Desde que el coronavirus llegó a nuestras vidas, los Servicios de Salud Mental le damos vueltas a cómo ayudar a sostener el sufrimiento emocional derivado de esta crisis sanitaria, humana, económica, social. El día a día desde la Hospitalización Domiciliaria está siendo complicado. Las visitas a domicilio son de lo poco que está recomendado así que seguimos trabajando a tope, las personas a las que atendemos se multiplican por días. Antes de entrar en las casas nos ponemos la mascarilla y el desinfectante. La gente nos recibe inicialmente con desconfianza, llevar la cara tapada te mantiene a una distancia infinita de las personas, nunca lo habíamos experimentado. Hemos dejado de mostrar sonrisas, asombro, miedo. Las entrevistas son difíciles pero la gente agradece mucho que les visitemos en este duro periodo de aislamiento. Lucía y su marido nos conocen desde hace años pero al llegar no atinan a saber quiénes somos con las mascarillas. Nos las bajamos un instante para que estén tranquilos, nos reconocen y sonríen, rápidamente el clima cambia. Sonia nos cuenta que sus vecinos cantan juntos “Resistiré, para seguir viviendo”. Ella está convencida de que la vigilan y se queda parada escuchando, inmóvil, sin poder cantar. Al final de la entrevista nos dice que le encantaría poder cantarla con ellos, que siente mucho miedo de todo lo que pueda ocurrir y que pasa gran parte del día limpiando para no contagiarse. Violeta nos llama antes de que lleguemos para decirnos que ha pensado que es mejor que pasemos a su casa sin zapatos para estar más segura, a la entrada nos tiene preparada una alfombrita donde dejarlos. Lola nos cuenta que han ingresado a su prima, que está muy malita. Nos dice impactada que hace poco estaba de viaje con unas amigas en Francia. Todos nos cuentan cómo llevan el encierro en casa, la angustia de no poder salir, de no saber cuánto va a durar esto. Yo sólo tengo ganas de darles un abrazo que no llega.
Salimos de las casas y a veces lloramos. Nosotros no estamos exentos del miedo, de la incertidumbre, de la soledad. En nuestras casas también suceden historias parecidas. Y nuestros equipos se modifican día a día. Hay gente que tiene que darse de baja porque se contagia, otras que se van al hospital porque se necesitan personas que se encarguen de atender a los pacientes con coronavirus. Las recomendaciones sanitarias son cambiantes y de forma estrepitosa vamos dando giros en la reorganización de los equipos, en las intervenciones que podemos hacer. Nos buscamos la vida y reinventamos formas de acercarnos y acompañar a la gente que sufre.
Ayer cerraron nuestra planta de psiquiatría y la planta de pediatría para alojar a más pacientes ingresados por coronavirus. Es horrible ver cómo el hospital público se desborda. Ahí hemos nacido y crecido como profesionales, conocemos sus rincones, sus trampas, sus secretos. Conocemos lo que ha sufrido en los últimos años de gobiernos de derechas que se han encargado de desmantelarlo y reforzar la sanidad privada. Esos lugares que en estos momentos de urgencia, de crisis, no están para arrimar el hombro y que aguardan tranquilos esperando volver a lucrarse de las enfermedades rentables, de las fáciles, de las que no suponen un reto. Eso sí, una vez que todo esto pase. Nuestros pacientes han sido trasladados a unidades monográficas de Salud Mental y el hospital se ha convertido en un hervidero de coronavirus, miedo, muerte y llanto. Está siendo durísimo vivirlo, impensable, es como si se estuviera derrumbando nuestra casa. Sólo me alivia saber que estamos juntos en esto.
A las 20:00 de la tarde aplaudimos con fuerza. Es el momento del día en el que consigo llorar de verdad, os admiro compañeros. Sois enormes, valientes, tenéis un corazón gigante, gracias por todo. Sólo tengo ganas de abrazaros. De llorar con vosotros como llora la gente que se quiere, junta. Sin distancias, sin mascarillas, con menos miedo. Sueño con ello y me tranquiliza pensar que algún día, volverán los abrazos.
Carmen Cañada Gallego. Psiquiatra de Hospitalización Domiciliaria. Hospital Universitario Príncipe de Asturias (Alcalá de Henares).