Santiago Abascal se mira en el espejo de Milei y lanza su enésima hipérbole dialéctica mientras el PP se desmarca de sus palabras.
“Habrá un momento dado que el pueblo querrá colgarlo de los pies”. Con estas declaraciones al diario argentino Clarín, Santiago Abascal deslizaba la posibilidad de que las políticas aplicadas por Pedro Sánchez se volviesen en su contra y acabasen derivando en violencia contra el propio presidente. El líder de VOX pronunció estas palabras tras la investidura del ultraliberal Javier Milei, uno de los referentes internacionales de la ultraderecha española, como presidente de Argentina.
Es la enésima exageración dialéctica de la extrema derecha española, en constante competición por la atención mediática con el Partido Popular. El PP, liderado por Alberto Núñez Feijóo, ha radicalizado su discurso y su enfrentamiento con el Ejecutivo, una tarea encomendada a algunos de los nombres del ala más dura del partido como Rafael Hernando, Cayetana Álvarez de Toledo y Miguel Tellado, nombrados portavoces en el Congreso para dirigirse al votante más reaccionario dentro de la derecha.
Tras este paso de los populares hacia su derecha, VOX se ha quedado con un estrecho carril en el extremo diestro del tablero político por el que necesita transitar, aunque sólo sea de manera simbólica, para diferenciarse del PP; una estrategia que ya se vio con claridad en la propia sesión de investidura de mediados de noviembre: mientras Feijóo se refirió a la sesión como un “fraude”, Abascal tuvo que girar la rueda de la polarización un grado más y asegurar que el nuevo Gobierno nacía de “un golpe de Estado”. Días antes, la presidenta de la Comunida de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se quejaba del comienzo de “una dictadura” en España.
Para el profesor de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid Luis García Tojar, las hipérboles discursivas y el lenguaje violento empleado por VOX “surgen de una lógica de competencia mediática, es decir, por lograr acaparar la atención de los medios de comunicación y no perder visibilidad”. Según el experto en comunicación política, este tipo de “barbaridades” son posibles en un contexto de polarización política debido al debate en torno a la futura Ley de Amnistía y del páramo electoral en los próximos meses: “En Galicia y Euskadi, VOX es irrelevante, y en las europeas no tendrá que pactar con el PP, por lo que puede permitirse escorar sus posiciones e incluso entrar en conflicto. Están desaparecidos de los titulares del día y necesitan sacar la cabeza”.
Un análisis similar hace la doctora en Ciencia Política Anna López, quien considera que “esta semana, VOX necesitaba el foco mediático; y el contexto en Argentina, con Milei, que es su espejo allí, ha sido una oportunidad para diferenciarse”. Según la especialista en el estudio de la extrema derecha, esta será la tónica discursiva de los seguidores de Abascal, que ya utilizó el fallido debate de investidura de Feijóo para lanzar una amenaza velada contra el futuro Gobierno valiéndose, de nuevo, de la figura del “pueblo”: “La amnistía es un ataque, una agresión de la que el pueblo español tiene el derecho y el deber de defenderse. Y lo hará. Después no vengan ustedes lloriqueando”, dijo desde la tribuna del Congreso tras referirse a Sánchez como “el más corrupto, el más villano y el más infame” de la historia de España.
Lejos de enmendar sus últimas palabras en Argentina, desde VOX han respaldado las declaraciones del líder del partido. Según el secretario general de la formación ultra, Ignacio Garriga, el comentario simplemente refleja “la suerte de muchos dictadores”, en referencia a lo sucedido con Benito Mussolini, cuyo cuerpo fue colgado boca abajo en la Plaza de Loreto, en Milán: “Y eso no es odio, es historia”, ha añadido Garriga.
A partir de ese momento, VOX y PP se han acusado mutuamente de ser cómplices del ascenso del PSOE. Para Núñez Feijóo, las palabras de Abascal hacen un “gran juego” a la estrategia de Sánchez de “dividir” al país y se ha desmarcado de ellas: “No solamente son condenables, sino que no tenemos nada que ver con este tipo de pronunciamientos, los lamentamos profundamente”, ha dicho el líder del PP. VOX, por su parte, ha acusado a los populares de seguir “haciendo el caldo gordo al PSOE golpista” y “repartiéndose sillones” con ellos.
La extrema derecha ha venido para quedarse
Para Tojar, este tipo de enfrentamientos en la derecha no se traslada al tablero político real, y pone como ejemplo el pasado ciclo electoral autonómico y local, donde las sinergias entre ambos partidos fueron manifiestas. Incluso en comunidades como Extremadura, cuya actual presidenta siempre renegó de la ultraderecha que luego incluyó en su gobierno: “En la práctica, a la hora de llegar a acuerdos políticos y de gobierno, la competencia se queda a un lado. Las declaraciones altisonantes solo son para encontrar un hueco en las cabeceras de los periódicos o en el informativo”, explica.
Sin embargo, el sociólogo considera que estas palabras tienen un efecto perverso en un sector de la sociedad que, aun siendo “marginal”, existe: “Hay cabezas que se alimentan de declaraciones como estas, y eso es peligroso aunque esta gente no lo crea”, asegura. Durante la última sesión de investidura, la presidenta del Congreso, Francina Amengol, retiró del diario de sesiones la comparación que Abascal había realizado entre Pedro Sánchez y el genocida Adolf Hitler: “No puede ser que un representante vaya en contra de los cimientos de la democracia. Este país sabe lo que es una dictadura y un golpe de Estado”, le recriminó Armengol.
Alejados del centro, el PP pretende ensanchar su base electoral pescando en las aguas de VOX, revueltas tras el fracaso electoral del pasado 23-J. Para Anna López, Feijóo aspira a convertirse de nuevo “en el partido atrapalotodo de la derecha” que vuelva a unir al electorado conservador, incluido al votante más ultra. Sin embargo, la politóloga pone el ejemplo de otros países del entorno y asegura que “cuando la ultraderecha impacta en el electorado con una fuerza política moderna en su discurso y con estrategia comunicativa 2.0, esta se termina quedando en el sistema”. Ante esto, considera que es muy complicado que el PP consiga aunar todo el apoyo del votante más reaccionario.