VICTIMAS Y DOLOR Estimado señor Ibarretxe: vamos a suponer que sí, que realmente ha sido una cuestión de buena voluntad desde el deseo expreso de superar un ciclo histórico. Al fin y al cabo, sr. Ibarretxe, se habría tratado de una necesaria «respuesta institucional» impulsada desde el Gobierno Vasco con el fin de hacer justicia […]
Estimado señor Ibarretxe: vamos a suponer que sí, que realmente ha sido una cuestión de buena voluntad desde el deseo expreso de superar un ciclo histórico. Al fin y al cabo, sr. Ibarretxe, se habría tratado de una necesaria «respuesta institucional» impulsada desde el Gobierno Vasco con el fin de hacer justicia tras décadas de silencios, ausencias y «miradas a otro lado». De esta forma, y créame si le digo que no tengo por qué dudar de su palabra, iniciativas como la desarrollada en el Palacio Euskalduna de Bilbao el pasado 22 de abril no habría respondido a un acto de precampaña electoral. Ni siquiera a un intento por su parte (que podría ser loable) de tratar de recuperar imagen pública entre un universo de ciudadanos-as históricamente desafecto con el entramado institucional autonómico que usted representa. Vamos a considerar que realmente es así, señor Ibarretxe. No dudo entonces de su buena intención, de su honestidad a la hora de afrontar una cuestión sumamente delicada o de su deseo expreso de situar al Gobierno Vasco a la cabeza a la hora de reivindicar un acto de justicia permanentemente postergado.
Asumiendo estas premisas por mi parte (pese a la existencia, como usted bien sabe, de muchas voces que dudan precisamente de estos a priori) déjeme manifestarle mi más absoluta discrepancia con el fondo y con la forma con las que usted como lehendakari y la Dirección de Derechos Humanos de la Consejería de Justicia del Gobierno que usted preside, están afrontando el tema de las «víctimas» de este largo y tortuoso conflicto ante el que ni siquiera son capaces de consensuar una fecha de inicio. Ocurre, señor Ibarretxe, que en este particular e intransferible contencioso que nos ocupa (y créame que pese a todos y cada uno-a de nosotros-as) hay mucho dolor acumulado. Dolor con mayúsculas, como usted bien sabe. Muchos años de sufrimiento, de violencias, de ausencias… Pero también de distancias e incomprensiones. Y actos como el celebrado en Bilbao contribuyen, tristemente, a agrandar la brecha de las melancolías. Usted sabe como yo que esta cuestión exige una reflexión mucho más pausada y rigurosa, tratando de evitar la tan presente siempre en nuestra historia «criminalización del otro» como método de acción política. Déjeme plantearle, por ejemplo puestos a reflexionar sobre realidades diversas y desde estas premisas, una cuestión en la que quizá no se haya detenido mucho: ¿cómo se explica que a lo largo de cinco décadas miles y miles de ciudadanos vascos-as hayan asumido un compromiso al límite que les ha llevado a morir o matar por la defensa de la autodeterminación o un modelo social diferente? ¿Pertenecerán, quizá, a unas «generaciones patológicamente irrecuperables»? ¿O serán simplemente, meros instrumentos de una «violencia antropológica»? Le hablo de miles de personas, sr. Ibarretxe, a las que hay que unir sus entornos directos: familiares, amigos… Y todo ello en una población que, en conjunto pese a su desarticulación política y territorial actual (al menos así lo considero si me lo permite), no supera los tres millones de habitantes, como usted sabe muy bien… Quiero señalarle, para evitar cualquier tipo de duda, que le planteo esta reflexión desde el convencimiento, como usted aunque seguro que desde otros parámetros, de que la violencia política debe desaparecer de nuestro País de una vez por todas, dando paso a una sociedad civil que protagonice los años venideros…
Al acto del palacio Euskalduna, sr. Ibarretxe, acudieron muchos familiares de las víctimas de ETA. Déjeme decirle una cosa: yo entiendo perfectamente las valoraciones que se realizan desde el dolor extremo que significa la pérdida de un ser querido. Varias de ellas se pudieron escuchar en la ceremonia. Por eso considero que no es justo descalificar esas reflexiones marcadas siempre por la terrible experiencia por la que han pasado. Me refiero a que jamás haré una crítica (ni desde la ética ni desde la política) a personas como Maite Pagazaurtundua, el hermano de Fernando Buesa o los padres de Lasa y Zabala, más allá de que siempre escuchemos a los partícipes de un solo dolor… Pero creo que todo lo que está pasando, y a lo que usted está contribuyendo con mayor o menor voluntad, sr. Ibarretxe, es absolutamente injusto. Déjeme plantearle otra cuestión: ¿ha pensado usted alguna vez, de forma detenida, en las «otras víctimas»? ¿en los centenares de personas que en las últimas décadas han muerto o han resultado heridas para siempre entre nosotros-as por disparos policiales en manifestaciones, en controles de carretera, en interrogatorios en cuarteles y comisarías, en atentados reivindicados por una nebulosa de siglas como Batallón Vasco-Español, Triple A, Guerrilleros de Cristo Rey, GANE, ATE, GAL…? ¿Quién ha arropado sus lágrimas y silencios? ¿Qué institución política ha alzado la voz cuando miles de sumarios se cerraban por decreto ley o desaparecían misteriosamente de los archivos judiciales españoles a lo largo de los años? ¿O cree usted realmente que contribuir a la normalización es señalar, como lo hacía el consejero de su Gobierno señor Madrazo, que habrá que ir pensando en el futuro en organizar un acto institucional similar al realizado pero con las «víctimas del GAL»?
Coincido con usted, sr. Ibarretxe, en asumir el dolor causado. Pero TODO el dolor. Y para ello es necesario realizar una catarsis plural y colectiva que nos muestre realmente que otra historia es posible. Principalmente para que ninguna nueva generación de vascos-as decida utilizar la violencia como método de acción política porque considera que no existen mecanismos de articulación democrática para defender lo que ellos-as, equivocadamente o no, consideran como justo. No se trata de cerrar las páginas en falso, sr. Ibarretxe. Sé que usted no lo pretende pese a actos como el del palacio Euskalduna. Por eso le pido finalmente, después de agradecerle el tiempo dedicado a esta lectura, que corrijamos entre todos-as los errores para a partir de ahí, sin manipulaciones propias o ajenas, poder asumir las responsabilidades de cada uno-a mirándonos a los ojos y comenzando a construir así un verdadero marco de convivencia desde el respeto a los derechos individuales y colectivos. Gracias y con afecto.
* Joseba Macías. Sociólogo, periodista y profesor de la EHU-UPV.