El desconocimiento de los lugares a donde acudir en busca de ayuda y el temor a represalias múltiples por parte de su agresor muchas veces paraliza a las víctimas de violencia y les impide romper las cadenas de maltrato.
Así le sucedió a la holguinera Raquel Fuentes (1), ama de casa y madre de tres hijas. Después de casi un lustro soportando maltratos de su pareja y padre de las niñas, decidió recorrer los más de 740 kilómetros desde Holguín para asentarse en La Habana, pues su hermana se marchaba del país y le dejó en custodia un apartamento.
«Pensé que era una manera de librarme de los golpes y de sacar a las niñas de aquel ambiente violento. Estuve varios años tranquila, la mayor de mis hijas estudió y se hizo enfermera; las cosas iban bastante bien», explicó la mujer de 47 años a SEMlac.
Pero poco antes de que llegara la pandemia de covid-19, su expareja comenzó a llamarla por teléfono y viajó a visitarla varias veces a la capital, con el pretexto de ver a las hijas, hasta que se quedó de forma definitiva y se volvió a mudar con Fuentes.
«Estaba muy arrepentido de los maltratos y se portó muy bien con nosotras, las veces que vino. Yo pensé que todo podía ser diferente porque, además, aquí no tengo otra familia y había hecho muy pocas amistades», explicó la holguinera.
«Cuando llegó la pandemia, la cosa se complicó. Volvió a caerme a golpes por cualquier cosa, me violaba y yo ni siquiera tenía ya a mi hija mayor como ayuda, pues ella se mudó con el novio y la cogió el aislamiento en otro municipio. Para colmo, no sé cómo, él sobornó a un abogado y pusieron los papeles de la casa de mi hermana a su nombre», detalló.
Cuando finalmente acudió en busca de ayuda a la Casa de Orientación de la Mujer y la Familia del municipio de Plaza de la Revolución, Fuentes estaba en la calle con sus dos hijas menores, maltratada y sin ingresos.
«Fue un caso muy complicado, pues tuvimos que encaminar gestiones con varias instituciones, hasta que logramos solucionar el tema de la vivienda y abrir un proceso por violencia», explicó a SEMlac Miriam de los Ángeles Beltrán García, coordinadora de esa institución de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).
A juicio de Beltrán, a muchas de estas mujeres les cuesta trabajo denunciar, pues acudir a las autoridades puede provocarles problemas familiares que ellas consideran, en no pocas ocasiones, como más graves que la propia violencia. Temen poner en medio de la disputa a otros familiares cercanos o arriesgar su seguridad económica o la vivienda.
El trabajo de las más de 170 Casas de Orientación de la Mujer y la Familia de la FMC en todo el país contribuye a atender una problemática que no es menor y a menudo suele pasar inadvertida a nivel social. Aun así, no es suficiente.
La Encuesta Nacional sobre Igualdad de Género en Cuba (ENIG), realizada en 2016 en todas las regiones del país, confirmó que 39,6 por ciento de las mujeres entrevistadas había experimentado alguna forma violencia a lo largo de su vida y 26,7 por ciento en el año previo a la investigación. Sin embargo, el propio estudio precisó que más de la mitad de la población estudiada (51,9%) consideró que en Cuba la violencia de género es «poca»; mientras que 8,9 por ciento expresó que no existe.
Creadas en la pasada década de los noventa, las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia se extendieron a todos los territorios del país y actúan a partir de equipos de colaboradores en los campos jurídico, científico, educativo y de salud, entre otros muchos.
Pero esa fortaleza también representa una debilidad, pues esas personas trabajan allí en su tiempo libre, en paralelo con otras obligaciones y de manera voluntaria, lo que no siempre garantiza estabilidad en la atención.
Covid-19: amenaza que no termina
En los últimos dos años, las medidas de confinamiento para frenar el impacto de la covid-19 agudizaron la situación de maltrato de no pocas mujeres y familias, puertas adentro de casa, al fracturarse los tejidos comunitarios que ayudaban a atender estos casos.
«En estos meses hemos atendido situaciones similares a las de otros momentos, pero todas muy agudizadas, pues en una misma casa han convivido varias generaciones durante mucho tiempo», explicó Beltrán.
«El confinamiento ha sido un factor fundamental en el crecimiento de la intensidad de las situaciones de maltrato», precisó.
La socióloga cubana Clotilde Proveyer Cervantes lo ha estado alertando desde inicios de la contingencia sanitaria. «El aislamiento social creó condiciones para el aumento de la violencia doméstica, pues en condiciones se confinamiento se rompen las redes de apoyo y resulta más fácil al maltratador aislar a la víctima», dijo a SEMlac en 2020 la coordinadora del grupo asesor en temas de violencia de género de la FMC.
El aislamiento se convierte, de esa manera, en un factor que facilita la impunidad del maltratador, detalló la experta.
Entre los casos más frecuentes atendidos por su equipo, Beltrán refirió situaciones de violencia entre parejas por conflictos económicos; maltrato agudizado por el alcoholismo; madres solas en busca de ayuda para reclamar legalmente pensiones alimenticias para hijos e hijas y adicciones en jóvenes y adolescentes.
«La casa no ha parado de trabajar. Recibimos los casos de forma presencial o desde el puesto de mando, por teléfono. Incluso, he atendido algunos en mi casa, sobre todo fines de semana; he tenido días de recibir hasta 11 personas», relató Beltrán.
Los registros de la Casa de Orientación de Plaza de la Revolución contabilizan 156 casos procesados entre enero y agosto de 2021. «Al cierre de noviembre podrían alcanzar los 210, pero aún no hemos contabilizado ese cierre», apuntó la coordinadora.
Darles seguimiento implica clasificarlos según su tipología, visitar las casas de las personas, contactar con la policía, la Fiscalía y los equipos de colaboradores que incluyen profesionales de la psicología, juristas, entre otros especialistas.
«De esos 156 casos, 21 ya se solucionaron mediante gestiones con entidades como la vivienda, por ejemplo; 11 están actualmente en trámites con la Fiscalía o los tribunales y el resto recibe atención y propuestas de solución, según sus características, que muchas veces pasan por seguimiento médico o psicológico», detalló Beltrán.
Los registros del municipio capitalino confirman dinámicas similares a las reportadas en servicios de orientación como el del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) o el Centro Oscar Arnulfo Romero (OAR), por solo citar algunos ejemplos: la mayoría de quienes acceden en busca de ayuda son mujeres y, muchas veces, denuncian conflictos que no han identificado como violencia de género, aunque lo son.
En los últimos meses, Beltrán y su equipo han notado, además, un incremento de las situaciones vinculadas con abusos lascivos o denuncias por manifestaciones de homofobia.
«En el caso de la homofobia, no se trata de muchos casos, pero lo notorio es que antes de la pandemia no recibíamos ninguno», esclareció.
En la arrancada de la Jornada por la No violencia hacia las mujeres y las niñas, el 5 de noviembre, la FMC anunció la inauguración de Consejerías para el tratamiento a la violencia con sede en las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia en cada municipio del país.
Los desafíos más importantes de esos servicios, sin embargo, pasan por la urgencia de perfeccionar integralmente las políticas y la legislación en materia familiar, laboral, de seguridad social, administrativa y penal.
Ese es un desafío reconocido explícitamente en el Programa Nacional para el adelanto de las Mujeres (PAM) y en la Estrategia integral de prevención y atención a la violencia de género y la violencia en el escenario familiar. Ambos mecanismos apuestan por una mejora de la respuesta institucional que, a juicio de Proveyer, «muchas veces no ha sido efectiva».
Insertar a esas nacientes consejerías de las Casas de Orientación de la Mujer y la Familia como parte de esa respuesta, garantizando la estabilidad y especialización que los equipos que en ella laboran, podría ser un paso para marcar la diferencia.
Nota:
1 El nombre y algunos detalles de la protagonista de esta historia fueron cambiados a petición de la entrevistada.