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Unámonos, que mañana moriremos

Fuentes: Rebelión

  El pasado día 5 de enero, vigilia de la fiesta de los Magos repartidores de regalos, el coordinador de EUiA, Jordi Miralles, escribía también su cartita, dirigida en este caso, no al rey Gaspar (Llamazares), por quien parece profesar un inmerecido cariño, sino al rey Joan (Saura), al que nos consta que también ama […]

 

El pasado día 5 de enero, vigilia de la fiesta de los Magos repartidores de regalos, el coordinador de EUiA, Jordi Miralles, escribía también su cartita, dirigida en este caso, no al rey Gaspar (Llamazares), por quien parece profesar un inmerecido cariño, sino al rey Joan (Saura), al que nos consta que también ama desmedidamente.

Tanto parece amarle que, según informa «El Periódico» de ese mismo día 5 (página 21), en la carta en cuestión expresaba Miralles «su deseo de ir más allá en la relación con ICV y, al estilo de CiU, crear unos órganos de dirección conjunta permanentes en el marco de una coalición política que deje definitivamente atrás la histórica división de la izquierda catalana».

No sabemos si el rey Joan, tan ocupado como está en mantener el orden público (mal que le pese al público), estará de humor para atender la misiva, enviada además a última hora, cuando los Magos ya tienen ultimados sus planes de reparto de obsequios entre los niños pequeños y grandes (pongan ustedes a Miralles en la categoría que prefieran). Lo que sí es seguro es que esta carta preocupará a más de un comunista recalcitrante, de esos que se resisten a extinguirse de una repajolera vez y dejar el terreno libre para siempre a la Izquierda Conformista y Vergonzante, dirigida por el PSOE. Preocupación comprensible, ya que el propio entorno de Miralles no se cansa de reiterar últimamente sus llamamientos en favor de la «unidad de los comunistas». ¿Unidad de los comunistas con ICV? Vamos a ver, ¿no fue Rafael Ribó, hoy flamante Síndic de Greuges, quien en su doble condición de máximo dirigente de Iniciativa per Catalunya y del PSUC disolvió, hace más o menos diez años, el histórico partido comunista catalán reduciéndolo a una simple fundación cultural? ¿Se unirán, pues, los comunistas para pasar, todos juntos en unión, bajo las horcas caudinas de Saura, Bosch, Guillot, Boada y compañía, todos ellos declarados no-comunistas (con tendencia a sustituir el no- por el anti-)?

Claro que, a lo mejor, lo que más preocupa a nuestro comunista irredento es que el modelo de la unión propuesta sea precisamente el de Convergència i Unió, en que ninguno de los conceptos de su nombre parece estar demasiado vigente, salvo para asegurarse escaños en las elecciones. ¿Será que el único objetivo de la propuesta de Miralles es ése, asegurarse escaños? Si es así, se entiende. Pero para eso hay fórmulas más seguras, como la coalición electoral con el PSOE. Fórmula, por cierto, que el incombustible rey Gaspar ya tiene prevista, a base de no competir con los muchachos de Zapatero más que en cuatro o cinco provincias y luego, si como es previsible no se llega a los cinco diputados, completar el grupo parlamentario con diputados socialistas «prestados».

A este paso, y visto lo ocurrido con Ezker Batua, que piensa presentarse a las generales coaligada ¡hasta con el PNV!, es de esperar que, a no tardar mucho, Miralles proponga la unión permanente de los comunistas con todos los partidos a excepción, quizá, del PP. Porque, aunque mucha gente cree que «otro mundo es posible», parece que en este país sólo una política es posible: la que garantiza que, con algunos retoques de detalle, todo siga igual que siempre: los de arriba, arriba; y los de abajo, abajo.