Recomiendo:
0

Y Ben Laden resucitó en París

Fuentes: Rebelión

Tras los pavorosos atentados del 11 de septiembre del 2001 EE.UU se lanzó a la caza del Osama Ben Laden, el líder de la organización Al Qaeda. El día 1 de mayo del 2011 se puso en marcha la operación «Gerónimo» y un comando de la SEAL abatió en su residencia secreta de Abbottard, en […]

Tras los pavorosos atentados del 11 de septiembre del 2001 EE.UU se lanzó a la caza del Osama Ben Laden, el líder de la organización Al Qaeda. El día 1 de mayo del 2011 se puso en marcha la operación «Gerónimo» y un comando de la SEAL abatió en su residencia secreta de Abbottard, en Pakistán, al terrorista más buscado del planeta. Posteriormente, por orden de Barak Obama, su cadáver fue arrojado al fondo del océano Índico para no dejar huella de su memoria.

A pesar de todo Ben Laden se ha convertido en un mártir más del Islam, un ejemplo para muchos muyahidines y yihadistas que le reverencian con pasión.

Desde luego que sus seguidores, sus incondicionales elevan plegarias por su eterna gloria.

«La guerra continúa, la yihad mundial no se detendrá hasta que se cumplan todas sus metas», declaró en su día el imán Al Awlaki, jefe de operaciones externas de Al Qaeda península arábiga, muerto por un dron en las montañas del Yemen. Al Awlaki fue además el preceptor de los hermanos Koauchi.

En Francia viven 5 millones de musulmanes (7% de la población).y en toda Europa aproximadamente 44 millones. La emigración ha sido uno de los fenómenos más relevantes de la segunda mitad del siglo XX. Buena parte de esta procede de las ex colonias: Marruecos, Argelia o Túnez y una de sus características más importantes es el alto grado de religiosidad y apego a sus tradiciones y costumbres ancestrales.

Es por ello que el gobierno francés ha implementado una política de asimilación consciente del conflicto social que se avecinaba. Amparados por las leyes de la laicidad procuran integrarlos al modo de vida occidental civilizado. La finalidad es transformarlos en ciudadanos de bien, ciudadanos dóciles y sumisos a los dictados de la sociedad de consumo capitalista.

Los musulmanes, por lo general, viven en sus guetos del banlieue o de los suburbios donde prevalece la exclusión y la marginalidad. Ese es un mundo aparte donde desarrollan su vida social en sus mezquitas, madrasas, tiendas o supermercados. Las nuevas generaciones se van integrado a la fuerza en la sociedad francesa pues al fin y al cabo han nacido allí, pero otros, por el contrario, reniegan y se aferran a la fe islámica reclamando su propia identidad. Estos rebeldes representan la principal preocupación de las autoridades. Aunque desde las escuelas públicas se aplican programas educativos de prevención los resultados no son nada prometedores.

A estas alturas del siglo XXI Europa ya no es Europa, esa Europa racialmente homogénea de antaño ha desaparecido para dar paso a la Europa de la inmigración y el mestizaje -esto último fue una de las «aberraciones» que con mayor empeño combatió el nazismo. De ahí que la ultraderecha haya acuñado el término de Eurabia. Este apelativo hace referencia a la invasión silenciosa de los bárbaros, en especial los musulmanes, que son el mayor peligro para su hegemonía. La periodista italiana Oriana Fallaci fue una de las más destacadas figuras de la islamofobia. Ella hablaba del «nazismo islámico, la guerra contra occidente, el culto a la muerte y el suicidio de Europa». Antes de su fallecimiento denunció «la comedia de la tolerancia, la mentira de la integración y la farsa del multiculturalismo» «Los Otomanos tomaron Constantinopla en 1453, luego sitiaron Viena en 1683 y ahora sin ninguna oposición, y con nuestra complacencia, se han infiltrado en nuestras fronteras para destruir nuestra civilización. Europa se vende al islam como una prostituta».

¿Cuáles son los límites de la libertad de expresión? ¿Cuáles son los límites de la libertad de prensa? Y es que la masacre cometida en París contra el semanario satírico «Charlie Hebdo» ha tenido un móvil muy claro: la venganza.

Los hermanos Kouachi, «los leones de Allah», armados cada uno con un Kalashnikov ejercieron el papel de verdugos cumpliendo la irrevocable sentencia emitida por Al Qaeda. «Las blasfemias se lavan con sangre».

En el caso del Islam existen una serie de líneas rojas que jamás deben cruzarse. Los dogmas coránicos son intocables y no existe ni se tolera la más mínima broma o parodia. Este es un asunto sagrado, muy sagrado, imposible de ridiculizar. La imagen del profeta no puede ser representada -y menos desnudo- pues es jaram o pecado. Un asunto difícil de comprender en occidente pues estamos inmersos en una sociedad permisiva y libertina donde la irreverencia es la norma. Incluso hasta la pornografía es arte.

En 1948 la ONU aprueba la primera declaración universal de los derechos humanos, en la que incluye el derecho a la información, la libertad de pensamiento individual y colectivo. Un logro extraordinario fruto de las luchas de los intelectuales y políticos progresistas enfrentados a la censura inquisitorial, la represión religiosa del catolicismo o la derecha conservadora.

Los musulmanes del mundo entero han sido humillados y ofendidos por las caricaturas de Mohamed. Se ha ultrajado la memoria del profeta Mohamed y el santo nombre de Allah. Este salvaje y cobarde atentado cometido con premeditación y alevosía es también una clara retaliación por la guerra que se libra en Oriente Medio, en especial en Siria e Irak, Afganistán o la misma Palestina. Las fuerzas de la OTAN, la coalición internacional liderada por EE.UU desde hace décadas desarrollan una escalada bélica devastadora con el fin de combatir el «terrorismo islamista». Se siembra la muerte y destrucción una de las zonas más inestables del planeta y eso tiene grandes repercusiones a nivel mundial. No hay más que observar los atentados del 11 de septiembre del 2001 en New York, el 11 de marzo de 2004 en Madrid o el 7 de julio del 2005 en Londres.

De repente la yihad se traslada a las calles de París, se traslada la capital de Francia, a la ciudad luz, la cuna de los derechos humanos en un inédito desafío. Los ciudadanos pensaban que la guerra se encontraba lejos, muy lejos, que se transmitía por televisión desde Siria, Irak o Afganistán, y, de repente, a la vuelta de la esquina la bestia siniestra del terrorismo les ha tendido una celada. «Los herejes, ateos y apóstatas, los judíos y los comunistas que se mofan de los valores del Islam deben pagar muy caro sus blasfemias», según la fatwa del califa Abu Bakr al Baghdadi del EI.

Los medios de comunicación, la prensa escrita, la radio, la televisión, Internet necesitan noticias espectaculares, escándalos, polémicas para captar un mayor número de clientes o consumidores. De ahí que se utilice la provocación periodística, la sátira, la ironía, las caricaturas y bufonadas como parte inherente al circo mediático. A veces son chistes inocentes y otras veces maliciosos. -Ellos al fin y al cabo se protegen bajo el escudo de la libertad de expresión que les otorga la democracia-. Y cuando los chistes les toman el pelo a esos «bobos que veneran unas supersticiones medievales de carácter folclórico» el peligro es mayúsculo.

«El que juega con fuego se quema», fueron las palabras de un predicador saudita al comentar los sucesos de París.

Pero las irreverencias no sólo golpean el islam sino también al catolicismo aunque no tienen la misma repercusión. En occidente la modernidad ha desmitificado los dogmas religiosos. Nuestra época está caracterizada por un proceso de desacralización, de materialismo y laicidad. En España es muy común utilizar en el lenguaje coloquial expresiones soeces como «me cago en dios» «me cago en la virgen» o en el «copón bendito». Es algo de lo más natural que hace parte de nuestras «costumbres».

¿Hasta dónde puede llegar la provocación, el fustigar desde las páginas de una revista o un periódico un dogma de fe con un claro tono de burla o de desprecio? Desde luego que se corre un alto riesgo porque se hieren los sentimientos de una comunidad fustigada por el racismo y la xenofobia. El Islam ha sido criminalizado pues es sinónimo de terrorismo, de fanatismo, intransigencia y opresión de las mujeres. «Una religión irracional y primitiva es incompatible con una sociedad moderna», Robert Spencer, ideólogo de la islamofobia.

Ahora, tras los atentados, el gobierno francés va a tomar medidas extremas de seguridad, o sea, medidas de carácter represivo: redadas en los suburbios, detenciones preventivas, censura en Internet, escuchas telefónicas, campos de reclusión antiterroristas, etc. Unas medidas que se traducirán, obviamente, en una merma en las libertades individuales y colectivas. Es decir, se necesitan más policías, más fuerzas del orden, militares, más agentes secretos, mayor vigilancia, alarmas, cámaras de televisión, control, identificación y, sobre todo, que cada ciudadano se convierta en un delator perfeccionando el plan Vigipirate. Entramos en una fase de psicosis colectiva, de delirio de persecución donde cualquiera puede ser señalado de sospechosos por el color de su piel, por su forma de vestir o su forma de expresarse.

Europa ya no es Europa, la emigración ha cambiado por completo el panorama. Y encima el crecimiento demográfico entre los musulmanes es desaforado. Según los sociólogos se prevé que alcancen la cifra de 58 millones para el año 2030. Porque para una familia musulmana un hijo es una bendición de Allah, mientras que las madres occidentales lo consideran una carga, un obstáculo que coarta su libertad. El envejecimiento de la población así lo constata y este sí que es un hecho decisivo.

Francia es una sociedad del mestizaje, la mezcla de sangres es fácil de constatar en las calles donde los matrimonios mixtos (africanos, asiáticos, latinoamericanos, o árabes) aumentan día a día sin restricciones. La Francia del siglo XXI será una Francia multicultural y mestiza.

Como decía Oriana Fallaci: «los musulmanes eligen mujeres europeas para convertirlas al islam tal y como lo ha mandado el profeta Mohamed. Los musulmanes se acuestan con nuestras hijas sin ningún pudor. Y para colmo los conversos al islam aumentan de una forma escandalosa. Hay nuevos barrios, mezquitas, madrasas, comercios… ¿qué va a quedar de Europa, de la Europa del renacimiento, de la ilustración? Nada más que los escombros. Eurabia es una colonia del Islam».

El presidente francés, Jacques Chirac, ya lo había advertido con claridad en el año 2006 cuando se publicaron las caricaturas de Mohamed en el número especial de Charlie Hebdo: «esta es una provocación manifiesta. La libertad de expresión debe ejercerse con espíritu de responsabilidad porque de lo contario se desatan las pasiones». En la portada se ve al profeta Mohamed con las manos en la cara quejándose desconsolado: «es duro ser amado por tantos idiotas» además, en dicho número se incluían otras tantas viñetas en solidaridad con el diario danés Jyllands-Posten. La del profeta Mohamed con el turbante bomba fue la sensación. El semanario vendió en pocas horas más de 400.000 ejemplares. Una cifra record que superó con creces todas las expectativas que se habían marcado los editorialistas. En la sala de redacción se abrieron las botellas de champagne para brindar por tan histórico acontecimiento. «El éxito demuestra la preocupación que tiene la gente por su propia libertad», replicó eufórico el director en ese entonces Philippe Val. Con arrogancia, monsieur Charb, uno de los dibujantes, levantaba el puño en alto festejando la victoria.

Al parecer sólo querían batir el record de ventas como hacen todos los empresarios capitalistas.

Pero no podía autocensurarse en su propio país, en su propia patria, en su propia casa, en el país de los derechos humanos y de las libertades. ¡Esto es inadmisible, esto es el colmo! Recibieron tantas amenazas que se vieron obligados a pedir protección policial.

Para perpetrar un crimen de esta naturaleza, un atentado tan brutal, ha existido una planificación concienzuda, un entrenamiento militar y mucha sangre fría. El adoctrinamiento ha sido la clave porque los autores han elegido el martirio sin ningún reparo.

Esto es demasiado, la yihad en París, la yihad, en pleno corazón de la ciudad luz, de la ciudad el amor y el romanticismo.

Y Ben Laden resucitó en París, y no es un fantasma, ni un espectro sino que se reencarnó de cuerpo y alma en los hermanos tunecinos Koauchi y en Coulibaly.

La paradoja es que el propio estado francés ha patrocinado a los asesinos Igual que en el caso Merah, el yihadista de Toulouse, los hermanos Koauchi y Coulibaly se han beneficiado las ayudas sociales de solidaridad; alojamiento, educación, prestaciones de desempleo, cursos de formación, etc. Son los principios fundamentales de la libertad, igualdad y fraternidad de la república francesa.

Criados en esos guetos donde la crisis económica es aún más despiadada. Allí se forjaron los futuros muyahidines, hijos de la inmigración nacidos en Francia, educados en la escuela laica francesa, con pasaporte francés, ciudadanos de pleno derecho ¡en que hemos fallado! se preguntan en voz alta los responsables políticos. Una juventud completamente a la deriva, en el paro y sin perspectivas de futuro, cuyo destino no es otro que la delincuencia, el tráfico de drogas, la violencia callejera, el robo o los asaltos. Y fue en las cárceles donde muchos asumieron el islam como la última tabla de salvación para sus vidas. «Víctimas del materialismo ateo que los convirtió en apóstatas han logrado redimirse gracias a la misericordia de Allah».

Es increíble que tres individuos armados con Kalashnikovs hayan mantenido en vilo durante más de 54 horas a un país que se jacta de ser una potencia mundial. El gobierno francés para capturarlos ha movilizado nada menos ni nada más que a 90.000 efectivos policiales, militares, fuerzas especiales, helicópteros y hasta aviones de reconocimiento.

Los mayores beneficiados con este trágico suceso sin duda alguna serán los partidos de ultraderecha. Se prevé que en Francia el FN subirá considerablemente en las estimaciones de voto. Porque en las urnas es donde los ciudadanos expresan su indignación. ¿Alguien tendrá que hacer algo en desagravio a la patria mancillada, no? A pesar de los cánticos de amor y fraternidad pronunciados en las multitudinarias manifestaciones del pasado día 11 de enero en París la afrenta cometida por esos «bárbaros salvajes» ha herido a los franceses en lo más profundo del alma. «Juana de Arco desenvaina la espada y empuña la bandera tricolor francesa para hacer frente al enemigo musulmán».

Por el momento en Dresde, Alemania, el movimiento PEGIDA (patriotas europeos contra la islamización de occidente) el día 12 de enero reunieron la cifra record de 25.000 manifestantes afines a las ideas neonazis. Esta es una clara respuesta a la matanza de París «en defensa de nuestra cultura, nuestra identidad, en defensa del futuro de la sociedad, forma de vida y de nuestras generaciones venideras» -según los organizadores.

Otro de los grandes favorecidos con los atentados es Israel. Cuatro judíos han caído en el asalto al supermercado Kosher y esto le servirá de pretexto para seguir explotando el victimismo. Una coyuntura clave para lavar la mala imagen que gozan entre la opinión pública internacional a causa del conflicto palestino. El sionismo cuenta con el total apoyo de la Unión Europea en su lucha contra el terrorismo islamista y en defensa del mundo libre.

El martirio de los hermanos y Coulibaly servirá igualmente de ejemplo para los futuros muyahidines, para esos «lobos solitarios», para esas células durmientes que proliferan no sólo en Europa sino en el mundo entero y que aguardan el más mínimo resquicio de debilidad para lanzar su zarpazo mortal.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.