Recomiendo:
0

Sobre el Plan Bolonia

Universidad o chiringuito ¿qué más da?

Fuentes: Rebelión

Un análisis sosegado del famoso «Plan Bolonia» nos obliga a remitirnos a las transformaciones económicas por las que Europa está pasando, cambios que pasan siempre por una flexibilización del «factor trabajo», es decir, convertir la fuerza de trabajo en una sustancia dócil, sin identidad ni rostro humano, una mercancía de usar y tirar a libre […]

Un análisis sosegado del famoso «Plan Bolonia» nos obliga a remitirnos a las transformaciones económicas por las que Europa está pasando, cambios que pasan siempre por una flexibilización del «factor trabajo», es decir, convertir la fuerza de trabajo en una sustancia dócil, sin identidad ni rostro humano, una mercancía de usar y tirar a libre disposición de la patronal y de las grandes corporaciones.

En esa línea, a ningún adversario del Capital se le escapa que el dinero público destinado a las universidades, a la enseñanza en general, a la investigación y a la cultura, es un capital que va a ser re-dirigido de manera drástica y sin caretas hacia un solo polo: el interés privado. Los patronos, las grandes corporaciones radicadas en la U.E. son la clase de sujetos que van a dictar lo que se debe investigar, enseñar y hacer. Los contenidos, las prioridades, las prácticas, todo va a girar en torno a los puntos de acumulación de plusvalía que son las empresas privadas. Si estas van a sustituir progresivamente a la financiación pública, no será de extrañar que sin ambages luego hagan suyo el lema famoso «donde pago, cago» (y perdón por la escatología).

Las humanidades, así como la investigación científica básica, van a quedar relegadas, de eso no hay duda. En definitiva, el capitalismo es ese sistema que avanza aniquilando sus propios fundamentos. La ciencia era definida por Marx como un «motor de la producción», y lo es incluso en aquellas ramas del saber que, aparentemente, menos beneficio inmediato pueden acarrear. Pero, por ejemplo, hoy compramos en el súper muchos aparatos basados en la Mecánica Cuántica.

En suma, el capitalismo no puede dejar de tener una mentalidad roma, y una patética cortedad en sus miras cuando le resulta tan costoso mantener sus elevadas cuotas de ganancia. Su afán es valorizarlo todo, incluido el conocimiento.

Estas reflexiones no son originales, y muchos críticos del «Plan Bolonia» ya las han dejado caer en cuanto dicho Plan salió de su esotérico limbo y su imposición ya parecía inminente.

Pero lo que no he leído por ningún sitio es si al rosario de reformas y adaptaciones «made in Spain» de tanta excelencia europeísta como nos aguarda, se van a reformar también los chiringuitos playeros que hoy en día se hacen llamar «Departamentos» y «Facultades» o «Escuelas». Por supuesto, no todos son chiringuitos, pero sí la mayoría. Los que conocemos un poco lo que es la docencia universitaria sabemos que hay feudos en los que Bolonia jamás va a entrar. Se reformarán planes de estudios, se introducirán nuevos tipos de titulaciones y de prácticas, y todo lo que se quiera. Pero la U.E. será incapaz de transformar de puertas adentro la esencia misma del chiringuito universitario hispano.

¿Se mete el Plan Bolonia con los procesos de selección del personal docente e investigador? No señor mío. Hay departamentos que son el feudo particular de un señorito que maneja recursos de todos, pagados con los impuestos de todos. Mientras que los estados europeos que impulsaron Bolonia están acostumbrados al trabajo horizontal en equipo, bajo la premisa básica de compartir conocimientos y aptitudes de forma abierta y mutuamente enriquecedora, en las universidades españolas sigue dándose un sistema jerárquico antediluviano.

Quien escribe estas líneas recuerda perfectamente el «estilo hispánico» de un departamento universitario madrileño. Allí, el señor catedrático no bajaba en su vida al laboratorio del que emanaban los resultados de sus publicaciones, la mayoría de las cuales sólo gozaban de su aportación intelectual personal en la hora de poner su firma en los artículos igualmente firmados por otra media docena de personas, muchas de ellas becarios mal pagados que, para colmo, debían agradecer a este señor sátrapa su beca así como el figurar su firma como «marca de fábrica» junto a la de ellos, los pobres proletarios de la ciencia. Que los jefazos pongan su firma en investigaciones en las que apenas participan es una versión moderna del feudal «derecho de pernada». Así se explican los currículum abultados de algunas personas encumbradas en la Academia. ¿Cómo pueden publicar tanto? Pues porque su marca de fábrica consiste en un vivir de rentas, y del trabajo de otros, y es la contrapartida de haber sacado del paro a varios titulados superiores. Éstos cobrarán poco más de 600 euros a cambio de un trabajo que a menudo incluye sábados y domingos, y jornadas no reguladas que incluyen horario nocturno. ¡Todo por la ciencia!

No, Bolonia «made in Spain» será la perpetuación del chiringuito departamental. Bolonia «a la española» será la perpetuación de los feudos en los que pagamos a una buena masa de parásitos que, si tuvieran que pasar una mínima oposición libre y abierta (como todavía lo son de momento las oposiciones a profesor de secundaria) la mayoría no daría la talla y no podría superar en conocimientos a ninguno de sus propios becarios. Y todo el mundo sabe que el proceso de reclutamiento de becarios, profesores ayudantes, etc., es todo menos objetivo. Las reformas que se avecinan ¿limpiarán algo de esta basura inherente a la universidad española, como es el enchufismo, el nepotismo, el amiguismo y el «famulismo»? No, padre. No, padre. Incluso muchos de los docentes y jerifaltes que se oponen a Bolonia de cara a la galería, están más que tranquilos en lo más hondo de su conciencia, pues sabe que su chiringo no va a ser tocado. Seguirá cobrando un sueldo fijo de funcionario de la escala alta, y todo por una dedicación mínima que le permitirá a buen seguro tener abierto otro chiringuito particular (consultas, bufetes, gestorías).

El debate sobre la educación en este estado es un debate tergiversado de principio a fin, con un público dotado de muy baja capacidad para la profundización en los problemas y en el estudio de sus raíces más hondas. Bolonia es una sombra que ya se veía venir con la LOGSE, ese engendro fracasado años ha: Trivialización de los contenidos, escolaridad obligatoria hasta edades en las que esa obligación carece de sentido, ministros socialistas que llegaron a decir «que el Latín era cosa de curas», etc… La LOGSE, como ahora Bolonia, es el triunfo de la Barbarie.

Lo que hemos observado (y va para largo) es un aumento ingente de la burocracia y de la ineficiencia que le suele venir asociada. La banalización de la secundaria con la LOGSE fue el anuncio de la futura instrumentalización de la enseñanza que supondrá Bolonia con la universidad. Pero los cotos y feudos de poder personalista en los departamentos universitarios no va a desaparecer: nadie quiere que desaparezca. Nadie, ni siquiera muchos de esos patéticos académicos que se ponen detrás de una pancarta y dicen «estar contra la Europa del Capital». Ellos mismos actúan con su feudo como el jefe de una cadena de hamburgueserías. El que esto escribe tiene la experiencia personal de ello: una vez extinguido su contrato laboral, hace muchos años, en la universidad asturiana, los libros y pertenencias personales que guardaba en su despacho fueron desalojados de allí sin aviso previo y puestos en el suelo del pasillo de la facultad, los cuales hubieron de ser recogidos caritativamente por el señor conserje, pues «le daba pena» ver aquellos objetos allí tirados. Habíamos leído que en el capitalismo al estilo Taiwán, ni siquiera se daba un aviso formal para despedir a los repartidores de pizzas o a los empleados de banca. En Oviedo, capital de la «Asturias Patria Querida», como pueden ver Vds. sucede lo mismo. Los más inútiles son los que mandan, y además con prepotencia de señorito y de negrero.