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Washington, 15-N, la nueva foto de las Azores

Fuentes: Les Noticies

La «crisis» del «capitalismo». Una aproximación conceptual. El próximo día 15 de noviembre (sábado, para más señas), está convocada una reunión con un orden del día un tanto llamativo: refundar el capitalismo. Palabras gruesas, sin duda, las acuñadas por el presidente francés, Nicolás Sarkozy, para los tiempos que corren. Y es que no deja de […]

La «crisis» del «capitalismo». Una aproximación conceptual. El próximo día 15 de noviembre (sábado, para más señas), está convocada una reunión con un orden del día un tanto llamativo: refundar el capitalismo. Palabras gruesas, sin duda, las acuñadas por el presidente francés, Nicolás Sarkozy, para los tiempos que corren. Y es que no deja de llamar la atención la claridad de la propuesta en cuanto a su objetivo declarado. De hecho, hasta hace cuatro días, hablar de «capitalismo» no era políticamente correcto en determinados ambientes, y menos en el ámbito público. Sólo los críticos, entre los que no tengo reparos en incluirme, pronunciábamos (eso sí, de cuando en cuando para no dar el «coñazo», en términos de Rajoy) el nombre de la bestia.

Se daba por hecho la existencia del capitalismo pero, como la historia posiblemente se hubiese terminado, según las tesis de ya no importa quién, como mucho se hablaba del «sistema», por no hablar de la «cosa». Bueno, pues ahora resulta que la «cosa», el «sistema» o el «capitalismo» ha entrado en «crisis», y nadie sabe cómo ha sido. Sobre todo, nadie sabe o quiere saber, ni mucho menos investigar, quiénes han sido los culpables. Y no parece que de la reunión de Washington vaya a salir precisamente una orden a la Interpol de busca y captura contra los presuntos delincuentes por crímenes contra la humanidad. De hecho, creo que no existe el delito de genocidio económico, pero desde esta humilde columna clamo por su tipificación inmediata. Lo digo después de escuchar el último dato sobre el número de parados en el Estado Español.

¿Qué ideas para salvar al capital? Es una idea, lo del delito de genocidio económico o como queramos llamarlo. Seguramente haya muchas más, pero poco o nada hemos escuchado desde que se convocó la reunión, y eso habla mal de la transparencia con la que se afronta esa, sin duda, importante cita mundial. El presidente Zapatero lleva, al borde del histerismo, incontables esfuerzos diplomáticos con tal de conseguir una invitación. Parece capaz, si ello fuese necesario, incluso, de colarse por una ventana, pero los ciudadanos de a pie no sabemos para qué. ¿Qué es lo que va a plantear Zapatero para refundar mejor el capitalismo y sacarnos de esta grave crisis? ¿Es este el mismo Zapatero que negaba la existencia misma de la crisis hasta antes de ayer? ¿Propondrá, quizás, devolver 400 euros más a cada ciudadano del mundo para comprar paraguas, con la que está cayendo?

Una definición de crisis en negativo. Puestos a ser grandilocuentes, al igual que lo hacen los adalides de la salvación del capitalismo, convendría precisar lo que se entiende por crisis del capitalismo para comprender y aceptar las bases sobre las que este debe ser, en su caso, refundado. No encuentro mejor manera que hacerlo que en negativo, utilizando la brillante exposición de un brillante anticapitalista, Santiago Alba Rico. Se pregunta el filósofo si sabemos lo que no es una crisis del capitalismo. Y se responde que no es una crisis del capitalismo que 950 millones de seres humanos pasen hambre en el mundo, 4.750 millones chapoteen en la pobreza, el 45% del total de la población mundial no tenga acceso al agua potable, 113 millones de niños no tengan derecho a la educación, 12 millones de niños mueran al año por enfermedades curables,…

Crisis económica es, simplemente, una situación donde las tasas de ganancia de los capitalistas (ahora sí se puede decir, agradeciendo a Sarkozy su sinceridad) se reducen. Porque, cabe señalar, el sistema capitalista puro y duro no tiene entre sus objetivos, digámoslo claro, ni paliar el hambre o la pobreza en el mundo, ni garantizar el acceso al agua potable al conjunto de la población, ni educar a todos los niños que se asomen a este valle de lágrimas, ni propiciar que las enfermedades curables se curen de verdad. No. El objetivo, simplemente, es recuperar la tasa de ganancia del gran capital.

Porque a todos estos objetivos no se les ha puesto la misma atención, nunca, ni de lejos, que a los planes billonarios de rescate de los grandes bancos internacionales con las que nos han regalado, impúdicamente, los mal llamados líderes políticos que se verán las caras en Washington el día 15.

Si será escandaloso el asunto, que ahora piden que no se hagan públicos los beneficios de los bancos reflotados, que no se distribuyan esos beneficios durante uno o dos años, para no hacer ostentación o que no se haga público el nombre de los que sean «ayudados» por el Estado, con dinero público. ¡Menuda lección de transparencia!

En Bretton Woods, en 1944, 44 países, vencedores de la contienda que significó la Segunda Guerra Mundial, en una Conferencia monetaria y financiera, pusieron las bases de lo que hasta hoy conocimos como sistema financiero internacional. En Bretton Woods nacieron, entre otras, instituciones de tan triste historia como el Fondo Monetario Internacional (FMI).

La reunión de Washington, comandada por alguien tan marcado en esta crisis como el presidente en funciones de EE.UU., Mr. Bush, pretende ahora reeditar el sistema de Bretton Woods, adaptarse a los nuevos tiempos, refundar el capitalismo. Creemos que es momento de clamar contra la bestia, hablar alto y claro. Zapatero reclama ser la octava potencia económica mundial. ¿Dónde se pone el númerus clausus? ¿En 8? ¿En 10? ¿En 20?

¿No será mejor cuestionarse de una vez las bases de un sistema tan injusto como el que ha regido las relaciones económicas internacionales en los últimos 60 años? ¿No sería el marco más adecuado una Asamblea de las Naciones Unidas?¿O es que, herida de muerte esta organización con la invasión de Irak, se le pone la sepultura definitiva con esta desafortunada cumbre?

Lo que Zapatero hace, sin querer, es denunciar la falta de democracia en las relaciones económicas y políticas internacionales. Pero lo que va a acabar consiguiendo, en realidad, es su propia foto de las Azores, un poco ampliada. La foto que simbolizará el nuevo genocidio económico que nos espera los próximos 60 años. Felicidades, Presidente, si consigue colarse en la imagen.