Nos han dicho y repetido que el día de ayer era de reflexión. Poco había que reflexionar porque poco o nada se proponía que no fueran promesas, promesas para resolver todo sin cambiar nada, solo que ahora harían lo mismo pero bien hecho. Y esto lo decían unos y otros, lo decían todos. Dicen que […]
Nos han dicho y repetido que el día de ayer era de reflexión. Poco había que reflexionar porque poco o nada se proponía que no fueran promesas, promesas para resolver todo sin cambiar nada, solo que ahora harían lo mismo pero bien hecho. Y esto lo decían unos y otros, lo decían todos.
Dicen que no nos preocupemos pero siguen aplicando las misma fórmulas con las que nos han llevado a una prima de riesgo de 500. Lo dicen los que ahora están en el poder y también lo dicen los aspirantes. Claro que esta prima sólo es producto de la valoración de unas instituciones de calificación que se dedican a la especulación, pero no dicen que el modelo, el sistema, es esencialmente especulativo y que ni siquiera sabe ser otra cosa ni vale para otra cosa.
Para no llegar a que la Unión Europea, es decir, Alemania y Francia, nos rescaten hemos de apretar más el cinturón: más recortes sociales, más paro y más precariedad en todo y sino tendrán que rescatarnos como ya han hecho con Grecia, Italia, Irlanda y Portugal.
Lo que no dicen es quien va a rescatar a Alemania y a Francia porque cuando los rescatados lleguen al final de la sima, al final de la quiebra, imposible será a nadie seguir haciendo más negocio. Ni siquiera estos países, ahora hegemónicos, están a salvo, su modelo económico es idéntico. Distintos camarotes pero el barco el mismo. O dicho de otra manera, los mercados ni entienden de idiomas ni de nacionalidades.
Los mercados, en plural, no son más que el capitalismo de siempre, sólo que ahora la acumulación ha llegado a unos niveles en los que no les queda otra que comerse los propios cimientos de los que hasta ahora les han alimentado. Poco queda ya por privatizar, esta ha sido la penúltima tarea de los gobiernos y, ahora, su última tarea es hipotecar sus respectivos países en favor de los mercados.
El resultado está cantado, porque con la misma política económica y fiscal que nos ha llevado a la ruina ahora pretenden salvarnos y además pagar la hipoteca del rescate.
En estos últimos días, especialmente, las propuestas han ido orientadas a la continuidad sin ni siquiera la promesa de solución alguna que no sea la necesidad de más «sacrificios», es decir, más y más precariedad sin saber bien para qué y por qué.
Pero sí sabemos en favor de quien. En el cuento bíblico creo que adoraban a un becerro de oro y eso ocasionó grandes desgracias, ahora el becerro se ha disfrazado de «mercados» y es a estos a los que hemos de servir incondicionalmente y a sus valedores a los que hemos de legalizar con nuestro voto. Ahora lo dicen y así nos lo piden pero, este mismo año en plena escalada financiera, poco antes de los discursos y de las campañas de ahora, se produjeron graves, gravísimos hechos, cuando estos mimos políticos del PSOE, del PP y de IU, junto con CCOO y UGT, votaron, por ejemplo, en Asturias la privatización de Cajastur, entre otras muchas privatizaciones en tantos otros sitios. A penas unos pocos meses después, algunos piden la nacionalización de la banca y piden, también, que los votemos o que simplemente votemos…
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