Traducido para Rebelión por Ramon Bofarull
Muy bien: en el País Vasco por fin el bloque constitucionalista (constitucionalista cuando conviene) ha conseguido desalojar del poder al pérfido nacionalismo vasco. Bravo. La pregunta es: ¿y ahora, qué? La situación previsible en que se encontrará el lehendakari López y, de rebote, el presidente Zapatero es, digámoslo así, poco envidiable. Patxi López tendrá que gobernar en minoría, investido por los votos enemigos del PP y de madame Rosa Díez, y pasarse el mandato mendigando apoyos improbables para sacar adelante cualquier cosa. Delante tendrá una oposición, la del PNV, que se antoja roqueña y que se hará extensiva al Congreso de Madrid, donde ZP, siempre y cuando los partidos catalanes hagan lo que deben hacer, también puede sudar tinta.
Sin embargo, lo mejor del asunto es el panorama social que genera la épica conquista del poder vasco por parte de las huestes no nacionalistas. Patxi López acusaba a Ibarretxe de dividir a la sociedad vasca. Bien: de momento lo que han logrado el señor López y compañía es ocultar ─pero no hacer desaparecer─ un mínimo de cien mil ciudadanos vascos que el domingo votaron nulo y cabrear a la militancia y al electorado del PNV. Es decir, que al final han conseguido sublevar al nacionalismo vasco radical y también al moderado. Gran negocio: llegan al poder no solamente en minoría parlamentaria, sino también con una mayoría social en contra. Eso no sólo es crear división: es hacer un pan como unas hostias.
Sebastià Alzamora es escritor
Avui, 4 de marzo de 2009