Verde que te quiero indefinida

El mismo día que miles de profesores seguían con la mirada anhelante la trayectoria elíptica de un tupper mal apuntado, Esperanza Aguirre, a la sazón, diana ilesa, dio por inaugurado el nuevo curso escolar correspondiente a los años 2012 y 2013. Comienza de este modo un curso marcado por los recortes que tanto la Comunidad de Madrid como el Ministerio de Educación han aplicado sobre los recursos destinados a la educación pública. Será un año escolar donde la reducción de plantillas en los centros de Infantil y Primaria y de Secundaria, en los programas de compensatoria y de atención al alumnado con necesidades especiales, supondrá la práctica imposibilidad de ocuparse con garantías de un alumnado cuyas demandas son especialmente complicadas de atender sin el trabajo de un grupo de profesores suficiente. Será un curso donde el aumento de horas lectivas al profesorado de Secundaria, Formación Profesional, Escuelas Oficiales de Idiomas, Conservatorios, etc., sobrecargará a los docentes de horas de clase y supondrá el consecuente despido de decenas de miles de profesores interinos. También recordaremos el curso 12-13 por el aumento de las ratios de alumnos por aula, por la reducción de la oferta educativa, así como por el cierre de algunos centros de enseñanza. Tampoco lo olvidaremos gracias a la etapa infantil de 0 a 6 años, la cual alcanzará simas más hondas dentro de la paulatina degradación en la que está sumida, con la consiguiente mayor precarización laboral para los profesionales de las escuelas infantiles. Además, será el año del aumento desmedido del coste de las matrículas universitarias, del material escolar y del transporte; un aumento que coincidirá para mayor desesperación de las familias con la reducción de las becas escolares para libros de texto y comedor, con lo que aprender será más caro pero al mismo tiempo en peores condiciones. Por supuesto, el curso presentado con boato por la presidenta de la Comunidad de Madrid también se caracterizará por ser el año de las nóminas adelgazadas y de los recursos para institutos y colegios empequeñecidos. Será, en resumen, el curso en el que se dará por concluido el proceso de desmantelamiento de la educación pública tal y como la hemos conocido hasta ahora.

Tal vez si ese tupper violeta hubiese impactado en su objetivo las cosas podrían haber sido distintas. ¿Quién sabe? De cualquier forma, aún hay otros modos de cambiar el devenir funesto del curso escolar recién iniciado. A partir del próximo 17 de septiembre, el sindicato CGT, en colaboración con Red Verde de profesores, ha convocado una huelga indefinida en todos los niveles educativos de la Comunidad de Madrid. No secundan esta convocatoria los sindicatos que dicen representarnos en la enseñanza (CC.OO., UGT, CSIF, ANPE y STEM), los cuales consideran que el profesorado «no está maduro» para afrontar el cierre indefinido de las aulas. Sin embargo, una agresión a la educación pública como la que suponen los recortes aprobados para este curso merece una respuesta que se corresponda con la gravedad de las medidas impuestas. Ante el aumento de las ratios en las clases, frente al despido de profesores, ante la carestía de las tasas universitarias, el aumento desorbitado del precio de matrícula en EOI y Escuelas Infantiles, el desvío de fondos públicos a la escuela privada-concertada, etc., solo se puede contestar con formas de protesta osadas y comprometidas. El ejemplo del pasado año, un curso trufado por una docena de paros en días no consecutivos y por concurridas manifestaciones, nos ha enseñado que la Comunidad de Madrid no va a recular en su propósito de desmantelar el sistema de educación pública con acciones tibias. La gravedad del ataque exige una respuesta contundente, es decir, una huelga sectorial indefinida.

No ignoramos que el profesorado madrileño comienza este curso escolar desilusionado. El pasado año las movilizaciones que dieron forma a la llamada «marea verde» desgastaron sueldos y fuerzas sin encontrar ningún resultado. Un fracaso con responsabilidad compartida entre los sindicatos más contemporizadores y posibilistas y unos docentes que no supieron emanciparse de ellos y dirigir sus reivindicaciones. Sabemos que una huelga indefinida es costosa y que implica infinidad de riesgos e incomodidades para padres y alumnos. Es cierto, pero no hay alternativa. Esta huelga es, en definitiva, nuestra última posibilidad: no hay más cartuchos. Si permitimos que el enésimo abuso de la Comunidad de Madrid se consume sin una oposición decidida y valiente, en años sucesivos ya no habrá educación pública que defender, ni para todos ni para todas.

Hay que abandonar la esperanza de que algún día un tupper recorrerá sin yerro el trayecto más rápido entre la mano de una madre agobiada por el precio del comedor y la cara de Aguirre. Debemos dejar de creer en sindicatos timoratos y en madres sin tino. Es tiempo de tomar las riendas de nuestras protestas. Sabemos que la opinión pública está de nuestra parte. Que la mayoría de nuestros compañeros se oponen a los recortes. Que los padres comprenden nuestras demandas. Que los alumnos secundarán nuestros paros. Realmente nunca tendremos una oportunidad tan favorable como esta, cuya repercusión es difícil de calcular. Si un sector es capaz de plantar cara a la política neoliberal de los recortes, este es sin duda el de los docentes. Y por supuesto, como todos sabemos, la rebeldía se contagia. Quién sabe si luego no vendrían los médicos y después los bomberos. Y más tarde, el resto. Se puede ganar tanto con esta huelga indefinida que comienza el 17 de septiembre que simplemente da pena dejar pasar esta oportunidad de cambiar las cosas. Este curso 2012-2013 que se ha inaugurado con una fiambrera al aire puede ser recordado como el año en el que todo cambió. ¿Vas a dejar pasar la oportunidad por un puñado de euros que tarde o temprano te arrebatarán?