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Unamuno se traicionó a sí mismo, según su amigo Casto Prieto, alcalde de Salamanca

Fuentes: El Salto

Así lo califica en el diario íntimo que escribió en la Cárcel Provincial, días antes de ser fusilado el 29 de julio de 1936 en una cuneta en la carretera de Valladolid.

Unamuno y Casto Prieto en La Flecha de fray Luis (Cabrerizos)  

Desde hace solo un lustro, el partido Alternativa República de Salamanca viene celebrando cada 4 de agosto un acto de homenaje en memoria del alcalde republicano y profesor de Anatomía de la Universidad de Salamanca Casto Prieto Carrasco, fusilado por las tropas franquistas el 29 de julio de 1936 en el monte de La Orbada, kilómetro 89 de la carretera de Valladolid. El homenaje se hace extensivo al más de un millar de víctimas mortales ocasionadas por la represión de los sublevados en la provincia de Salamanca.

Tiene lugar cada año en la plaza que lleva el nombre del médico y alcalde, y este año consistió en una ofrenda floral, seguida de una lectura de poemas del periodista y también concejal de Izquierda Republicana Luis Maldonado Bomati (1903-1936), que igualmente fue asesinado, junto a su compañero en la corporación municipal Manuel de Alba Ratero (1896-1936), ferroviario. A Casimiro Paredes Mier (1880-1936), otro concejal, lo mataron en la localidad zamorana de Cubo del Vino el 1 de agosto.

El golpe de Estado de 1936, como nos recuerda el film de Alejandro Amenábar Mientras dure la guerra -que se estrenará el mes que viene- ocurrió en Salamanca el 19 de julio, fecha en cuya Plaza Mayor fue declarado el estado de guerra, ocasionando en ese mismo escenario y ese mismo día las primeras víctimas mortales: Heliodoro Benito López, Abel Sánchez Delgado, Francisco Coca y Coca, Modesto Varas Gabriel, Andrés Lorenzo Candelario, Francisco Iglesias Fraile y Celestina Sierra Polo, una adolescente de catorce años.

A partir del 19 de julio se sucedieron las detenciones ilegales, torturas, depuraciones, encarcelamientos y ejecuciones, aunque fuera muy escasa la resistencia ofrecida, con solo algunos focos de lucha en la zona de Béjar. Entre esas víctimas estuvo el alcalde de la ciudad y amigo personal de Miguel de Unamuno. Es de recordar que Casto Prieto Carrasco, que también era diputado a Cortes, había estado con don Miguel en el momento en que este izó la bandera tricolor en el balcón del ayuntamiento de Salamanca el día en que fue proclamada en la ciudad la Segunda República, después del multitudinario recibimiento que se le tributó al escritor vasco a su regreso de Hendaya, adonde Unamuno llegó procedente de París, luego de su destierro en Fuerteventura por la dictadura de Miguel Primo de Rivera.

Huérfano desde corta edad, Casto Prieto había nacido en 1886 en la calle Libreros de Salamanca, correspondiendo a sus abuelos la crianza y cuidado durante su niñez y adolescencia. Obtuvo el título de licenciado en Medicina en 1912, con un primer ejercicio profesional como médico rural en la localidad cacereña de Valverde del Fresno, lugar natal de su mujer. Doctorado por la Universidad Central de Madrid, se dedicó en la ciudad de Salamanca a la beneficencia municipal, cuya lamentable situación criticó en la serie de artículos que publicó en la prensa local. Fue militante y presidente de Acción Republicana primero y de Izquierda Republicana más tarde. «En política estuvo siempre al servicio de la dignidad ciudadana, de la civilidad, la libertad y la justicia. La mayor lección de Prieto Carrasco es su propia vida, de hombre austero y bueno, de voluntad resuelta, de amor al trabajo, de lealtad para las ideas», dijo de él su paisano Filiberto Villalobos, ministro republicano de Educación, cuando se le ofreció un homenaje tras ser nombrado catedrático de Anatomía de la Universidad en 1928. A través de sus artículos periodísticos se puede advertir el talante y la impronta de un médico humanista, muy crítico con el sistema político y social de la Restauración, como la mayoría de los intelectuales de la llamada generación de 1914.

Fue primero concejal del Ayuntamiento de Salamanca por la conjunción republicana-socialista y alcalde a partir de diciembre de 1931. Desarrolló como tal, entre otras actividades dignas de mención, la reforma de la hacienda municipal, la mejora en el abastecimiento y saneamiento de las aguas, la planificada urbanización de la ciudad y la lucha contra el desempleo obrero mediante la construcción de obras públicas y escuelas. También aplicó la legislación laicista de la República, según un criterio que dejó expuesto en estas líneas, cuando fue derribado el muro que separaba el cementerio civil del religioso: «Puesto que se ha invocado el respeto a los sentimientos religiosos, también había que tener en cuenta y hacer patente el respeto que se debe guardar para los que no lo son, respetables como los demás ante el misterio de la muerte».

Destituido por el gobernador civil en octubre de 1934, tras la huelga general que se vivió en Salamanca y de la que se le quiso responsabilizar como dirigente, sin motivo, la autoridad argumentó que «por haber expresado en una sesión del consistorio manifiesta hostilidad al poder público e incitación a la continuidad del estado de agitación por el que atraviesa esta ciudad». Ocurrió poco después del homenaje que se le tributó a Miguel de Unamuno con motivo de su septuagésimo aniversario, al que asistieron el presidente del gobierno Alcalá Zamora y el ministro salmantino de Educación, Filiberto Villalobos, represaliado también al término de la guerra. Prieto Carrasco fue repuesto como alcalde después de la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936.  

El 21 de julio de 1936, tanto Prieto como Andrés Manso son internados en la abarrotada Cárcel Provincial de Salamanca, desde donde el alcalde republicano va a mantener una breve y continuada correspondencia con su familia, pensando que con ello «recogía argumento para alimentar la memoria de su vejez». Se trata de unas misivas con las que posiblemente pretendiese tranquilizar a los suyos acerca de su situación o de lo que podría derivarde de la misma. Las plantea metafóricamente como si estuviera haciendo una travesía marítima similar a la que hizo por razones profesionales en un viaje por el Mediterráneo años atrás -del que se conserva una foto suya en la Plaza de San Marcos de Venecia- metáfora nada forzada si se echa un vistazo a la antigua prisión salmantina, hoy museo, según el historiador Ricardo Robledo, editor de una imprescindible historia de Salamanca en la Guerra Civil (Esta salvaje pesadilla), en la que colaboran él mismo y varios investigadores más.

«Conocemos a los nuevos pasajeros recogidos en la noche -escribe Prieto-, cual si fuese de un naufragio, o de un puerto al que arribásemos sin darnos cuenta. Unos traen en su gesto -a más de la fatiga que los semeja más a náufragos- el dolor de la derrota que el cansancio acentúa». Algunas de las cartas están encabezadas como si se tratara en efecto de una travesía marítima: A bordo del Cárcel Provincial, y a continuación las fechas, que van del 22 al 28 de julio. «Total ocho días -resume en la última- de este interesante viaje de ignorado término». Por única vez en esa última misiva se despide en francés, Au revoir, y no como en las anteriores, hasta la vuelta de mi viaje, hasta mañana, adiós y abrazos.

El diario se caracteriza por algunosd rasgos de ironía y escepticismo, y lleva por cabecera Travesía en el Cárcel Provincial. Diario de a bordo. Lo inicia el 21 de julio «con el objetivo inmediato de cuidar nuestra fortaleza». Acerca de lo incierto de esa travesía se expresa así: «Pero, bueno, se preguntará el lector, ¿si vais a bordo de una nave y de viaje, qué es eso de liberación y esperanza? ¡Ah!, amigo lector, es que nuestro viaje, en esta gran nave cuya alta proa se enfila constantemente hacia oriente, punto cardinal de los amaneceres, de las ilusiones y esperanzas, lleva no obstante un rumbo desconocido, pues no sigue su ruta la brújula conocida, ni la rosa de los vientos; vamos con rumbo ignoto y nuestra liberación ha de ser saber nuestro destino y con él, quizá, el término de nuestro viaje. Nuestra esperanza y nuestro desaliento corren parejos con ese vislumbrar de nuestra ruta incierta. Tan incierta, a pesar de la seguridad absoluta de la nave que nos lleva».

Las últimas anotaciones están fechadas el 27 de julio, pero ya el día antes hace notar su redactor una preocupación en aumento, «pues hasta el barco llega olor desapacible de sangre, mucha sangre. Parece que de la ciudad viene un cierto silencio sepulcral». El diario concluye dos días antes de que sea asesinado su autor con dos párrafos que evidencian una fortaleza mental y sensibilidad ciertamente singulares, así como las primeras noticias de la barbarie en las localidades vecinas: «Una excelente salud (ni la nariz me molesta lo más mínimo), un día clarísimo y luminoso; este cielo de Castilla la mansa, azul y brillante como la cara de Dios. ¿Es posible que bajo este cielo tan bello cometan los hombres, azuzados por bajos instintos y pasiones mezquinas, las enormidades que están ocurriendo? ¿No les inspira ese cielo tan puro y hermoso ideales de mayor amplitud? Los pasajeros, náufragos recogidos hoy de Babilafuente, nos conmueven con el relato de horrendos asesinatos que indican la ruindad de las almas humanas. Ni el propio cielo tan bello, de Castilla la mansa, logra disipar nuestras preocupaciones por el futuro».  

De entre todas las anotaciones hay unas que personalmente debieron dolerle mucho a Casto Prieto, a propósito de las novedades que le llegaron por la prensa la víspera de Santiago Matamoros, según califica literalmente la festividad, el 24 de julio, víspera a su vez de la constitución del nuevo Ayuntamiento franquista, al que Unamuno había aceptado pertenecer -según él- para continuar el mandato popular de las elecciones de 1931. En los diarios locales del día siguiente aparece don Miguel, apoyado en una mesa, un poco ausente del protocolo entusiasta y marcial del acto, después de haber hablado en su transcurso y considerarse un elemento de continuidad en la vida municipal, «porque el pueblo me trajo, aquí estoy», tal como cuenta Luciano G. Egido (Unamuno, en guerra, op. cit.).

La opinión de su amigo Casto es muy otra el día antes: «Nos anuncian acontecimientos para el día de mañana que harán memorable la fecha, que un patriotismo ruidoso quiere sacar del olvido hacia donde caminaba. Por el periódico sabemos que mañana tendrá Salamanca un Ayuntamiento al que van nombrados, graciosamente, todo el Estado mayor de los figurones locales; con ellos, luciendo sarcásticamente su elección popular, la parte incompatible del Ayuntamiento del 12 de abril nacido tan limpiamente; esta parte es la osamenta: dos hombres incalificables por hoy, Unamuno y Marcos Escribano, que nos abandonaron en las responsabilidades pasadas tan enormes y se suben hoy al carro del triunfador. No puedo menos de confesar que me amarga la traición, a sí propios; la de D. Miguel, claro, no la del otro botarate».

Mostraba Prieto Carrasco, según escribe Ricardo Robledo en relación con las cartas y el diario del alcalde republicano que el profesor salmantino sacó a la luz, un cierto orgullo al saberse descendiente de un diputado liberal en la Cortes de 1820, Clemente Carrasco, que fue destituido de su cátedra salmantina de Instituciones Canónicas hasta tanto se purificase. «Ni en el peor de los sueños -añade el citado historiador- pudo haber imaginado, cuando escribió en 1924 sobre las purificaciones blancas de un siglo atrás que El Ángel Exterminador y los Defensores de la Fe (aquellas organizaciones ultra-absolutistas dedicadas a perseguir a los «negros», o sea a los liberales) se habría de transmutar en terror azul para acabar con el biznieto».

No consta documento alguno por el cual Miguel de Unamuno, repuesto en sus cargos de concejal y rector vitalicio por los militares felones al ofrecerles inicialmente su apoyo, recibiera comunicación alguna acerca de la situación de su amigo. Quizá porque como dijera de él Filiberto Villalobos «la mayor lección de Prieto Carrasco es su propia vida, de hombre austero y bueno, de voluntad resuelta, de amor al trabajo, de lealtad para las ideas». En algunas sinopsis biográficas se dice que Ana Carrasco Robledo, esposa de Casto, solicitó ayuda a Miguel de Unamuno a finales de septiembre de 1936 debido a su maltrecha situación económica para sacar adelante a los cuatro hijos del matrimonio. Puede que no haber ofrecido esa ayuda influyera para que el rector interviniera de manera airada en el paraninfo de la Universidad contra el general Millán Astray el 12 de octubre con su archiconocido Venceréis pero no convenceréis, su primera crítica explícita y pública al movimiento insurreccional golpista, por la que fue destituido de sus cargos y arrestado en su domicilio hasta el día de su repentina y un tanto extraña muerte el 31 de diciembre. Al fin y al cabo, era ese movimiento el que estaba matando a sus amigos: Casto Prieto Carrasco, el pastor protestante Atilano Coco o Salvador Vila, su alumno y rector de la Universidad de Granada. Es de hacer constar que entre los meses de agosto y noviembre de ese año don Miguel redactó un manuscrito cuyo título vine a parodiar el de su mayor obra filosófica: El resentimiento trágico de la vida.

Los cadáveres del alcalde Prieto Carrasco y el concejal Manso fueron descubiertos en el término municipal de La Orbada, a poco más de veinte kilómetros de Salamanca, con la inscripción de defunción fechada el 29 de julio, pocas fechas después de la muerte del caudillo falangista Onésimo Redondo en el pueblo segoviano de Labajos en una emboscada de tropas republicanas. Los familiares del primero lo enterraron de forma clandestina, después de ser traslado en una carreta hasta el cementerio de Valverde del Fresno. Un artículo en el periódico La Gaceta Regional, titulado Operación limpieza, se refería con ella a la de «la anti-España de los obreros marxistas y los intelectuales extranjerizantes». Para llevarla a término se apelaba «a la luz que viene de lo alto, de donde viene también el rayo que es castigo y es destrucción».

La asociación salmantina que cada año desde hace solo cinco convoca en una plaza suburbial de la ciudad un homenaje en memoria de Casto Prieto y de cuantos fueron ejecutados o asesinados por los militares felones, insta cada año al Ayuntamiento a sumarse a tal convocatoria popular, pero ni el Partido Popular ni Ciudadanos se sienten llamados a acudir hasta ahora. Su resistencia es equivalente a la que mantuvo la corporación conservadora salmantina con el medallón en honor al dictador que no fue erradicado de la Plaza Mayor hasta 2017, diez años después de la aprobación de la Ley de Memoria Histórica, al cabo de casi cuarenta de régimen democrático.

Félix Población, WWW.DIARIODELAIRE.COM

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/los-nombres-de-la-memoria/unamuno-se-traiciono-a-si-mismo-segun-su-amigo-casto-prieto-alcalde-de-salamanca