Vicente Cuervo Calvo tenía 21 años cuando fue asesinado por un individuo de extrema derecha en el madrileño barrio de Vallecas, la mañana del 10 de febrero de 1980. Era la época del tercer gobierno de Adolfo Suárez, tras la victoria de UCD en 1979, que contaba con Antonio Ibáñez Freire como ministro del Interior y Juan José Rosón como gobernador civil de Madrid,
Como tantos otros jóvenes de esa generación, Vicente era una
persona inquieta y comprometida ideológicamente. Vicente trabajaba
en la fábrica de Telefunken de la calle Antonio López, donde
militaba en el sindicato CNT. Compaginaba la actividad sindical con
la participación en la contracultura del momento, cooperando en
Lacochu (Laboratorio Colectivo de Chueca) y llegando a colaborar
puntualmente en revistas como Ajoblanco y Hermano Lobo.
Aquella
mañana de febrero, el sindicato FNT, afín a Fuerza Nueva (FN),
partido de ultraderecha dirigido por Blas Piñar, había convocado un
mitin en las inmediaciones del conocido Cine París. Días antes, la
joven Yolanda González había sido brutalmente asesinada por
miembros de la extrema derecha con la connivencia de algunos
policías. En el barrio de Vallecas, donde se situaba su centro de
estudios, vecinos y organizaciones de izquierdas se habían
movilizado en la calle. Para evitar tensiones, el Gobierno Civil de
Madrid, desautorizó el acto de FNT. Sin embargo, los ultras
acudieron a Vallecas y el propio Blas Piñar estuvo presente.
La presencia de los ultras en Vallecas era una clara provocación
a la que distintas organizaciones de izquierdas respondieron con una
manifestación de protesta. «Vallecas zona roja, los fachas no
pasarán». «FN asesinos». Pintadas como éstas se
podían ver aquel día en el barrio de Vallecas. Vicente acudió a la
protesta con su pareja y algunos amigos. Al contrario de lo que dijo
la policía y difundió la prensa, Vicente no «pasaba por allí»,
Vicente había ido a protestar activamente. Cuando la policía empezó
a cargar contra manifestantes y vecinos, y los ultras comenzaron a
agredir indiscriminadamente a la gente, se produjeron carreras por la
calle Carlos Martín Álvarez en dirección a Portazgo.
En
el transcurso de esos incidentes, Vicente Cuervo fue asesinado a
sangre fría por un individuo de mediana edad con un arma de fuego,
en un callejón en frente del bar Dones. Algunos vecinos fueron
testigos de los hechos. Sin embargo, no se identificó a ningún
sospechoso. El caso de Vicente pasó a la historia como un ejemplo
más de la impunidad de la violencia política de la ultraderecha
durante los años de la transición. El caso fue sobreseído a los
tres meses, sin haber identificado a nadie. Además, la familia de
Vicente fue presionada para no continuar con el proceso judicial, con
amenazas telefónicas anónimas, y llamadas del mismo Rosón para
ofrecer trabajo a los hermanos de Vicente. El miedo marcó las
decisiones de los familiares de Vicente.
La militancia ácrata de Vicente fue algo que no trascendió tras su asesinato, y el caso cayó rápidamente en el olvido, interpretado como una simple reyerta de violencia urbana.
Vicente es otro de los grandes olvidados de la transición. Un joven vallecano, anarquista, de la CNT, trabajador de Telefunken, asesinado impunemente por la extrema derecha. Su memoria no ha sido preservada por ningún homenaje de carácter oficial. Cuatro décadas después de su muerte, su familia ha comenzado a moverse para exigir verdad, justicia y reparación. Porque las víctimas de la violencia política y de la impunidad mueren dos veces: asesinadas y olvidadas.
Miguel Cuervo Frías es sobrino de Vicente Cuervo y estudiante de Historia y Economía.