Sucede muchas veces que según quien utiliza el término ruptura tiene un significado u otro. Así en la mayoría de espacios en los que se empieza a hablar de ruptura aparece la cuestión. ¿Si está la gente de IU o ICV puede ser una candidatura de ruptura? Esta pregunta no es menor, ni sólo fruto […]
Sucede muchas veces que según quien utiliza el término ruptura tiene un significado u otro. Así en la mayoría de espacios en los que se empieza a hablar de ruptura aparece la cuestión. ¿Si está la gente de IU o ICV puede ser una candidatura de ruptura? Esta pregunta no es menor, ni sólo fruto del sectarismo. El PCE y el PSUC fueron fuerzas claves para imponer la paz social y apuntalar el régimen del 78, con el que los franquistas de toda la vida pasaron a ser respetados demócratas de la noche a la mañana. Además durante años han jugado un papel contradictorio apuntalando gobiernos del PSOE y aceptando recortes y privatizaciones a la vez que conseguían mejoras no menospreciables. Es cierto que un cambio real en la orientación de estas formaciones a dejar de servir de muleta a los gobiernos socialiberales del PSOE sería un paso importante, aunque requerirían unos compromisos claros de los que hablaremos más adelante. Ahora con el PSOE muy debilitado tanto ideológicamente, por su aceptación del neoliberalismo, como por los numerosos escándalos de corrupción y la irrupción de una nueva izquierda policéntrica con referentes tan diversos como Podemos, CUP, Compromís, Procés Constituent o los diversos Ganemos, muchas personas de clase trabajadora demandan un esfuerzo orientado a conseguir la unidad, como mínimo en los procesos electorales.
Esta demanda observa las coincidencias entre los diferentes actores y soslaya las diferencias insistiendo sobre todo en aquello que une más de lo que separa. Así, en primer lugar, los procesos de confluencia deben partir de ahí; en segundo lugar, deben existir unos compromisos programáticos claros decididos colectivamente, unos principios éticos que acaben con los privilegios de los cargos electos y los de libre designación (acabando con las puertas giratorias y las carreras políticas como modus vivendi), no participar en gobiernos que recortan, así como una orientación hacia el poder popular, es decir, ir vaciando de poder a las instituciones actuales y generando nuevas que permitan la participación de personas trabajadoras, usuarias y vecinas. Por último, una consideración, en muchas ocasiones forzar una unidad en poco tiempo entre fuerzas con culturas políticas muy alejadas puede no ser entendido ni por las propias bases ni por los posibles votantes, restando potencial de voto.
Las confluencias municipalistas
Hoy están apareciendo diversos proyectos de confluencia municipalista. Todos ellos hablan de ruptura aunque existen serias diferencias en cuanto a la concepción de la misma. Desde los sectores que postulan la confluencia de todas las fuerzas a la izquierda del PSOE/PSC, o sus marcas locales, a aquellos que proponen exclusiones previas de los partidos que han participado de la gestión socialiberal de los ayuntamientos o gobiernos autonómicos.
Me parece erróneo plantear vetos previos a partidos como IU, Equo o ICV. La cuestión clave es definir un método democrático de toma de decisiones, de confección del programa y el fin de los privilegios de los cargos electos y de confianza. Sí que pienso que ex cargos de gobiernos (consejeros, concejales o altos cargos) no deben ser caras visibles de la confluencia ya que su continuidad elimina la percepción de cambio real.
El voto es algo táctico y no debemos situar la pureza ideológica de las candidaturas en el centro de la cuestión. La clave es conseguir la máxima movilización de voto a la izquierda del statu quo. Esto quiere decir utilizar las propuestas de movimientos sociales y el sindicalismo combativo como ejes centrales de la discusión programática. Si se dan estas circunstancias, cuanto más amplia la confluencia mejor. No obstante, las contradicciones acumuladas por las fuerzas que han gobernado durante años están generando muchas tensiones en estos procesos y, además, para sectores tradicionalmente abstencionistas, entre un 30 y un 40% de la población, la percepción de que no hay una ruptura con lo anterior puede restar voto. Así, por ejemplo, en Barcelona o en Andalucía en lugar de forzar una unidad frágil, unas listas separadas de ICV o IU, por un lado, y otras de los espacios de confluencia de la nueva izquierda, podrían obtener en conjunto más regidorías o consejerías que podrían después colaborar para conseguir objetivos comunes.
El caso de Podemos con su proyección de voto podría suponer un terremoto en los comicios locales, siendo posible presentarse con las propias siglas a partir de un programa marco propio.
Óscar Simón (@simongorjeos) es militante de En lluita / En lucha
Fuente: http://enlucha.org/diari/