La fundación pontificia internacional de la Iglesia católica Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) ha presentado hace escasamente un mes su último Informe sobre libertad religiosa en el mundo. Si bien la situación general de persecución o discriminación de grupos religiosos en nuestro país es calificada de baja, alertan de que esta estabilidad se ha […]
La fundación pontificia internacional de la Iglesia católica Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) ha presentado hace escasamente un mes su último Informe sobre libertad religiosa en el mundo. Si bien la situación general de persecución o discriminación de grupos religiosos en nuestro país es calificada de baja, alertan de que esta estabilidad se ha deteriorado en los últimos años. El hecho de vivir en un mundo de majaderos donde a menudo se impone la amenaza y el insulto al prójimo frente a la bienquerencia hace que, ingenuamente, dé pábulo al titular hasta que leo en el informe algunos de los curiosos casos de atentados contra la libertad religiosa: las demandas parlamentarias de la oposición (PSOE, IU, CIU, etc.) de romper con el Concordato; las pretensiones de algunos políticos de acabar con la exención del pago del IBI de la Iglesia por propiedades no destinadas al culto; y el ejercicio de la libertad de expresión por ciudadanos ofendidos -y oportunistas, que hay de todo- contra determinadas declaraciones referentes a la mujer y a la homosexualidad formuladas por algunos eclesiásticos a los que les faltó la sensibilidad de acordarse del siglo en que vivimos. Es decir, según el informe de AIN la libertad religiosa, repito, la libertad religiosa de los católicos está amenazada, por un lado, por las legítimas pretensiones de los representantes políticos de la ciudadanía de cambiar la actual relación Iglesia-Estado desde las instituciones mediante mecanismos democráticos; y con estas, podemos leer que la «amenaza» de acabar con el Concordato «podría ser importante en el caso de que los partidos de izquierda volvieran al Gobierno». Por otro lado, las críticas vertidas contra el obispo de Alcalá de Henares Juan Antonio Reig por sus declaraciones sobre la homosexualidad y contra el arzobispo de Granada Javier Martínez por permitir que su arzobispado publicara el libro Cásate y sé sumisa resulta que «fueron tan feroces que casi se les impidió ejercer el derecho a expresar su opinión». Simpático lo del «casi». A buen seguro que un importante número de periodistas casi no pierden el culo para darles la oportunidad de seguir vertiendo paridas en sus micrófonos, que eso no vende. El caso, sin casi, es que estos dos sacerdotes saltaron hace tiempo al mundo de la fama y ya se sabe, para mantenerse en la brecha hay que soltar alguna de tanto en tanto. El primero no es otro que el que desentrañó para los profanos los misterios del Evangelium Vitae de Juan Pablo II, informando a toda España de la conspiración que existe a nivel mundial -ONU, UNESCO y Banco Mundial mediante, entre otros- para reducir la natalidad mediante maquiavélicos planes como el fomento del aborto y del matrimonio homosexual. Probablemente estas instituciones andan también detrás de la financiación de películas porno de sexo oral y anal. Otras perlas del personaje son la comparación del llamado Tren de la Libertad de aquellos que se manifestaban contra la ley del aborto con los trenes del exterminio judío, o la consideración de los homosexuales como enfermos confundidos por el relativismo ideológico imperante que «se corrompen y se prostituyen o van a clubes de hombres nocturnos» para cerciorarse de su identidad sexual, aunque, eso sí, con la terapia adecuada pueden solucionar el problema. Del segundo sacerdote hay poco que añadir, la verdad es que sus palabras parecen inspiradas por el mismo diablo: «Matar a un niño indefenso, y que lo haga su propia madre, da a los varones la licencia absoluta, sin límites, de abusar del cuerpo de la mujer, porque la tragedia se la traga ella «. El caso es que ahora, nada menos que el papa Francisco ha pedido perdón a una víctima de pederastia por la forma en que actuó el arzobispado de Granada; cosa que en nada extraña si sabemos que hace unos años el señor Martínez renunció a destituir a un sacerdote culpable de pederastia, este con sentencia firme de los tribunales, según han informado algunos medios. Visto lo visto se evidencia el sesgo falaz del documento. Vamos, que según el informe de AIN hay que preservar la libertad de expresión de los sacerdotes para que puedan decir gilipolleces sin que nadie les llame gilipollas, porque lo contrario es atentar contra la libertad religiosa. Acabáramos. Yo les aseguro que por ese lado no tienen de qué preocuparse ni AIN, ni los sacerdotes, ni los ofendidos, ni dios, ya puestos, que hoy tenemos unas leyes muy perras para paliar la alta sensibilidad de aquellos a los que les da por ofenderse jurídicamente.
Pero el viejo victimismo católico es algo muy recurrido por este tipo de organizaciones. En febrero de este año podíamos leer otro informe, Ataques a la libertad religiosa en España 2013, publicado por el Observatorio para la Libertad Religiosa y de Conciencia (OLRC), en el que se realiza una cronología mensual de esos ataques y se incide en los aspectos mencionados. Uno de ellos, por ejemplo, es la presentación de una lista de preguntas en el Congreso por el diputado socialista Juan Moscoso, cosas del tipo como cuánto dinero deja de recaudar el Estado por el IBI que no paga la Iglesia, o cuál es el coste fiscal de la enseñanza religiosa, de las publicaciones de cartas pastorales o de la compra de objetos destinados al culto por los que la Iglesia no paga el IVA. Hacer preguntas. Tremendo atentado contra la libertad de uno para ir a rezar, lucir crucifijos, ponerse cilicios o declarar su amor a Cristo a voz en grito en la plaza del pueblo si llega el caso.
Todas estas desbarradas, en definitiva, tienen como consecuencia el descrédito de unos informes (hablo exclusivamente del caso de España, ya que el de AIN es a nivel internacional) que podrían tener algo de bueno. De esta manera, los mismos se convierten en desesperadas -y desesperantes- armas arrojadizas cuya lectura está destinada exclusivamente a los adeptos más acérrimos y a algún que otro titular en la prensa sensacionalista. Hechos reprobables consignados en ellos son sin duda la destrucción de imágenes en la capilla de Nuestra Señora del Carmen, en Castellón, o las acciones terroristas del llamado Comando Mateo Morral, con bombas incluidas en la catedral de la Almudena de Madrid y en la basílica de Nuestra Señora del Pilar en Zaragoza. Ya sabemos que aún quedan por ahí románticos sin piedad de esos a los que les gustaría hacer chorizos con carne y tripas de cura, pero a mi entender, y sin dejar de considerar a la Iglesia una institución alienante ligada al poder, con acciones así lo único que logran es desprestigiar el movimiento anarquista al que se adscriben -con libertarios de este palo, ¿quién quiere fascistas?-. Y es que a mi modo de ver, respetar la libertad religiosa -y no necesariamente a la Iglesia (encuéntrese el equilibrio antes de jugar con bombas)- es a fin de cuentas respetar el potencial del ser humano para crear ilusiones y el derecho natural -ese fundamento del pensamiento libertario- de practicar la fe entendida como capacidad para creer en esas ilusiones, una fe que a veces va por el lado de los dioses y otras por el lado de las grandes utopías humanas, y otras baja al ámbito cotidiano de la fraternidad, del amor, de los deseos por cumplir, ficciones al fin y al cabo que a veces logran hacerse realidad. Todo lo demás es oropel propagandístico, de un lado y de otro, víctimas de pega y ateos fantoches de fatuos gestos, siempre revolucionarios hasta la victoria (electoral).
Con todo lo visto, se infiere que para algunos sectores religiosos vivimos en un país intolerantemente democrático. AIN y OLRC asocian la libertad religiosa con una situación de privilegio institucionalizado como es el Concordato y de tal identificación espuria resulta que un «ataque» a la segunda supone un ataque a la primera, sin embargo resulta evidente que la libertad de un individuo de ser católico practicante es cosa bien diferente de la libertad de la Iglesia para disfrutar de ciertos privilegios, y esta última en ningún caso debería estar por encima de la libertad de los ciudadanos de escoger qué relación se ha de mantener con la institución vaticana. Maniobra torticera es también la identificación de la libertad religiosa con la libertad de expresión ejercida por esos sacerdotes singulares, y muy osado parece concluir que esas «feroces» críticas se les hacen por su condición de religiosos y no a causa de sus singulares declaraciones. Asimismo cabe destacar de estos informes la escasa presencia cuantitativa de ataques contra otras religiones, tratando de forma marginal las posibles faltas de libertades de los musulmanes, por ejemplo. Y por último, otra prueba del enfoque falaz del informe de AIN (repito: para el caso español) es que a la hora de tratar la situación de países claramente no confesionales como Francia no se alude a aspectos económicos o políticos puestos en solfa respecto a España, probablemente porque en su día cortaron por lo sano los privilegios y no se considera un atentado contra la libertad religiosa el hecho de que ahora carezcan de ellos, lógicamente. Gran parte del problema viene del cajón desastre de la aconfesionalidad del estado español, del que todos quieren sacar provecho, una ambigüedad legislativa que nos desmarca de la claridad con que se establecen las relaciones Iglesia-Estado en otros países con menos prejuicios, quizás más democracia, y sin duda más sentido común. Feliz Navidad.
Blog del autor: http://infamiasficcionesycandela.wordpress.com/
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