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Hay que replantearse la urgencia de una huelga general y la reivindicación de un referéndum sobre los recortes

Urge construir una alternativa política desde las luchas

Fuentes: Rebelión

¿Quién puede luchar? Ante la convocatoria de una huelga general, no hay que olvidar en lo que a unos y a otros nos cuesta un día de huelga, y poner el sacrificio en la balanza junto con lo que se consigue. A los funcionarios públicos nos cuesta un día de sueldo, incluido el prorrateo de […]

¿Quién puede luchar? Ante la convocatoria de una huelga general, no hay que olvidar en lo que a unos y a otros nos cuesta un día de huelga, y poner el sacrificio en la balanza junto con lo que se consigue. A los funcionarios públicos nos cuesta un día de sueldo, incluido el prorrateo de las pagas extraordinarias, una cantidad por lo general nada desdeñable, pero ahí se queda la cosa. Debemos parar porque el coste es perfectamente asumible y no nos van a despedir. Pero a demasiados trabajadores y trabajadoras del sector privado la huelga les puede costar el empleo, y hay mucho paro. Los empresarios tienen la sartén por el mango y… ¿cómo le podemos pedir a un compañero o compañera que se la juegue por una jornada de huelga general cuyos efectos sobre la realidad van a ser de un orden meramente simbólico? Así que… ¿quién puede luchar así, haciendo una huelga general que sólo puede ser simbólica ? A pesar de las imágenes de lucha y el amparo de los trabajadores precarios que propician los piquetes, últimamente en las jornadas de huelga general el éxito de la convocatoria ha sido, cuanto menos, discutible. El gobierno podía exagerar en sus cifras, pero es verdad que, aunque bajara un poco el consumo eléctrico en la hora punta de la huelga, la sensación no ha pasado últimamente de victoria a medias . Una huelga general se gana cuando es totalmente indiscutible… un nuevo 14 de diciembre de 1988. Pero las condiciones actuales distan mucho de las de entonces porque se han multiplicado el desamparo y la precariedad, y también se ha perdido demasiado la esperanza. Además, la huelga general no es el mejor vehículo de lucha y expresión para la gente desempleada, no digamos para las crecientes capas poblacionales en situación de pobreza y exclusión social.

La Cumbre Social de Madrid (qué poco me gusta lo de «cumbre»), y los sindicatos UGT y CCOO plantean como reivindicación fundamental para este tipo de luchas simbólicas un referéndum. El razonamiento es algo así: como el PP ganó las elecciones diciendo que no iba a recortar tan a lo bestia, ahora que ha traicionado por completo sus promesas y programas corresponde al pueblo decidir si los recortes son el camino a seguir. Curiosamente, los dos sindicatos más importantes, que arrastran la trayectoria política que arrastran, no pretenden lograr un adelanto electoral, el verdadero corolario para las premisas del razonamiento que justifica según ellos la petición de referéndum. ¿Tiene eso que ver con el hundimiento de las previsiones de voto para el PSOE, que por ahora aparece en las encuestas prácticamente como partido minoritario? Sabiendo como saben que el referéndum no se va a conseguir con las fuerzas que se van a movilizar, ¿cuál es el verdadero objetivo de este planteamiento?

Que se vayan todos… ¿y después?

La desesperación hace despertar a mucha gente en España. Sin embargo, al tiempo que los discursos críticos con el poder y hasta revolucionarios van ganando legitimidad día a día a pie de calle, no hay ningún referente político y organizativo que pueda vehicular el malestar para acumular fuerzas y forzar el cambio social. Los movimientos ciudadanos hijos del 15M han adoptado un discurso de deslegitimación completa de la clase política y plantean con frecuencia ideas y lemas que recuerdan al que se vayan todos de la crisis argentina de los años 2001-2002. Hay decenas de luchas sectoriales, a menudo solapándose las unas con las otras sin ninguna coordinación, y sólo se plantea como auténtica movilización que englobe a todo el mundo la huelga general simbólica que forzosamente han de encabezar CCOO y UGT y que se pliega a sus cálculos políticos.

A río revuelto, ganancia de pescadores. Agazapado tras el malestar se esconde el PSOE, que ve en la movilización social su tabla de salvación. Si la lucha en la calle apenas fragua una sensación de revoltijo social, de conflictividad extensa pero atomizada, desarticulada, emergerá Rubalcaba como único referente práctico para el cambio si ha pasado tiempo suficiente como para que se vayan olvidando los últimos años del gobierno de Zapatero gracias al salvajismo extremo de las políticas del gobierno ultra del PP. Si son CCOO y UGT los máximos referentes a escala estatal para articular las movilizaciones masivas, el PSOE gana presentándose como mal menor . Si los movimientos nacidos del 15M siguen sin mostrarse capaces de aunar luchas y constituirse en referente político unitario, el PSOE también gana. Porque es la única fuerza con capacidad electoral alternativa al PP.

La importancia de las elecciones

En las elecciones al congreso de noviembre de 2011, cuando el PP obtuvo la legitimidad que buscaba la oligarquía para la segunda tanda de ajustes, hubo un 68,94% de participación. Votó bastante gente como para otorgar un grado de legitimidad importante al sistema político, a la democracia . Pero más allá de la legitimidad popular, lo cierto es que el voto directo y secreto, con todo lo amañado que está el tinglado, se corresponde con un ejercicio ciudadano en el que no tiene por qué estar presente la mano de hierro del capital. Los empresarios todavía no pueden controlar si sus trabajadores votan, y mucho menos a quién votan. El voto todavía recuerda un tanto a la idea de ciudadanía, de independencia civil, porque aún puede ejercerse al abrigo de la opresión del capital.

Syriza estuvo cerca de ganar las últimas elecciones griegas, y si lo hubiera conseguido, habría llenado de sentido la lucha en la calle de tanta gente desesperada. Habría sustanciado una victoria de las luchas. El poder tuvo miedo de Syriza, y recurrió a la amenaza, que era lo más a lo que podía llegar si se mantenía eso del voto, si no se daba directamente un golpe de estado. Los medios machacaron al pueblo griego, que había luchado mucho, pero no había sido capaz de consolidar una alternativa política unitaria que conjugara todas las luchas con el voto, con el camino de la victoria. Aun así, millones de trabajadores votaron por la alternativa que se iba fraguando y que más ponía nerviosos a sus patronos. Demostraron que es posible, y que el camino recto está en las urnas y el espacio social y simbólico que representan. Un gobierno encabezado por Syriza hubiera hecho posible cambiar de políticas, hubiera significado una pequeña revolución capaz de poner en jaque todo el sistema de saqueo. El ejemplo griego mostró la verdadera grieta: mientras la sociedad capitalista europea occidental pretenda seguir disfrazada de democracia y estado de derecho, mientras sus próceres se sigan declarando herederos de la Ilustración, habrá un resquicio para ganar sin guerra.

Construir desde abajo

Cuando se convoca una huelga general hay que seguirla, pase lo que pase. Pero el objetivo debería ser acumular fuerzas para verdaderamente dar un golpe sobre la mesa y forzar la práctica democrática. La huelga general podrá se de verdad una estrategia ganadora de veras cuando se den dos condiciones que ahora no se dan:

1. Que seamos verdaderamente capaces de forzar al Gobierno a negociar una salida , o sea, convocar elecciones anticipadas.

2. Que hayamos construido la alternativa unitaria capaz de ganar esas elecciones.

Es posible que en la coyuntura actual, una convocatoria de huelga general sea positiva para generar el clima necesario para construir la alternativa. Y aunque dudemos de esto último, es obligatorio secundarla y sacarla adelante con todas nuestras fuerzas, mal que nos pesen la tremendas limitaciones que impone la realidad del sistema económico y nuestra debilidad social y organizativa. Pero con todo no debemos olvidar que la clave estriba en unir todas las luchas y crear un frente popular , una organización que invoque la soberanía, la democracia y la justicia social como valores para refundar el sistema. Lo de menos es el nombre, aunque desde luego que tendría que ser capaz de aglutinar a una masa social mayoritaria, por lo general muy desvinculada de la cultura de la izquierda (¿El pueblo unido? ¿Frente Popular? ¿Unión Patriótica? ¿Movimiento Tercera República? ¿Alianza País?). Por supuesto que habría que arrebatar a la derecha la idea de patriotismo , quizás a través de la revitalización del republicanismo como fuente de nueva legitimidad democrática y, desde luego, asociado a su sustancia: que la voluntad del pueblo sea verdaderamente soberana, independiente, insumisa a los grandes poderes foráneos… o de la plutocracia interior.

Se trata, entonces, de buscar una organización política hija de las luchas, unida a ellas por un cordón umbilical indestructible. Sin duda, Izquierda Unida, siguiendo lo que es ya un clamor en una parte notoria de su militancia, debería poner sus escaños y su espacio en el sistema político actual al servicio de la alternativa. Pero el parto no puede provenir de un pacto de las cupulillas de IU, los sindicatos y unos cuantos grupos y grupúsculos. Hay que construir desde abajo. Hay que comenzar con la convocatoria de una gran asamblea unitaria de TODOS los movimientos de oposición a la agresión neoliberal, incluyendo al 15M y el 25S, la marea verde, las organizaciones estudiantiles, las asociaciones de madres y padres, las organizaciones de defensa de la sanidad pública, las asambleas de parados, los movimientos por las rentas básicas y contra la pobreza, las organizaciones de funcionarios y trabajadores públicos, los afectados por las hipotecas, los movimientos barriales, los intelectuales y artistas en pie de lucha, los grupos ecologistas, el feminismo activo, los movimientos rurales y locales, las alternativas utópicas en marcha, los sindicatos que estén por la labor, los distintos colectivos de trabajadores en lucha, las organizaciones agrarias defensoras de la soberanía alimentaria… Tiene que ser la gente que está dando la cara en la calle la que se junte y decida cómo nos vamos a unir para ser lo más inclusivos que podamos en una organización que nos ayude a acumular fuerzas y coordinar las luchas, y nos permita ganar las elecciones con una amplia mayoría social a las espaldas. Éste es, antes que ningún otro, el objetivo. Un proceso constituyente sólo puede partir de una gran victoria electoral.

El comienzo, entonces: un programa de transformaciones en las que estemos lo más de acuerdo que se pueda estar; un conjunto de representantes sometidos permanentemente a la rendición de cuentas a las bases y al principio de mandar obedeciendo a través de unos estatutos claros, taxativos, sin trampa ni cartón.

Restablecer el vínculo

El objetivo sería construir muy rápidamente capítulos de la nueva organización en todo el territorio, en parte, por supuesto, a partir de la estructura ya existente de IU y otras organizaciones. Es muy importante que haya una interlocución directa, local, con la gente que permita vehicular la nueva legitimidad que mana de la situación socioeconómica. Es muy importante existir socialmente, y no depender para ello de la cobertura que te vayan a dar los medios de comunicación. Ahí estriba buena parte de la importancia de las luchas. En ellas, se curte la alternativa y se produce inevitablemente el diálogo con la sociedad. A través de los conflictos y de la organización local, se crean vínculos y caminos para la circulación de la información. Cobran vida las redes sociales (dentro y fuera de Internet). Crecen los apoyos y la legitimidad social.

Casi que todo esto es hablar, a la postre, de una reconstrucción . Durante la oposición al franquismo, el Partido Comunista de España (PCE) se constituyó en la gran fuerza de oposición del interior. Lejos de todo dogmatismo, el PCE albergó y coordinó innumerables luchas de todos los colores. Fuera por completo de los medios de comunicación de masas, el partido tenía una capacidad impresionante de interlocución directa con la sociedad a través del tejido de organizaciones sociales para las que servía de cobertura política. Una de las claves de la restauración borbónica estribó en la desarticulación del PCE como organización de base. Con el regreso de Carrillo y su aparato, el partido se entregó por completo a los medios de comunicación para transmitir sus consignas y comunicarse con la gente. Y los medios lo machacaron sin piedad, por mucho que se esforzaran unos dirigentes cada vez más desconectados del pueblo en derechizar sin freno la línea política de la organización.

La quiebra del PCE fue la quiebra del vínculo entre las luchas sociales y la organización política al servicio de las clases populares. Cuando tras el clamor del referéndum OTAN nació Izquierda Unida, los dirigentes más lúcidos y revolucionarios trataron de aprovechar el momento para reconstruir el vínculo, pero la dinámica interna de la organización, heredera del desastre del PCE, se encargó de acabar frustrando las mejores expectativas. Hoy seguimos padeciendo aquella quiebra comunicacional y organizativa y urge superarla: quedan muchos viernes hasta noviembre de 2015 y los herederos directos de Franco están empeñados en acabar con todo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.