Se marcharon los Rodríguez, no se sabe para donde, dejaron su terruñito, se fueron del monte. Hay que pena me dio cuando los Rodríguez se fueron… buscando riqueza en un país extraño. Canción Los Rodríguez – Conjunto Clásico Señor y señora inmigrante; están invitados a dejar el país. Eso es lo que hoy resuena […]
Se marcharon los Rodríguez, no se sabe para donde,
dejaron su terruñito, se fueron del monte.
Hay que pena me dio cuando los Rodríguez se fueron…
buscando riqueza en un país extraño.
Canción Los Rodríguez – Conjunto Clásico
Señor y señora inmigrante; están invitados a dejar el país. Eso es lo que hoy resuena -ya de dientes para afuera- en algunos círculos políticos y empresariales, y el eco no se hace esperar en la gente común.
El chivo expiatorio perfecto es el eslabón más débil de la sociedad: el inmigrante. Hay que ir a por él. Todos los males posibles se cargan a sus espaldas: la inseguridad, el paro, la pérdida del Estado del Bienestar, la crisis económica y un largo etcétera de males acumulados en cientos de años de historia.
Y si nos vamos, ¿hay la certeza que mañana se curaran esos males que ha generado el capitalismo, que llevó peores males a los países, que expulsó a esos inmigrantes de sus fronteras por la exclusión y la miseria? ¿Acaso no fueron gente de Europa quienes invadieron países del sur y entraron a por todas sus riquezas? ¿No continúan ahora la labor depredadora de personajes como Colón, multinacionales como Iberdrola, Aguas de Barcelona, Banco de Santander y el BBVA, entre otros.
Y si nos vamos, ¿el invento del individualismo y la explotación del hombre por el hombre que ahora se siente en el patio propio, desaparecerá para siempre?
Y si nos vamos, ¿el invierno será más cálido para los abuelos y abuelas enfermas y olvidadas por los mismos seres a los que ellos y ellas les dieron vida?
Y si nos vamos, ¿los colores de la próxima primavera serán igual de relucientes con la ausencia de aquellos a quienes les endilgan todos los males?
Y si nos vamos, ¿La península dejará de ser el patio trasero de los países más desarrollados de Europa: Alemania, Inglaterra y Francia?
Y si nos vamos, ¿mejorará el precio de la mano de obra que la deslocalización de las empresas y la lógica perversa de la globalización han desarrollado?
Y si nos vamos… seguramente las cosas no cambiarán mucho, pero sí se notará la ausencia de quienes han venido a buscar oportunidades y a contribuir al desarrollo de este territorio arriesgándolo todo, incluso la propia vida.
Mientras tanto, para desviar la atención o, más bien, para la entretención o, para que entren en tensión, hay que continuar atacando al vulnerable, al temible enemigo del bienestar europeo: el inmigrante. En la historia, con disculpas parecidas se persiguió a otros grupos humanos.
Mientras el stablishment acusa, casi un país entero calla para ocultar sus miedos, pero la cobardía nunca ha sido un buen remedio para conjurar el engaño. La lista de «indeseables» se puede ampliar con los que viven en la parte más baja de la pirámide social propia. Ya encontrarán una forma de hacerlos ilegítimos.
Otra vez en la historia, Europa está en la punta de lanza de una cruzada que no tiene futuro, que solo aplazará la agonía y que otra vez la llenará de infamia de continuar así. La lucha no es contra los pobres sino contra la pobreza. La ausencia de pan en la mesa del pobre solo sirve para acrecentar la riqueza de unos pocos, que tienen todo lo necesario para consumir hasta intoxicar el mundo de su cuerpo y, tristemente el cuerpo de sus mundos decide el futuro de la vida sobre el planeta.
El silencio es bastante parecido a la complicidad. Citando a Warren Buffet «Solamente cuando baje la marea sabremos quienes estaban nadando desnudos». Para entonces puede ser demasiado tarde y la vorágine nos habrá devorado a todos sin distinción de bienes de fortuna, de color de la piel o de la lengua que se hable. Todos tenemos un destino común, no es necesario esperar que sea la muerte la que nos haga más iguales.
Y si nos vamos, también nos quedamos. Ahora ni tú, ni yo, podremos olvidar los diversos sabores y olores que se han encontrado, tampoco borrar los ritmos continentales incorporados en nuestros cuerpos y menos los colores de las mezclas culturales que estarán presentes por siempre en nuestros descendientes.
Fernando Cruz Artunduaga, Director IDEASUR
Editorial – Bideasur 18 // www.ideasur.org
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.