Recomiendo:
0

Acabar con las guerrillas

Uribe, otro que intentó…

Fuentes: Rebelión

En su primera campaña electoral, Uribe Vélez ofreció acabar con la guerrilla en seis meses de presidencia. A pesar de la muerte de algunos dirigentes y cuadros, particularmente en el 2008, pasaron dos períodos presidenciales, o sea ocho años, y la insurgencia sigue con sus estructuras intactas, además de preservar su presencia nacional, tal como […]

En su primera campaña electoral, Uribe Vélez ofreció acabar con la guerrilla en seis meses de presidencia. A pesar de la muerte de algunos dirigentes y cuadros, particularmente en el 2008, pasaron dos períodos presidenciales, o sea ocho años, y la insurgencia sigue con sus estructuras intactas, además de preservar su presencia nacional, tal como lo aseguró la Cruz Roja Internacional en su informe de este año.

Lo de acabar militarmente con las guerrillas se lo han propuesto todos los presidentes desde 1964, fecha en que se intentó por primera vez vencer un reducto de 50 campesinos y campesinas que pedían paz y tierras. En aquella ocasión el presidente Guillermo León Valencia expresó: «Mucho antes de que termine mi gobierno el país estará totalmente pacificado. Esa es una decisión que no vamos a quebrantar por ningún motivo». (1) A lo que se conoció como la Operación Marquetalia, Estados Unidos envío asesores, tropas trasladadas desde Vietnam y el más moderno armamento; mientras que el gobierno colombiano lanzaba a 16 mil soldados, una buena parte veteranos de la guerra en Corea.

La oligarquía, la dirigencia católica y la gran prensa cada día expresaban su confianza y felicidad por acabar con este «reducto del bandolerismo». (2)

Ese grupo de campesinos no fue derrotado. En medio de tan desigual combate, el mismo día de la fiesta nacional, el 20 de julio de 1964, proclamaron el Programa Agrario Guerrillero. Y el triunfalismo de la oligarquía empezó a reducirse cuando el 7 de enero de 1965 un grupo de campesinos e intelectuales se tomaron Simacota, una pequeña población al otro extremo del país, dando a conocer una Proclama donde se leía: «nos encontramos en la lucha por la liberación nacional de Colombia». Así surgía la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional, ELN, que en sus fundamentos ideológicos ya mezclaba el marxismo y la Teología de la Liberación. El optimismo de las elites se fue viniendo abajo cuando los campesinos de Marquetalia realizaron, a fines de 1965, la Primera Conferencia Guerrillera. Y unos meses después, en abril, durante la Segunda Conferencia Guerrillera, dieron nacimiento a las FARC.

Sin nunca haber logrado ni un octavo de su objetivo estratégico, desde entonces todos los gobiernos han priorizado lo militar para acabar con un conflicto que tuvo, y sigue teniendo, profundas raíces políticas y sociales. La intransigencia política de las elites ha permitido creer que todo se soluciona matando. (3)

Porque, desgraciadamente, para los que queremos la paz con dignidad en Colombia, ese Estado enfermo de rabia y de poder no aprende: a la partida de cada presidente las guerrillas están más fortalecidas, porque la violencia estatal se dirige, sobre todo, contra la población civil. Esto, y el aumento de la miseria, ponen en brazos de la guerrilla a los jóvenes. El Estado sólo les deja la opción de dejarse asesinar por las Fuerzas Armadas o sus paramilitares, morir de hambre o empuñar las armas. Bueno, también pueden participar en los eslabones del narcotráfico…

Por tanto la «Seguridad Democrática» de Uribe lo que hizo fue profundizar la violencia y las desigualdades sociales. Darle más militancia a las guerrillas…

Juan Manuel Santos, el nuevo presidente, de seguro irá por el mismo camino. Siendo ministro de la Defensa (julio 2006 -mayo 2009), demostró que podía ser peor que el propio Uribe Vélez. Durante su ministerio, el asesinato a civiles se multiplicó, haciéndolos pasar por guerrilleros caídos en combate, en lo que se conoce como «falsos positivos». Santos proviene de la gran oligarquía tradicional, la misma que empezó la violencia política en los años cincuenta, e impuso la pobreza en gran escala en los campos, robando al campesino cafetero sus tierras. Sin olvidar que desde el principal diario del país, El Tiempo, se ha instigado con sevicia la violencia, y Santos ha sido uno de sus propietarios.

Es importante recordar que era una urgencia el que Santos llegara a la presidencia, porque siendo un civil más de seguro podría estar en la misma situación por la que empieza a atravesar Uribe Vélez: la posibilidad de verse ante los tribunales por crímenes de guerra y de Lesa Humanidad.

Santos ya anunció que dialogará con las guerrillas, pero bajo sus condiciones. Y esas significan un desarme a cambio de unos puestos burocráticos y algunas becas, y que el grueso de combatientes ingrese a las Fuerzas Armadas y grupos paramilitares. O se mueran de hambre o engrosen la delincuencia común. Y sin que cambien ni en un ápice las estructuras de ese Estado excluyente.

Ya se ha visto, y es un ejemplo tan grande como el cielo: otras guerrillas entregaron las armas en años muy recientes, sin que ello aportara en un milímetro a la solución de la pobreza y de la violencia política. Se rindieron en pro de la paz, esa misma que anhelamos todos, pero la única paz que llegó fue la de los sepulcros, mientras la mayoría de dirigentes engordaban y bebían en los clubes. Los que no estuvieron de acuerdo con tanto entreguismo fueron asesinados… bajo el silencio y la complicidad de sus ex compañeros.

La única verdad es que mientras Washington y las elites colombianas no entiendan que sin detener la violencia ni la intransigencia política contra la oposición y un buen sector del pueblo colombiano indefenso; sin que las mayorías no puedan disfrutar de las incalculables riquezas que poseen el suelo y los dos mares de Colombia, la guerrilla no se acabará.

Lo que se necesita y urge es una solución política negociada al conflicto. Sería el primer y verdadero paso para una verdadera paz.

De lo contrario, y la historia lo está contando, esas elites no podrán disfrutar en tranquilidad todos sus millones, porque, lamentablemente, su sistema sigue incubando a sus propios enemigos que no los dejarán dormir en paz.

* Escritor y periodista. Colaborador de Le Monde Diplomatique.

http://www.hernandocalvoospina.com/

1) El Tiempo, Bogotá, 8 de mayo de 1964.

2) Editorial de El Tiempo, 22 de mayo de 1964.

3) Hernando Calvo Ospina. Colombia, Laboratorio de Embrujos. Historia del Terrorismo de Estado. Editorial Foca-Akal. Madrid, 2008. (También editado en Venezuela y Ecuador, así como en portugués y francés)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

rJV