El homenaje a las Víctimas del terrorismo, el pasado 11 de marzo, estuvo acompañado de un profundo sentimiento de solidaridad hacia ellas y también del más firme rechazo hacia el uso de la violencia homicida para alcanzar fines políticos. Fue, en general, un acto muy emotivo lleno de solemnidad.
Víctimas
Nadie puede poner razonablemente en duda lo que ocurrió aquel aterrador 11 de marzo de 2004: fueron asesinadas 193 personas y alrededor de 2000 resultaron heridas como consecuencia de un atentado terrorista por parte de un grupo yihadista.
En el citado acto, también fueron recordadas las víctimas de los atentados perpetrados por otros grupos terroristas, como lo fueron las más de 800 víctimas ocasionadas a lo largo de varias décadas por la llamada lucha armada de ETA, a la que el expresidente Aznar calificó durante su mandato de Movimiento Vasco de Liberación.
El expresidente llegó a afirmar que sin violencia todo era posible; lo que el tiempo ha desmentido. Prueba de ello es la existencia de presos políticos catalanes, pese a haber seguido vías pacíficas y democráticas para alcanzar sus objetivos políticos.
Los atentados de ETA, a partir de la muerte del dictador, lo fueron contra un régimen en transición pactado entre la dictadura y las fuerzas democráticas. Atentados que, obviamente, entran en dicha categoría de terrorismo, pues fueron actos de violencia homicida con el fin de alcanzar la dominación por el terror.
Dicha actuación terrorista fue más evidente a partir de las primeras elecciones en relativa libertad, cuando quedó decidida democráticamente la composición del parlamento español, en el periodo que va desde el 15 de junio de 1977 hasta el 20 de octubre de 2011, fecha en que ETA anunció el cese definitivo de su actividad armada.
Sin embargo, al final de la dictadura, el franquismo dominaba el aparato militar y judicial del Estado -una dictadura que había desplegado un terror genocida, desde el instante cero, para alcanzar sus fines políticos- potenciándose mutuamente ambas formas de violencia durante los primeros años de la Transición. Lo que dio lugar al terrorismo del Estado; primero en forma de Batallón Vasco Español, después -en las legislaturas de Felipe González- con los secuestros, torturas y asesinatos del GAL.
El Rey en la ceremonia
Ha sido penoso escuchar de Felipe VI las palabras sagradas –libertad, justicia, Derechos Humanos, democracia-, pronunciadas pomposamente por un pretendido Jefe de Estado y de las Fuerzas Armadas; palabras que cuestionan radicalmente la legitimidad de su estatus personal y familiar. Un ejercicio de cinismo que viene de lejos, al que lamentablemente nos tienen acostumbrados los Borbones.
En primer lugar porque el Rey no se presenta a proceso electoral alguno, base de la elección de los representantes del pueblo y, por otro lado, porque la legalidad de su reinado está contaminada por dos leyes franquistas (leyes de sucesión) aún vigentes.
En segundo lugar, porque el Rey, cualquier rey, no cumple los requerimientos mínimos exigidos en el Artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, a saber: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Las referidas leyes de sucesión constituyen el entramado pretendidamente legal en el que se sustenta la reinstauración borbónica en España. Es decir, dos leyes promulgadas por un régimen terrorista, pues no otra cosa puede decirse de un régimen fundamentado en un golpe militar fascista; una guerra de exterminio dirigida por el general Franco, apoyada militarmente por el jefe del partido nazi Adolf Hitler; y por si fuese poco de una dictadura de 40 años de duración, cuyos crímenes de lesa humanidad no prescriben, siguiendo a día de hoy impunes.
Víctimas del terrorismo franquista
Las víctimas del terrorismo franquista se produjeron una vez finalizada la contienda, durante el régimen instaurado por la dictadura. Se trata, según consta en un auto del Juez Garzón -antes de ser acosado y expulsado de la carrera judicial- de más de 100.000 desapariciones forzadas.
Fue un genocidio cuya finalidad era la de alcanzar, mediante asesinatos masivos, fines políticos: 1. Dominación por el terror. 2. Sucesión de actos de violencia para infundir terror.
Es decir, dominación mediante la inducción de un miedo muy intenso.
La enorme diferencia de magnitud entre los crímenes citados en el acto del 11 de marzo y los provocados por el terrorismo franquista durante la dictadura, a los que no se mencionó durante dicho acto, hace aparentemente incomprensible que, mientras existe una Ley de Víctimas del terrorismo, no haya hasta la fecha una Ley de Víctimas del franquismo.
Sin embargo, es obvio que la aparente paradoja tiene su origen en el interés del bloque monárquico por mantener la apariencia de legitimidad de la dictadura franquista , base jurídica de la reinstauración borbónica. Una reinstauración cuyo fin último es la defensa del poder de la oligarquía, desmoralizando y desalentando la participación efectiva de la clase trabajadora; la autentica perdedora del pacto del 78, pese a ser la más numerosa y esencial.
Frente al bloque monárquico se alza una juventud que busca desesperadamente una salida digna y solo encuentra como respuesta precariedad, desempleo, leyes injustas y una mayor represión; en definitiva, una violencia estructural que se acrecienta, pese a los esfuerzos negociadores de Yolanda Díaz, en desigual batalla en favor de la clase trabajadora; sin duda la mejor Ministra de Trabajo de la historia de España.
Las recientes declaraciones del jefe de la Fundación Nacional Francisco Franco, general Chicharro, referentes a Ayuso -la candidata del sector duro del PP a la presidencia de la Comunidad de Madrid- son una prueba más de la estrategia política del bloque monárquico. Una estrategia electoral nazi-fascista; similar a la de Adolf Hitler en la Alemania de los años 30 y 40 del siglo pasado, apelando al voto de los sectores desorientados de la clase obrera alemana; lo que prueba la gravedad del momento.
Finalizando de escribir estas líneas ha saltado a los medios la noticia de la renuncia del Vicepresidente del Gobierno a su alto cargo de representación en el Gobierno de España, bajando a la arena política madrileña para dirigir la batalla electoral contra el neofascismo rampante que nos amenaza.
El colectivo de militares demócratas y republicanos Anemoi, al que me honro en pertenecer, saluda la valerosa decisión del aún Vicepresidente del Gobierno de España, deseándole el máximo éxito en su histórica misión: romper el cerco nazi-fascista que se cierne sobre Madrid.
Pedimos, pues, a todos los demócratas, a todos los progresistas, se movilicen unitariamente en apoyo de la candidatura de Pablo Iglesias, pues es posible que la batalla de Madrid sea decisiva para alcanzar un futuro digno, de progreso y libertad.
Manuel Ruiz Robles, Capitán de Navío (R), militante de la disuelta UMD, miembro de Anemoi, socio del FMD, presidente federal de Unidad Cívica por la República.
Enlaces de interés:
El ruido, la furia y la violencia estructural