. La persistencia de las convicciones, la tosudez por la vida y la solidaridad de un compañerismo para siempre, en los relatos de estas mujeres que desafiaron todos los mandatos.
Se abrazan. Ríen, lloran, se entienden con la mirada. Así presentan su libro y así, con palabras, se entrelazan en Nosotras en libertad, que escribieron en pandemia unas 200 ex presas de la cárcel de Devoto durante la dictadura cívico-militar-eclesiástica, y al que se puede acceder con sólo hacer click. Muchas fueron parte de la escritura de Nosotras, presas políticas, presentada en 2006. Junto a otras, se encontraron en junio de 2019 en el hotel Bauen, en un acontecimiento que todavía las conmueve. Como el viento huracanado que les impide cerrar las alas, y las impulsa hacia el futuro, que escribió Walter Benjamin, ellas proyectan, dejan su huella por escrito, testimonian una y otra vez, se encuentran a través de miles de kilómetros y de los años. La primera presentación de Nosotras en libertad fue el 14 de octubre, en Tecnópolis. El viernes pasado lo hicieron en el Auditorio de ATE, de Santa Fe, este legado recorre el país. Una y otra vez, “Todavía cantamos” las encuentra cantando, como declaración de principios.
En esta publicación web, interactiva y multimedia, la voz de una compañera cuenta: “Todas nos aferramos a la vida, es nuestra forma de resistir, resistimos viviendo hasta el límite. Escribimos y contamos para seguir viviendo cuando no estemos más. Nos pusimos a los 30.000 al hombro y los trajimos a la historia de los días de la democracia conquistada. Y pudimos ser felices, reír, cantar, gritar, trabajar, marchar, votar. Por nosotras y por los que no pudieron llegar y -ahora- por las compañeras que tuvimos que despedir”. A ellas, a las que se fueron en estas décadas, está dedicada la obra polifónica que trabajaron durante meses de la misma forma colectiva que sellaron en la cárcel. Con la convicción de haber sido feministas en acción cuando cuestionaban los mandatos en los 70, tanto como lo son ahora, que acompañan la marea verde desde aquella voluntad revolucionaria.
“Compartir saberes es la mayor lección aprendida en esos años: la que sabía de historia enseñaba historia, la que sabía de salud enseñaba cuidados y primeros auxilios, la docente alfabetizó y la que sabía cocinar, enseñó. Y ese ejercicio permanece en nuestras memorias, es parte nuestra”, contó Stella Vallejos, que vive en la ciudad de Santa Fe. Así fue como “En tiempo de pandemia por covid19, de encierro estricto, tres compañeras propusieron escribir sobre nuestras vidas, pero en libertad. Escribir en primera persona del singular, pero en plural (yo, pero nosotras), ya que ninguna es sin esta colectiva que nos marcó en la experiencia de la cárcel de Devoto”.
Para el disfrute
Tuvieron que aprender a usar el zoom, el meet. “La que no sabía lo aprendió de la que sí sabía. Nos organizamos en equipos. Pertenecí a ‘las escribas’, recibimos los aportes de las compañeras, el mayor desafío fue que quienes lo leyeran, las nuevas generaciones entendieran lo que decíamos. Cada texto fue mirado, corregido entre autora y escriba con absoluta amorosidad. Sentí un regocijo enorme leer esos aportes, y saber que no pudieron con nosotras”, sigue el relato. Un equipo armó el contexto histórico de esta generación, y sumó canciones, películas, libros, revistas, para que quienes lean puedan sentirse por un rato al lado de ellas, esas mujeres apasionadas que se entregaron al compromiso político. Hubo además 20 promotoras de distintas partes del país que invitaron a escribir. “Así fuimos pariendo nuestro libro, de distribución gratuita, accesible para leer desde una compu hasta un celu. Para disfrute de nuevas generaciones y también para nuestro disfrute”, sigue Stella Vallejos.
Varios kilómetros al sudoeste se encuentra Ana María “Any” Garraza, de San Luis. “Salvo las vacaciones forzadas entre 73 y 83, siempre viví acá. Nací, estudié la primaria y la secundaria acá. Acá nos detuvieron el 19 de octubre de 1976, a toda la familia, mi mamá, mi papá, mi hermana, y yo. Mi hermana más chica quedó solita, a los 8 años, y después de la liberación, el 2 de diciembre de 1983, una semana antes de la asunción del gobierno constitucional, lo esperamos a mi papá que salió desde Rawson”, rememoró Any. Llegaron de regreso a su provincia el 10 de diciembre de 1983. Hoy es fonoaudióloga y dirige la Facultad en la Universidad Nacional de San Luis.
Ideas y concreciones
Any describió como “brillante” la idea de “tres compañeras”, a quienes definió como “impulsoras de esta obra”. Beatriz Horrac, llamada “La Canasto”, Berta Horen, “la Chinchón” y Silvia Asaro “que es del sur, pero tiene sus dos patrias chicas, a veces está en Chubut y a veces en capital federal”. Los sobrenombres vienen de la cárcel, claro. “Ellas tres nos convocaron a una veintena de compañeras de distintas regiones, procedencias militantes, de organizaciones, después del encuentro que tuvimos en el hotel Bauen, en 2019, después de la participación de varias compañeras en los talleres del Encuentro de la Plata, que habían expuesto sobre esta reconstrucción de la vida. Esas tres fueron las coordinadoras, y una veintena de compañeras fuimos las promotoras, para impulsar a las compañeras que conocíamos”, relata el proceso.
Any también fue escriba. “Hablábamos con las autoras, mirábamos desde el punto de vista ortográfico, sintáctico, literario, con todo el respeto a las compañeras. Estaban las compañeras audiovisuales, que recibían todo lo que enviaban, fotos y videos. Estaban las compañeras de contexto, que se ocuparon de buscar qué hechos y sucesos era importante ampliar, profundizar, situaciones que para nuestra generación son conocidas, pero se requería contar. Una explicación sociohistórica, política, histórica, y fuimos avanzando hasta encontrarnos con más de 200 textos. Para hacer un libro web tuvimos que apelar a gente que sabía”, sigue. La diseñadora gráfica fue Laura Chuburu y Mariana Ardanaz hizo las ilustraciones.
Libros, canciones, películas
Nosotras en libertad necesitó un grupo monedero. “Todo el libro lo solventamos entre nosotras, depositamos lo que pudimos, como pudimos”, contó. ¿Qué las identificaba? “Hubo una compañera a la que se le ocurrió encuestarnos sobre qué libros leíamos, qué música escuchábamos, qué aspectos culturales iban acompañando nuestras vidas mientras militábamos”. Así surgió el contenido cultural al que se accede en la web.
Y además, cada itinerario es presentado con canciones interpretadas por Marian Farías Gómez, Verónica Condomí y Teresa Parodi. Así, por regiones, se organizan los textos.
“Esto es lo que por ahí tenemos tan enraizado en Nosotras como mujeres militantes, resistentes, en las cárceles, esto de lo colectiva. Es esta cosa tan hablada últimamente, a raíz de la pandemia, nadie se salva solo, que es tan evidente, tan cierta, tan veraz, que fue la manera que nosotras tuvimos de resistir, de sobrevivir y de vivir”, considera Any.4
El sabor del encuentro
Para ella es importante contar que “el lanzamiento fue una cosa extraordinaria, porque nos volvimos a encontrar compañeras que nos hemos visto, que nos hemos escrito, que nos hemos acompañado mutuamente cuando declarábamos en los juicios (por delitos de lesa humanidad). Ese fue un compromiso que asumimos como sobrevivientes, un deber para los que no pueden hablar, para las ausencias, pero también es un derecho a manifestar ante la sociedad las experiencias, las propias vivencias, que nunca son personales, siempre fueron colectivos, y siguen siéndolo”. En 2005, Any escribió el libro “Las esquinas de la vida”, donde nombra a sus compañeras como “el nido gigantesco”.
Berta Horen es, para todas, “La Chichón”, y también una de las coordinadoras de este libro que se navega como un río amoroso. “La idea era, por un lado, hacer un libro web, algo que fuera atractivo para gente más joven que nosotras. No nos queríamos contar estos relatos a nosotras mismas, sino que se los queríamos contar a gente joven, a docentes, estudiantes, militantes políticos, feministas, militantes sociales, culturales. La idea era favorecer un diálogo con gente de otras generaciones, transmitir justamente lo que fue nuestra experiencia de vida después de salir en libertad y lo que pudimos verificar trabajando con los distintos relatos es que siguen en nosotras vigentes las mismas convicciones que teníamos en los 70”. Berta fue directora de Derechos Sociales de Lomas de Zamora.
Praxis feminista
Las convicciones subsisten, y también van tomando la forma de la época. “Nosotras no nos definíamos como feministas. Sin embargo, toda nuestra práctica lo era. Tenía que ver con una cuestión generacional, porque los 60, y sobre todo los 70 fueron épocas de transformaciones muy importantes en cuanto a la lucha por los derechos de las mujeres, que algunos no se han efectivizado, otros ya se habían efectivizado, por ejemplo, con la lucha que encabezó Evita, pero en la práctica éramos feministas”, considera ahora, a la luz del tiempo, con casi 40 años de vida en libertad.
Desde Suecia, donde se radicó al salir de Devoto, Graciela “Chachi” Araobolasa pide que se ponga el “Chachi” porque muchas personas la buscaron así en el Itinerario “Por el mundo”. “La propuesta fue de alguna manera producto de la pandemia, que ‘nos obligó’ a una especie de encierro. El mundo entero inventó estrategias de diferentes tipos para hacerle frente a esta situación. Paradójicamente, para mí significó retomar contactos que por una u otra razón había dejado ‘adormilados’, reencuentros con compañeras con las que no había tenido contacto después de Devoto. En ese marco, llegó la idea e invitación a participar de este proyecto colectivo. Esto desató múltiples emociones y reflexiones, participar o no, en caso de hacerlo, qué escribir o filmar o dibujar. Anduve literalmente caminando por el patio o por la casa por varios meses preguntándome qué y cómo podría aportar a este proyecto”, relata a miles de kilómetros de distancia. “Finalmente, un día me senté ante la computadora, las ideas habían madurado, hice un ‘punteo’ y prácticamente allí estaba mi texto. Sin el empuje y la confianza de compañeras, de la familia creo que no lo hubiera concretado. Estoy satisfecha y feliz de haberlo logrado”, sigue el relato de su participación.
“Chachi” estuvo en Nicaragua en los años 80. “El ‘encuentro’ con el feminismo como tal lo tuve en mi experiencia en Nicaragua donde pude trabajar cerca de organizaciones de mujeres y feministas. Fue sumamente enriquecedor poner palabras a reflexiones y prácticas previas, ir adquiriendo un marco teórico, herramientas de análisis de la realidad desde una perspectiva feminista. Mi generación, en particular las que nos comprometimos con un cambio de una sociedad injusta, también incluimos un cambio en las relaciones en particular con nuestros compañeros de causa. No me identificaba con la figura del ‘ama de casa’ y ‘madre abnegada’ aunque no me haya sacado todos los resabios de ese modelo, pretendía relaciones más igualitarias a nivel profesional y familiar, sin embargo, no tenía un discurso feminista o no le ponía ese nombre”, dice ahora. Trabajó su texto con Stella, a quien conocía de Devoto. Es que no todas coincidieron en tiempo y espacio. La dictadura concentró a todas las detenidas del país en Devoto a partir de noviembre de 1976, y llegó a haber 1200 mujeres en esa cárcel.
El hilo de oro
“Unidas por un hilo de oro”, dice Liliana Arrastía, de Rosario. “Para mí, la propuesta a escribir fue una invitación a seguir participando de la colectiva que supimos construir en la cárcel y qué aún hoy mantenemos. Somos un grupo heterogéneo, diverso, mantenemos nuestras diferencias desde el respeto y siempre que nos encontramos es una gran fiesta, porque la experiencia compartida nos unió de una manera indestructible, que solemos nombrar como unidas por un “hilo de oro”.
Liliana recuerda que los represores “decían: de acá saldrán: muertas o locas. Y aquí estamos presentes y unidas en este proyecto”. Para ella, “la comunicación siempre fue una herramienta más de resistencia. En la cárcel, a través de la escritura de cartas a la familia y a los organismos de derechos humanos para denunciar, y hacia adentro, entre nosotras nos comunicábamos de las maneras más creativas imaginables, un agujero por donde pasaba un tornillo, las letrinas, los resumideros de las piletas, golpes en la pared, asomadas a las ventanas. Todo eso era sancionable con castigo en celdas de aislamiento. Así que en esta época son un lujo los celulares y las computadoras”.
A Claudia Mazza, del itinerario Las del Puerto, le costó tomar la decisión de participar. “Hilachas, retazos, nudos, desvíos que van creciendo. Un hilo… un hilo… lanas de colores, un hilo que cae, que vuelve, que se desdobla, cintas, un hilo que crece, cinta scotch, cabos sueltos, nudos, cintas, un hilo que soy yo y que va creciendo, un hilo más en la telaraña de Nosotras”, escribió.
Y le hizo muy bien. “Fue sanador recuperar todas esas experiencias positivas, lo que pude hacer, terminar la carrera, ser profesora en la universidad, adoptar un hijo”, dice Claudia sobre lo que significó para ella la experiencia. Su hijo fue a la presentación de Tecnópolis. “Es la primera vez que comparto con él una actividad de memoria. En todos sentidos, fue una actividad muy fuerte. Me hubiera quedado 10 horas más, porque me encontré con gente que hace 3, 5, 18, 40 años que no veo. Estábamos todas con barbijo, entonces, nos encontrábamos, nos mirábamos a los ojos y nos decíamos: yo te conozco, yo también, ¿quién sos? Ahí nos abrazábamos”.
Un deseo concretado
El abrazo traspasó las geografías. Norma “La Piri” San Nicolás vive en Córdoba. “Participar en el libro fue la concreción de un deseo. No alcancé a participar del anterior. Eran otros tiempos donde la comunicación era más dificultosa y no se alcanzó a convocar a todas. Las presentaciones de Nosotras, presas políticas fueron suficiente motivación para volver a ligar ese “hilo de oro” que siempre nos unió, aunque no hayamos participado de su hechura. Alojé en mi casa a compañeras que vinieron a realizar presentaciones en Córdoba y Villa María. Así retomamos antiguos nexos. Los vínculos creados son tan fuertes porque fueron forjados en la convivencia cotidiana en la cárcel. Compartiendo la vida misma. Los dolores, las pérdidas, pero también la maravilla de los hijos, las cartas de los compañeros, las visitas de la familia. La discusión política y la resistencia al plan de aniquilamiento, nos unió fuertemente a pesar de ser diversas, incluso de provenir de diferentes experiencias políticas. Teníamos conciencia de algo que se dice mucho ahora: nadie se salva sola”.
La movilizó la experiencia de Nosotras en libertad. “Zambullirse en la intimidad de los relatos, vernos reflejadas en una generación que, con aciertos y errores, nadie puede cuestionar que fue honesta, generosa y comprometida. Esto gratifica, da aliento. Nosotras seguimos inquietas e interesadas, siguiendo lo que sucede en el país, en Latinoamérica, en el mundo. E intervenimos desde el lugar que nos toca. Es una militancia continua en diferentes ámbitos”, define. “Cuando salimos en libertad no teníamos la contención de las compañeras, pero sí aquel bagaje construido de manera colectiva. Entonces encaramos la reconstrucción de la vida personal y política con esa vivencia reciente de compañerismo”, dice La Piri, quien recuerda que otro de los proyectos que las encontró como colectivo en estos años fue la movilización para evitar la demolición de la cárcel de Devoto. “Creemos que debe ser un sitio de memoria. Donde no solo estuvimos nosotras, y otros muchos antes, sino también en el año 1978 fueron asesinados durante una requisa 65 presos comunes. Algunas compañeras han sido testigos y siguen ese juicio”.
Una genealogía
La Piri siente que el feminismo, en su experiencia militante de los 70, “no era un problema a considerar, no era una preocupación, como se advierte ahora. Muchas reivindicábamos la historia del voto femenino, de los derechos laborales conquistados, la tozudez de Evita en relación a lo que hoy sería ‘empoderar’ a las mujeres”. En uno de los dos textos que escribió para el libro, cuenta la historia de Irma Fuentes, una mujer del interior que accedió a esa formación allá por el 50, en Buenos Aires, y que luego fue miembro de la resistencia peronista. “Ella estuvo detenida con nosotras en Devoto. También conocimos a la primera diputada mujer por el peronismo en Córdoba, María Cristina Medina, era madre de Nené Peña, una compañera que estuvo presa con nosotras en Córdoba, y nos contaba de su madre que viajaba a Uruguay y era correo de la resistencia con John W Cooke. Nené, ya había estado presa en el Cordobazo, le hicieron consejo de guerra, junto a Tosco y a Elpidio Torres. Nosotras nos inspirábamos en esas mujeres, que parecen anónimas pero que hicieron cosas impensadas para lo que se suponía “podía” hacer una mujer”.
A Silvia “La Poxi” Arana, el proyecto la encontró en Ecuador, donde vive. “Llegó en un momento álgido de la pandemia y el confinamiento. Abracé este proyecto solidario de resistir el aislamiento, de luchar contra el miedo a la muerte y hacerlo con una voz colectiva de mujeres”, dice esta militante que después del exilio forzado se quedó en el exterior. “La distancia geográfica nunca se plasmó en una distancia emocional ni política de la Argentina. Como un símbolo de ello, nunca adopté otra ciudadanía, a pesar de las dificultades legales que eso significa. La pertenencia al colectivo de expresas políticas es una parte fundamental de mi identidad”, plantea. “No es cierto que hay que resignarse al orden desigual, racista y opresivo”, dice Silvia, comunicadora que escribe artículos y ensayos para medios alternativos, para “resistir el status quo, de darle voz a los que no tienen voz”.
Solidaridad incondicional
Silvia considera que fue feminista “desde chiquita”. “Mi padre (proveniente de una familia anarquista) y mi madre nos criaron con total igualdad a mí y a mi hermano. Teníamos exactamente las mismas responsabilidades en la casa, en la escuela. De ahí, no se puede dar marcha atrás, ¡jajaja!”, responde y asegura que su “identificación con la lucha por los derechos de las mujeres y de las comunidades LGBTQ+ se fue consolidando en las dos últimas décadas”, junto a sus dos hijas “maravillosas”. “Un hito en mi acercamiento al feminismo es la lucha por la despenalización del aborto, al que considero un derecho inalienable de la mujer. Ahora estoy en un país (Ecuador) que tiene cifras alarmantes de embarazo infantil producto de violación. ¿Cómo no ser feminista?”.
Silvia recuerda su paso por Devoto con la marca de la solidaridad. Y lo escribe en el libro: “En cada gesto de solidaridad que pueda ser capaz de generar hoy, se renueva aquella solidaridad incondicional aprendida junto a mis compañeras con quienes literalmente compartimos el mismo pan. Para ellas, mi agradecimiento y mi compromiso para intentar vivir la libertad humildemente, riendo y con amor”.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/386220-una-voz-colectiva-para-la-historia-comun