Es hijo de la tempestuosa historia de amor de Mercedes Sosa con Manuel Oscar Matus, el crucial compositor y fundador del Movimiento Nuevo Cancionero. Después de toda una vida como parte del staff de su madre, ahora quedó al frente de su legado. Y en ese baúl hay grabaciones y hasta discos inéditos, cuadros, colecciones de instrumentos, un documental en marcha y -ahora- el postergado Centro Cultural de Música Popular Latinoamericana que soñó Mercedes Sosa y que ya tiene edificio.
Los Grammy, la colección de pipas, un árbol de Navidad, el balcón invadido de estrellas federales, el equipo de música, la tele y como fondo el rumor de siesta de la avenida Carlos Pellegrini, un sábado a la tarde de calor y tormenta llegando. «Están tus cosas pero tú no estás»: el verso del tango «Afiches» asoma naturalmente como síntesis de un paisaje fantasmal. No aparece la señora Mercedes Sosa por la puerta de la izquierda y la ausencia se percibe demasiado poderosa. En ese piso se festejaron puntuales cumpleaños cada 9 de julio con empanadas caseras, por ese piso pasaron presidentes variopintos, en ese piso una noche de 1994 Mercedes Sosa lloró sobre el hombro de Caetano Veloso al evocar la soledad del exilio, dos años después de que los vidrios de las ventanas de ese piso estallaran por el impacto de la bomba en la Embajada de Israel.
Se dice que las casas tienen vida más allá de sus dueños o al menos que son su extensión y complemento, y éste puede ser un caso. La energía del departamento se impone a todo. Y pese a esa perspicacia espectral que late en la charla con Fabián Ernesto Matus -único hijo de Mercedes, productor y, ahora y tal vez para siempre, cancerbero de la memoria de su madre- las cosas parecen haber sedimentado. A quince meses de la muerte su figura se proyecta más que nunca como un símbolo. La voz se calló; flamea la bandera.
Matus, clase 58, encontró quizás a su pesar, quizá sin saberlo, un nuevo sentido a su vida. Ahí está: va y viene de Buenos Aires a Tucumán, clasifica grabaciones inéditas, preproduce un documental, diseña un centro cultural, imagina homenajes, golpea puertas, pide plata. En mayo, una combinación de estrés, sobrepeso y cuarenta cigarrillos diarios le provocó un infarto. «Además soy diabético. Estoy tratando de bajar de peso para ahí sí encarar parar un poco con el pucho. Por ahora no puedo», dice. Se refiere a Mercedes como «la mami» y trabajó con ella desde los 20 años. La tarea en común de madre e hijo solía provocar discusiones y peleas que rajaban la tierra. Detrás de la imagen cristalizada de mujer serena, de Pachamama sabia, Mercedes Sosa tenía un temperamento al menos fuerte. «No me arrepiento de ninguna pelea. Lo que pasó pasó. Los dos éramos bravos. Al final habíamos logrado un acuerdo: pasara lo que pasara, no podía haber lugar para ninguna pelea. Cuando la chispa se encendía yo me iba y dejaba que las cosas se acomodaran. Existieron miles de conflictos, pero ese pacto no se quebró. Los últimos diez años nos cuidamos de no tener peleas.» Matus habla con dicción clara, con un engolamiento de locutor antiguo, y en esa música habrá que introducir la puerilidad de la frase «la mami». Se muestra culto y con una obsesión: el Centro Cultural de Música Popular Latinoamericana. Una idea pergeñada por su madre.
¿Qué es exactamente el Centro Cultural de Música Popular Latinoamericana?
-Es un proyecto pensado con la mami. La idea es tener un lugar de promoción de la música latinoamericana a partir de diferentes muestras. Finalmente, la excusa para hablar y contar desde nuestra visión -mejor dicho, la visión de la mami-, lo rico de las luchas populares y las revoluciones en América latina, donde la música siempre acompañó los procesos. Jaime Torres, por ejemplo, nos acercó su colección de más de 30 charangos. Iba del más rudimentario al más complejo, uno lleno de microfonitos. Hablar sobre el charango y sus orígenes sirve por caso para contar historias de opresión. Otro ejemplo; cuando pensamos el proyecto estaba Ariel Ramírez con vida y nos había acercado las partituras originales de Mujeres Argentinas. Bueno, a partir de ese material, y aunque ya no estén ni Félix Luna ni Ariel, exponer sobre la historia de cada una de esas mujeres maravillosas. Y además, dentro de la muestra vamos a organizar la Colección Mercedes Sosa. La base de la colección es lo que nosotros llamamos la Casa Museo.
¿Existe una Casa Museo de tu mamá?
-Sí. En un momento se vio tan superada por la cantidad de objetos y cuadros que se habían acumulado que fue necesario comprar un departamento acá a la vuelta. Colgamos los recuerdos de la carrera, pinturas de Carlos Alonso, Berni, Pujía, Churba. Hay láminas firmadas por Siqueiros… Pero no nos quedamos sólo en el hecho de las muestras, sino que lo que la mami quería en realidad es que hubiera salas de ensayo y una fuerte presencia de la música y la poesía.
¿Tienen apoyo?
-Sí. El primer apoyo fue de la Presidenta, que ya nos dio un lugar en San Telmo, en Defensa y Humberto I, un edificio del Estado. Mientras vamos buscando dinero por otros lados.
Apenas murió Mercedes, Matus se dedicó a sostener su obra y memoria con ritmo. Lo primero que hizo, luego de cumplir el mandato de su madre de esparcir las cenizas en Tucumán, Mendoza y Buenos Aires, fue encargarse de la puesta en marcha de la radio online lanegrara dioweb.com.ar. «Sigue funcionando, aunque no como yo quisiera. Quiero un formato más en vivo. Nuestro conductor alma es Marcelo Pérez Cotten, pero la idea es incorporar más gente y programas ya armados. Claramente no es un proyecto comercial. Pasamos de Jorge Cafrune a Calle 13, de Jaime Roos a Led Zeppelin, y mucha poesía. A la mami le gustaba mucho escuchar discos de poetas recitando sus propias cosas. Tenía grabaciones de Armando Tejada Gómez, de Julio Cortázar, de Borges.» Por otra parte, en febrero se instalará una muestra en uno de los pisos de la Casa del Bicentenario, muestra que originalmente se iba a realizar en octubre de 2010. «Habrá fotos, vestuario, audios, videos y el relato de su historia a través de cuatro conciertos clave como el del teatro Olympia de París en 1970, el del Opera del regreso, el del Coliseo romano y el de Santa Catalina en Jujuy.» El de Santa Catalina, una aldea en medio de la Puna jujeña, fue en marzo de 2001 y uno de los conciertos más conmovedores de los que se tenga memoria. Hubo un instante superior en que los astros se colocaron en línea: Mercedes cantando bajo una lluvia helada, con un gorro coya y ante medio millar de campesinos y pastores diseminados por el valle, «Cuando tenga la tierra».
Hubo un tiempo, breve, en que Mercedes Sosa era la mujer de Manuel Oscar Matus. Fue una historia de amor tempestuoso que definió el carácter político y artístico de la cantante. Oscar Matus estaba en el centro de un grupo de poetas e intelectuales de izquierda que años más tarde fundaría el Movimiento Nuevo Cancionero. Guitarrista, compositor y productor, escribió en dupla con Tejada Gómez temas como «Los hombres del río», «Zamba de los humildes», «La zafrera». La bella moza que en su barrio pobre de San Miguel de Tucumán aspiraba a ser maestra de escuela empezó a tener nociones de la plusvalía, empezó a distinguir un obrero de un pequeño burgués. Su voz se llenó de contenido. La intuición natural absorbió un bagaje cultural clave para la construcción de esa catedral insuflada de símbolos latinoamericanistas que, finalmente, representó su gloriosa trayectoria.
¿Qué recuerdos tenés de tu padre?
-Muy cariñosos. Mis padres se separaron cuando yo tenía 6 años. Tengo memoria de estar todos juntos en una pensión de Rivadavia y Larrea. Y después de irme con mi mamá a otra pensión, unas cuadras para el lado de Congreso, llamada Santa Rosa. Después de la separación yo lo vi a papá un par de veces más, y unos 14 años después nos reencontramos en París. Papi se había ido a París en 1970 corrido por los milicos. Antes de irse agarró una serie de masters y los vendió mal, porque necesitaba el dinero urgente. Tenía un disco de Julián Centeya, uno de Rodolfo Mederos, uno de Susana Rinaldi y Canciones con fundamento, de Mercedes Sosa. El era productor de discos. Mi relación no fue continua ni estable. Al final pudimos hablar los tres todo, pude hacer el proceso y conservo especialmente un recuerdo muy lindo de una cena en París. Murió en 1991.
¿Te costó sobrellevar una personalidad tan fuerte como la de tu madre, crecer a la sombra de esa figura?
-No, yo no crecí a la sombra. Por cómo era la mami, en todo caso te sacaba de la sombra, te empujaba todo el tiempo. He manejado una pequeña cuota de poder por ser parte de su staff, y creo que el balance entre los beneficios y las inhibiciones que uno puede tener por ser el hijo de Mercedes Sosa es positivo.
Fabián cuenta, como quien tira un amable Wikileaks, cómo fue la trastienda de las charlas con Oscar Parrilli para decidir dónde se hacía el velatorio («A mí me parecía que el teatro Cervantes estaba bien; él me ofrecía con mucha generosidad el Congreso de la Nación») y dice que quedó mucho material inédito de su madre. «Existe un disco producido por ella misma, del 2000, que quedó inédito. Algunas canciones, en otras versiones, fueron a parar a Corazón libre; el tema que hace con Teresa Parodi en Cantora también está sacado de aquel disco. Se lo hice escuchar a la gente de Sony, y enloquecieron. Vamos a ver. Primero está la película. Estamos en la etapa de preproducción.»
¿Es un documental?
-Sí. La dirección es de Rodrigo Vila, el mismo que hizo el DVD de Cantora. Tiene dos ejes: la influencia de Mercedes Sosa en la generación política que hoy está gobernando América latina y el impacto que tuvo en la comunidad de artistas. Hay presidentes que no están más en el poder pero que son fundamentales, como Bachelet y Lula. La primera entrevista que hicimos fue con Chico Buarque. Me contó cómo le llegó el Homenaje a Violeta Parra, cómo lo marcó.
Matus fuma y fuma y fuma sentado en el umbral. Está extenuado: esa misma mañana llegó de Tucumán. De pronto un silencio parece intensificar, en el living, el campo energético del que somos nostálgicas víctimas. «Es impresionante lo que está ocurriendo alrededor de la figura de la mami. El presidente de Israel, Shimon Peres, me llamó apenas se enteró del fallecimiento para decirme: ‘Se fue la mejor amiga de Israel, se fue la gran amiga del pueblo’. Es demasiado, ¿no? Por eso yo vengo acá y tengo sensaciones extrañas. Todo el mundo me habla de Mercedes Sosa. Es una frase hecha: parecería que está más viva que nunca. Y está bueno, me gusta mantener bien alto su nombre, el recuerdo. Pero yo, como todos los que se sientan en este sillón, estoy esperando que la Negra aparezca por aquella puerta. Y no, no hay caso.»