He preferido no opinar sobre las elecciones andaluzas pasadas porque me parece un asunto de tercera clase, por lo menos, si lo comparamos con la macroestructura mundial. Sevilla/Andalucía dependen de Bruselas y Madrid, Madrid de Bruselas, Bruselas de Alemania y Alemania de su complejo de inferioridad, de su cultura luterana y del mundo que se […]
He preferido no opinar sobre las elecciones andaluzas pasadas porque me parece un asunto de tercera clase, por lo menos, si lo comparamos con la macroestructura mundial. Sevilla/Andalucía dependen de Bruselas y Madrid, Madrid de Bruselas, Bruselas de Alemania y Alemania de su complejo de inferioridad, de su cultura luterana y del mundo que se construyó EEUU a su imagen y semejanza tras la Segunda Guerra Mundial, y del caso de China. El margen de maniobra de un gobierno autonómico es escaso comparado con el poder de una sociedad de mercado como la actual, mucho más si el gobierno autonómico es un mero apéndice de ese poder y el empresariado andaluz, en su generalidad, es tan débil y poco sólido.
En los comicios ha vencido de nuevo mi partido, el de la abstención, con el 36,06% de los no votos, Podemos y Ciudadanos, con todas sus ilusiones, no la han bajado ni un 4% y Roma, o sea sus electores, no han pagado a los «traidores» de IU. Mi partido, por desgracia, ganará en las municipales, en las nacionales y tal vez en las catalanas, gana en todas o en casi todas las partes del planeta pero nunca nos preguntamos en serio por qué. Si a ese 36,06% le sumamos el 1,38% de votos en blanco, tenemos que el 37,4% de los andaluces han rechazado votar a partido alguno. ¿Por qué? A eso, ni caso.
Yo no quería hablar de las elecciones andaluzas pero resulta que en la pasada Semana Santa me fui unos días desde Sevilla -donde nací, trabajo y trato de existir- a Isla Canela, en la costa de Huelva, y en mi pequeño y tradicional transistor no sintonizaba ni una emisora en AM, sólo en FM y ahí, al margen de las ondas portuguesas, sólo oía con nitidez a Canal Sur Radio y a la Cadena SER. Buscaba información y de nuevo he encontrado propaganda pro-PSOE, unos me adoctrinan hacia el PP (la COPE, RNE), otros hacia el PSOE. Como todos los años desde que se fundó a finales de los ochenta, Canal Sur, la Radio Televisión de Andalucía (RTVA), arrima el ascua a su sardina de la Junta de Andalucía de una manera que ha ido en ascenso descarado.
En los papeles, la RTVA aparece como una empresa pública de lo que se supone un país aconfesional pero me ha agobiado con la Semana Santa de aquí y de allá, en toda la geografía andaluza, no contenta con obsequiarme con programas como Se llama copla o con los de Juan y Medio donde se utiliza a niños y ancianos (estos últimos cantera de votantes potenciales de Susana Díaz) para ganar dinero aunque, por supuesto, todo «se venda» como servicio público.
A mí me gusta mucho la Semana Santa, junto al hecho de haberla vivido intensamente, le dediqué parte de mi tesina en unos estudios sobre Antropología Cultural y Social que cursé, y se publicó en 1989 bajo el nombre Religión y religiosidad popular en Andalucía (Madrid, Ediciones Libertarias/Prodhufi), un texto que -por ejemplo- alabó desde las páginas del desaparecido Diario 16 el canónigo de Málaga José María González Ruiz con el argumento de que un ateo había tratado con rigor y respeto un rito crucial para el cristiano. ¡Pues claro! Es conocido que no pocos ateos tenemos mucho más respeto por las religiones que bastantes de quienes las profesan.
Ahora bien, de ahí a que Semana Santa, Feria de Abril, coplas y olé, Rocío, Carnavales de Cádiz y otras localidades, Feria de Málaga, Romería de la Virgen de la Cabeza, …, sean -valga la redundancia- cabeza de cartel en las programaciones de los medios audiovisuales públicos andaluces va un abismo. Me tendré que aguantar con ello a pesar de que emigre a otros medios de comunicación pero eso no quita para que me haga ciertas preguntas y entonces regreso de nuevo a las elecciones, a los números, los hechos, que son sagrados en ciencia positivista y en periodismo en general. ¿Quién impulsa este tipo de programación? El PSOE. ¿Cuántas personas pueden votar en Andalucía? Casi 6.300.000. ¿Cuántas han votado al PSOE? Algo más de 1.400.000. ¿A quién representa entonces el PSOE?
Las elecciones serán legales de iure pero son nulas de facto porque una minoría se suele imponer sobre la mayoría y no sólo eso sino que esa minoría desprecia tanto el pluralismo que se encierra en la mayoría perdedora como a la minoría de la mayoría perdedora que nos tenemos que conformar con esa visión cuantitativa y mercantil que han asumido también los sectores mediáticos públicos y los «progresistas» de todo tipo en este mundo neoliberal regido por la esquizofrenia de las audiencias, la venta y la influencia sobre las mentes de los ciudadanos. Es un nuevo totalitarismo pero mucho menos tosco que los tradicionales. Es el logro de la cuadratura del círculo.
Claro, todo lo anterior sería cierto a menos que se suponga que el millón largo de personas que han votado al PP, más los casi 400.000 votos obtenidos por los «liberales» de Ciudadanos, más un tanto por ciento de los de Podemos e IU (he acertado no votando a Podemos, ¡qué espectáculo tan lamentable e infantil están dando!), más una parte de los abstencionistas, vean con buenos ojos una programación de este tipo, basada en la charanga, la pandereta, cerrado, sacristía y confesionalidad de una Semana Santa que sigue tocándole el himno nacional a cristos, nazarenos y vírgenes mientras que alcaldes -progres o no- y guardias civiles y policías municipales con uniforme de gala sigan viéndose, sobre todo en los pueblos, acompañando a las procesiones de manera oficial. «España huele a pueblo», cantaba Benito Moreno. Y Andalucía aún más en esta era digital planetaria cuando en Sevilla hace poco que un congreso internacional de investigadores puso de relieve que en EEUU el 43% de los puestos de trabajo ya se pueden sustituir por robots.
Sea como fuere, mi deber y a la vez mi castigo es «tragar», como exigua minoría que supongo que soy, pero no callar, todavía me permiten escribir, por ahora. Supongo que quienes admiten y estimulan todo este anacronismo, al margen de buscar votos e influencia, tendrán en cuenta que en la Constitución española de 1978, a pesar de su aconfesionalidad, la Iglesia obligó a que su nombre figurara expresamente en el texto, fue uno de los precios que hubo que pagar para que todo cambiara y al mismo tiempo todo siguiera igual.
Sumemos a lo anterior algo que sigue ahí -aunque por fortuna en mucha menor medida- y que ya demostré en 1994, en mi tesis doctoral: un periodismo baboso en torno a la figura del rey que tal vez no guste ni al mismo monarca en su fuero interno personal pero le agrade como institución porque le demuestra que tiene cuerda para rato con un público tan sumiso como el andaluz tal y como lo presentan unos medios de comunicación dóciles hasta el hartazgo. El rey «cangrejea» ante los pasos de la Semana Santa de Sevilla, el rey se mezcla entre la gente, el rey esto, el rey lo otro…, he ahí los mensajes abrumadores, machacones y manipuladores que cayeron sobre la ciudadanía con motivo de la estancia de Felipe VI en la Semana Santa hispalense. Sólo quedaba suplicar aquello de «una limosnita por el amor de Dios, señorito». Ni eso ni tampoco la pitada que le van a dar a Su Majestad y al himno español en el Nou Camp entre catalanes y vascos durante la final de la Copa del Rey de fútbol porque es una falta de respeto y de educación y una demostración de la ortodoxia y la intolerancia que suele encerrar todo nacionalismo.
Lo único que le veo de positivo a esta Andalucía de cuento de hadas, tradición y leyenda es que la crisis en la que nos encontramos lleva al ser humano a una desorientación total y entonces se siente atraído por las narraciones que lo relacionan con la patria del humano que suele ser la infancia y la juventud. Eso se traduce en dividendos para la hostelería y en puestos de trabajo, ahora soy yo el que adopta la visión neoliberal porque tal vez sea eso lo que se busca pero al cristiano le esté feo decirlo -porque peca- aunque no al protestante, al judío o al ateo. Dicho sea de paso, puestos de trabajo basura, por lo general, pero que luego cuentan a la hora de las estadísticas optimistas y de los brotes verdes, eso ya no lo afirman ni los protestantes ni los judíos sino que es más potestad de los ateos. EEUU, Inglaterra y Alemania están repletas de trabajos precarios y aquí nos pirra imitar a tan egregios países.
De todas formas, es pan para hoy y hambre para mañana, como ha sucedido con la España del ladrillo y el turismo. Quien esto escribe -nacido en Andalucía por casualidad- no es andaluz de esos, lo es de las visiones laicas, creyentes o respetuosas con la religión pero no suscritas al meapilismo, el vasallaje y la adulación al «señorito» y a la masa para que te vote y para que compre mercancías. También rechazo a esos jóvenes supuestamente progresistas pero que en realidad son simples pijos que guarrean las ciudades con sus botellonas y entorpecen la convivencia ciudadana en Semana Santa y durante todo el año. La «generación de la botellona», bastante desgracia tienen de pasar a la historia como tal y nosotros con aguantarlos.
Menos mal que existen otros andaluces muy abundantes y acaso mayoritarios pero silenciosos que no se hacen los «grasiosos», y otra Andalucía que no es cautiva de lo que denuncio. Se trata de la Andalucía de los investigadores y universitarios de verdad que trabajan en suelo andaluz o agarran los bártulos y se van por ahí con tal de no vivir de la sopa boba de los padres; de los usuarios de los carriles bici, del rock, del cine y el teatro con proyección, de los empresarios y de las empresas que piensan más allá de Andalucía y de España, la Andalucía heredera de Alberto Lista, Blanco White, Pablo de Olavide, Mariana Pineda, Gustavo Adolfo Bécquer, Carmen de Burgos (Colombine), Antonio Machado, Lorca, Luis Cernuda, Rafael Alberti, María Zambrano, el cura Diamantino, Paco Cortijo, Amalio, Nicomedes, los Ortiz, Vittorio & Lucchino (aunque ahora no les vayan bien las cosas), Jesús Quintero, Carlos Cano, Pepe Suero, Calixto Sánchez, Paco de Lucía, Pepe Romero, Losada Villasante o hasta la Andalucía de los parques tecnológicos aunque estén llenos de los nuevos y jóvenes obreros de cuello blanco con poca o ninguna consciencia de lo que les ocurre…
Todos los citados aman o amaron la Semana Santa y eran o son religiosos o respetaban y respetan la religión pero no como opio de la gente sino como un elemento liberador, cognitivo, que es la verdadera libertad que se deriva de un alma libre, como ya dijeron Platón y Aristóteles, los dos filósofos en los que por cierto se ha basado el catolicismo para después -con la complicidad de conversos como el PSOE oficial- reconducirlo todo hacia lo que Vicente Romano llamó la formación de la mentalidad sumisa. Los «alternativos» que, en teoría, deberían representar a la Andalucía del siglo XXI, andan aún jugando a la democracia en plan La vida de Brian pero siempre queda la esperanza de que entren en razón y no confundan democracia con chiringuitos y tribus. Mientras, la formación de la mentalidad sumisa prosigue para rentabilidad de unos y vergüenza y desaliento de otros. Y el resultado de las elecciones andaluzas refleja todo eso.
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