Bueno. Sinopsis. Ninguno de nosotros tendría que estar aquí –y, snif, CTXT menos que nadie, ya que hasta ayer nos negaban la acreditación–. Todo esto se tendría que haber solucionado hace la tira y en un plis-plas, con una Große Koalition, que hubiera acometido «las reformas que España necesita», perífrasis épica que viene a significar […]
Bueno. Sinopsis. Ninguno de nosotros tendría que estar aquí –y, snif, CTXT menos que nadie, ya que hasta ayer nos negaban la acreditación–. Todo esto se tendría que haber solucionado hace la tira y en un plis-plas, con una Große Koalition, que hubiera acometido «las reformas que España necesita», perífrasis épica que viene a significar intensificar el desballestamiento del bienestar, eso que ocurre sí o sí cuando el objetivo primordial del Estado es el pago de la deuda. De hecho, ahora, en vez de estar aquí haciendo el mono, los diputados tendrían que estar reduciendo las pensiones, en algunos tramos adquisitivos, al 50%, tal y como les han señalado sus superiores.
Pero el caso de la cosa, y como demuestra nuestra presencia hoy y aquí, es que una Gran Coalición ha resultado imposible. Por varias razones. A) La cultura española carece, desde 2011, de un lenguaje propagandístico efectivo, que posibilite no sólo el argumentario para una Gran Coalición, sino para formar un Gobierno apañado, que tire millas en la línea señalada desde la UE. No se puede realizar tampoco porque B) quien se asocie a un PP dirigido por Rajoy, muere. Y C) quien se asocie para formar un Gobierno con el mismo itinerario económico que el del PP –no nos dejan otro; este es un Estado sin soberanía–, también muere. No se ha podido formar gobierno por otro preciosismo: D) la corrupción contrastada del PP, un partido encausado por ese tema. Que se encause a un partido por corrupción en el Estado en el que existe una cosa que se llama IBEX, y que agrupa a la empresa regulada –un indicio del carácter tolerante del Estado frente a la corrupción–, es algo que indica la gravedad del fenómeno. Que es, vamos, de traca. Ahora que lo veo ordenado, los puntos A), B), C) y D) dibujan con espectacularidad, si se les une con una línea, otra razón que explica que no haya Gobierno. Se trata de E) una crisis de Régimen. No hay Gobierno porque la política carece de zona de confort, y todos los grandes partidos se juegan la vida, de manera que están intensificando la lucha por su vida sobre el objetivo de formar Gobierno. Algo, por otra parte, normal, cuando todo va en modo Titanic.
Salvo algún hecho extrapolítico o extracutural, que posibilite algún mazo de votos no previstos, Rajoy no va a obtener votos suficientes ni mañana, ni el viernes. Precisamente porque todo el mundo está luchando por su vida. El PNV no podrá votarlo hasta después de las elecciones vascas del 25 de septiembre. Es muy posible que incluso después de ellas tampoco pueda votarlo sin morir. CDC, o PDC, tres cuartos de lo mismo, pero más divertido. Exclusiva: llegó a haber un pacto CDC-PP para lo de la Mesa, como en los glory days. A cambio de votar lo de la Mesa y, posiblemente, votar lo de hoy, CDC sería Grupo Parlamentario. Siempre y cuando cumpliera, además, con otro acuerdo. Puro trámite: eliminar o aplazar la votación de la resolución –es decir, de nada– sobre el Procés Constituent. Este acuerdo pactado por CDC Madrid no fue respetado por CDC Barcelona. Precisamente porque se jugaba la vida. Visto lo visto, el único partido sensible a suicidarse, y que ha hecho emisiones que, en efecto, confirman que, a determinada presión y temperatura, podría realizar ese suicidio, es el PSOE. Quizás, esta mañana a primera hora, esa es la única tensión en esta historia de supervivientes. Datos que ilustran que el PSOE carece de Plan B, por lo que puede ir de morros hacia ese Plan A: en todo este largo verano no ha habido contacto, me dicen, con el pack Podemos, y eso que el pack Podemos le tiraba la caña.
Mientras tanto, esto no es una sesión de investidura, sino una lucha feroz por la vida. Pienso en ello mientras escucho a Rajoy. ¿Qué está haciendo ahora Rajoy, mientras aburre a las ovejas con un discurso en verdad carente de electricidad? Pues no morir. Y, por lo mismo, intentar vivir. Supongo que a través de palabras, que es lo único que tiene a mano en esta situación. A la espera de lo que pase en octubre o, quizás más probablemente, de lo que pase después de otras elecciones, Rajoy está formulando la derecha que pretende sobrevivir a esta crisis. O, al menos, sus ejes propagandísticos.
Por lo que dicen sus palabras, es una derecha que descansa en un sentido común espontáneo de la sociedad. De todo lo que ha votado la sociedad, que ha sido mucho y dispar, Rajoy defiende que, ordenándolo, sale él. Defiende que sólo la derecha puede gobernar –«A España no le sirve cualquier Gobierno»–, defiende que el gobierno propuesto por la ciudadanía y por él es un gobierno fuerte y estable. Algo que, sin duda, no será. De lo que se deduce que su fortaleza recaerá en decirlo. Es decir, en la propaganda. Habla de economía con datos técnicos, que maquillan el drama real –«en los últimos 40 años España es el país que más ha visto crecer su renta per cápita», cosa imposible si la estadística aludiera a los últimos 6 años–. Habla del paro estructural como problema parcialmente solucionado. Lo que vuelve a indicar que, en el futuro, lo ideal será más importante que lo real. Habla de las pensiones y pide un «diálogo para fortalecer el sistema público de pensiones», frase que, me temo, significa lo contrario a lo que interpretaría un pensionista. Propone varios pactos nacionales, incluido el de Toledo, el llenapistas de la cultura política fundacional de la Transi, ese cadáver. Su discurso gana electricidad cuando habla de regiones propagandísticas que conoce, como el terrorismo.
Y adquiere su centro y su eje, y su do de pecho, cuando habla de Unidad Nacional, quizás el centro de todo su discurso.
Rajoy propone un Pacto Nacional por la Unidad de España y en defensa de la Constitución, una propuesta que, para entender su rareza y patología, tiene nombre artístico de alguna propuesta yugoslava de los 90’s, y viene a poner en relevancia problemas no asumidos en su discurso. También orienta hacia dónde irá la nueva propaganda, una vez que la propaganda de las últimas décadas –vertebrada en una idea idílica de la democracia española, muerta, una organización, ETA, muerta, y una idea de la UE como sello democrático y cuerno de la abundancia, muerta– ha fallecido. Parece ser que vendrá de la mano del nacionalismo. El choque territorial parece ser que está cargado de futuro. Volverá a ser, quizás con mayor intensidad, el 99% de la política hablada y explicada. La Unidad Nacional –la alocución más citada hoy–, por cierto, es lo contrario a la soberanía –esa cosa que ya no existe–. Es un concepto para consumo interno, para cohesionar una política que ya es imposible de cohesionar. Humm. Puede funcionarles.
No hay, por otra parte, muchas concesiones al diálogo en el discursoZzzz de Rajoy. La derecha que salga de esta crisis, que integrará al PP y a C’s –partido, en la cosa nacional esa, más a la derecha, incluso, que el PP–, parece que sólo sabe vencer. Venció en el XIX, cuando incorporó a su corpus la cosa Unidad Nacional como séptimo sello, venció en el 39, y parece tener una interpretación de la Transi, que quiere reeditar, se diría, con mayor radicalidad, según la cual, volvió a vencer en los 70’s.
Vencer es lo contrario de la política. Por aquí abajo, históricamente, más aún.
Glups.
Hasta mañana.
Guillem Martínez es autor de ‘CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española’ (Debolsillo)
Fuente: http://ctxt.es/es/20160824/Politica/8129/investidura-rajoy-pactos-ciudadanos-corrupcion-PP.htm