Hace unos días estaba leyendo un periódico en internet y, no recuerdo a cuento de qué, en una noticia se aludía al caso Lasa-Zabala. Me dio por mirar qué había sido de su verdugo, el exgeneral de la Guardia Civil Rodríguez Galindo. No me sorprendió, aunque sí me escandalizó, comprobar que lleva 12 años en […]
Hace unos días estaba leyendo un periódico en internet y, no recuerdo a cuento de qué, en una noticia se aludía al caso Lasa-Zabala. Me dio por mirar qué había sido de su verdugo, el exgeneral de la Guardia Civil Rodríguez Galindo. No me sorprendió, aunque sí me escandalizó, comprobar que lleva 12 años en libertad y que sólo cumplió cuatro de los 75 años de cárcel a los que había sido condenado como secuestrador, torturador y asesino. No me sorprendió, aunque sí me escandalizó, comprobar que ahora es un apacible jubilado que pasea su perro, o un perro jubilado que pasea su apacible. No sé. No me acuerdo. De forma extraña, pero automática, me acordé de Noelia Cotelo Riveiro. Noelia es una joven gallega que fue condenada a dos años y cuatro meses de prisión cuando tenía 19 años. Vivía en eso que se llama un entorno conflictivo: pobreza, problemas familiares, adicción a las drogas y pequeña delincuencia. El motivo de la condena que le llevó al talego fue el robo de un coche. Ahora lleva más de ocho años en la cárcel, siguiendo una ruta que la aleja de su casa en Galicia: penales de Salamanca, Ávila, Madrid, Valencia, Granada. Su madre, Lola Riveiro, tiene que ir de un sitio a otro, en bus o como puede, para visitarla cuando se lo permiten. Pero… un momento. Algo falla. Las cuentas no salen. ¿La condenaron a dos años y cuatro meses y lleva ocho años en prisión? Sí: Noelia ha triplicado su condena con creces y aún sigue de gira por esas tumbas para personas vivas que son las cárceles. Las cárceles para pobres.
Noelia entró en la cárcel siendo simplemente una toxicómana y una pequeña delincuente. La cárcel la ha convertido en una anarquista. Su carácter indomable la llevó a protestar contra las vejaciones; no sólo contra las que ella ha tenido y tiene que padecer, sino contra las que sufren sus compañeras. La situación de la población reclusa en general es indigna, pero la de las presas es aún peor. Casi la mitad de las presas son inmigrantes, carne desvalida que no le importa a nadie. Ningún carcelero le pasa por alto a una presa cosas que sí le pasaría a un preso con una simple advertencia: una mala mirada, una protesta, una contestación airada ante un abuso, no digamos un insulto. Muchas reclusas son presionadas para aceptar abusos sexuales a cambio de beneficios penitenciarios o, simplemente, de que las dejen en paz.
Noelia, desde el principio, se negó a aceptar esta situación, y las condenas como «presa conflictiva» se le han ido sucediendo. Ha sufrido palizas, insultos, aislamiento, duchas de agua fría, amenazas de muerte, un intento de violación. Tras una paliza en el centro penitenciario de Brieva, Ávila, le rompieron una muñeca y la esposaron a la cama. La doparon, y uno de sus torturadores trató de violarla. Noelia se defendió como pudo y puso una denuncia. El carcelero contradenunció. El director de la cárcel endureció el aislamiento de Noelia.
Los carceleros se burlan de sus problemas de salud y le auguran una corta vida dentro de los muros. Tras zancadillearla en Brieva, un funcionario le dijo: «Cuidado, no te caigas y te mates, ya sabes que los muertos se silencian en las cárceles». Está clasificada en el régimen FIES 1 (Fichero de Internos de Especial Seguimiento, en grado máximo): correspondencia intervenida y limitada, lo mismo que las llamadas telefónicas, abusos, encadenamiento, falta de atención médica, falta de productos de aseo, restricción extrema de las salidas al patio. Pasa 23 horas al día sola, en una celda sin ventana ni calefacción, sin nadie con quien hablar, ni libros que leer, ni posibilidad de estudiar pese a que ha solicitado seguir con sus estudios. Ha emprendido huelgas de hambre que han puesto en peligro su vida. Ha sufrido heridas y problemas de salud en boca y oídos. La despojan de sus pocas pertenencias: siempre le llega menos ropa, correspondencia o cualquier otra cosa de las que le envían. Cuando Noelia pide poner denuncias por los abusos, los funcionarios le niegan los partes reglamentarios.
Hace poco su madre le envió un libro de Emma Goldman, Viviendo mi vida. Los carceleros se lo han devuelto a la remitente. Parece que Noelia no puede leer a Emma Goldman «por razones de seguridad». Su madre, Lola Riveiro, ha organizado Nais Contra a Impunidade (Madres contra la impunidad) junto a otras mujeres como Carmen Castro, cuyo hijo murió en un cuartel de la Guardia Civil en 2004, o Pastora González, madre de un preso que murió «de cárcel» en 2005 después de 17 años en prisión, 12 de ellos en aislamiento. A sus tragedias personales, estas Nais contra a impunidade tienen que añadir ahora todo tipo de hostigamientos, denuncias por injurias y problemas legales con el Estado. Ni siquiera les dejan masticar tranquilas su rabia y su dolor.
Las muertes en las cárceles no se investigan demasiado. Las víctimas son pobres y nadie les presta mucha atención. Pueden morir por un accidente, o por un suicidio, o por un infarto; ¿quién va dedicarse a indagar? Nadie. Nadie va a hacer muchas preguntas, nadie va a cuestionar la versión oficial. Las amenazas de los carceleros suelen asegurarles impunidad y reclusos que colaboran. Pero siempre hay personas que no se dejan pisotear. Noelia es una de ellas. La población reclusa en España es de las mayores de Europa. Sobran presos, y de algún modo hay que eliminar el excedente. El exterminio es un medio como otro cualquiera. Las cárceles no son lugares pensados para seres humanos, sino para bestias. Y por bestias.
Además, los presos son mano de obra barata y semiesclava. No se hacen públicos los nombres de las empresas privadas que se benefician de esa mano de obra por motivos de imagen. Pero si están reinsertando, ¿de qué se avergüenzan? Pagan a los presos un tercio de lo que cobraría un trabajador en la calle y se ahorran problemas de huelgas, conflictos y reivindicaciones. Los abusos en el alargamiento de la jornada son constantes. La contratación y el despido son arbitrarios. En las prisiones españolas, los presos fabrican piezas para la industria del metal, prendas del textil, o se dedican a hacer funcionar las imprentas. De todos modos, Noelia Cotelo no tiene estos problemas. No tiene ocupación alguna entre manos en sus 23 horas diarias de soledad. La situación de Noelia me devuelve al origen de este artículo: el exrecluso Enrique Rodríguez Galindo, secuestrador, torturador, asesino, libre tras cuatro años y medio de prisión de lujo; se ha saltado como un conejo más de 70 años de condena gracias a su prestigio de matarife y a sus amigos. Era el jefe del cuartel de Intxaurrondo de San Sebastián en 1983, cuando los jóvenes etarras de 20 años José Antonio Lasa y José Ignacio Zabala fueron secuestrados en Bayona, trasladados al cuartel a su cargo y torturados salvajemente. Quedaron en tal estado que Galindo ordenó trasladarlos lejos de allí, asesinarlos y hacerlos desaparecer. Lo hizo de acuerdo, entre otros, con el gobernador civil de Guipúzcoa, Julen Elgorriaga, miembro del PSOE-GAL. Galindo sólo era del GAL. Sus preferencias políticas las manifestaba en sus visitas al Valle de los Caídos y sus homenajes respetuosos ante la tumba de Franco.
De todos modos, dentro de esta calaña de verdugos autorizados, Galindo ha resultado ser una especie de pardillo. Es verdad que sólo ha cumplido la vigésima parte de su condena, pero su jefe, el secuestrador, torturador y asesino Julen Elgorriaga sólo cumplió algo más de año y medio de sus 75 años de condena, menos del tres por ciento. El ministro del Interior era entonces José Barrionuevo, del PSOE, antiguo alférez del Requeté y luego jerarca del SEU, jefe de gabinete del vicesecretario general del Movimiento, hijo de vizconde. Su adhesión al régimen fascista le facilitó ganar una plaza como inspector de Trabajo y cultivar una bonita amistad con Rosón, el último ministro del Interior de la UCD, también antiguo jerarca de Falange, que mantenía buenas relaciones con el PSOE y recomendó a Felipe González el nombre de su antiguo camarada Barrionuevo para sucederle en el ministerio del Interior. Barrionuevo les gana a todos: sólo pasó tres meses en la cárcel pese a haber sido condenado a diez años por ladrón y secuestrador (una cuadragésima parte de su condena).
Quizá Galindo estuvo más tiempo en la cárcel de lujo como preso privilegiado por su orgullo. Uno de los últimos actos del Gobierno de Felipe González fue ascenderle a general, y eso a algunos se les sube a la cabeza. Pasó la mayor parte de su internamiento en reclusión militar, donde los soldados, como mínimo, se le cuadraban. Cuando el Gobierno de Zapatero se encontró con la papeleta de tener que soltarlo, Galindo se puso chulo: no aceptaría salir de la cárcel si le ponían un dispositivo de control en la muñeca. El Gobierno de Zapatero le soltó, y desde luego no le puso ningún dispositivo, ni en la muñeca ni en los cuernos. Ni en los cuernos del tricornio, quiero decir.
El cuartel de Intxaurrondo está envuelto en una bruma de noche y niebla. Lasa y Zabala fueron torturados, se les trasladó a un pueblo de Alicante y tuvieron de cavar sus propias tumbas antes de ser asesinados a balazos y cubiertos con cal viva. El año en que se descubrieron sus restos, 1985, Mikel Zabalza, de 33 años, fue detenido en San Sebastián y trasladado a Intxaurrondo. Su madre se presentó a preguntar por él. Los amables servidores públicos le contestaron: «Si ha perdido un hijo, busque en objetos perdidos». Algo después, el «objeto perdido» apareció esposado y ahogado en el río Bidasoa. Algunos testigos dicen que los mismos guardias que asesinaron a Lasa y Zabala torturaron a Zabalza y se les fue la mano con «la bañera», método de tortura consistente en ahogar al objeto perdido hasta el límite de su aguante. La versión oficial dice que Zabalza trató de huir esposado y se ahogó. A diferencia del caso de Lasa-Zabala, el caso Zabalza se ha archivado siempre que se ha tratado de abrir.
Pero todo eso, y tanto más, se queda al margen de la memoria histórica del PSOE. El GAL se queda al margen de esa memoria selectiva. La memoria histórica se detiene, se corta en seco cuando la sangre y la mierda empiezan a salpicar al PSOE y demás demócratas, durante la Transición. Vidas perpendiculares las de Galindo y Noelia Cotelo. Perpendiculares como la espada y la pared. El perro de Galindo disfruta de mucho más tiempo de paseo que Noelia, que sólo puede salir al patio dos veces al día, media hora cada vez. Es urgente hacer algo para evitar que Noelia sufra un «accidente» o un «infarto» o que le dé por «suicidarse» pese a que su ánimo no se doblega. Seguro que Galindo podría darles ideas gustoso a sus compañeros de armas. Los partidos políticos no dicen ni dirán una sola palabra en sus programas sobre la situación de los presos. La opinión es muy dura con los delincuentes pobres y muy indulgente con los criminales privilegiados. Un motivo más para limpiarnos las manos de papeletas de voto y emplearlas en echar abajo los muros de las cárceles.
Las cuentas no cuadran. Noelia: ocho años de cárcel y tortura tras una condena de dos años y cuatro meses. Galindo: cuatro años y medio de prisión-suite después de una condena de 75 años. En algún momento habrá que ajustar las cuentas. Pincha en este enlace, donde Noelia pide el fin de su aislamiento perpetuo. Todo el cariño y la solidaridad para nuestra compañera. Todo nuestro repudio a los verdugos del Estado. Salud y anarquía. Noelia Cotelo Riveiro Libertad Ya.
Blog del autor: http://pasabaporaquiymedije.blogspot.com/