Traducción para www.sinpermiso.info: Leonor Març
El anuncio hecho ayer por el presidente socialista del gobierno español. Un proceso «largo, duro y difícil». Pero sin alternativas. Escribe para Il Manifesto Maurizio Matteuzzi
Tras los catalanes, los vascos. Zapatero lo había dicho, y no ha perdido tiempo. Hablar de la cuestión vasca en España quiere decir hablar de ETA. Ayer al mediodía, desde el vestíbulo de las Cortes, el presidente socialista pronunció estas palabras, transmitidas en directo por la televisión: «En el marco de la resolución adoptada en el Congreso en mayo de 2005, quiero anunciarles que el gobierno va a comenzar un diálogo con ETA…». Con la aprobación el pasado domingo 18 de junio del Estatuto de Cataluña había cerrado triunfalmente el frente catalán. Desde ayer, contando con la oposición irreductible del Partido Popular, hinca el diente en un frente, el vasco, atravesado por escollos en los que naufragaron ya Felipe González (que llegó incluso a ensayar allí -inútilmente- la guerra sucia) y el conservador José María Aznar (que pone el grito en el cielo por la rendición del Estado ante el terrorismo, pero que había negociado con ETA en 1999).
La de Zapatero es una apuesta de altísimo riesgo. Pero, no faltándole cierto olfato político, está cuidadosamente calculada. Si de verdad triunfa, tras un proceso que él mimso ha definido como «largo, duro y difícil», y se llega a la pacificación de Euskadi y al adiós a las armas de ETA, Zapatero se habrá asegurado un puesto en la historia logrando un objetivo en el que se había fracasado siempre, primero en el franquismo y luego ne la democracia.
Zapatero ha comprendido que no se puede poner fin al problema de ETA por la vía militar y policial, ni siquiera con la guerra sucia, con las condenas a centenares de años por parte de los tribunales, o con las torturas generosamente infligidas a los etarras. A pesar de que esta de ahora no es la misma ETA que la del 68, cuando ajustició en San Sebastián al jefe de la policía secreta franquista -el infame torturador Melitón Manzanas-, o que las del 73, cuando hizo saltar por los aires en Madrid al almirante Carrero Blanco, delfín del Caudillo. Su deriva terrorista la ha metido irremediablemente en un callejón sin salida. Pero el problema planteado por ETA no es sólo un problema de terrorismo. Precisa una respuesta política. A Zapatero le ha venido al pelo, primero, el contexto internacional -que tras los atentados islamistas del 11 de marzo de 2004 en los trenes de Madrid, que llevaron al suicidio de un Aznar vanamente enterquecido en su atribución a los vascos, ha hecho aún más insostenible la estrategia terrorista de ETA-: después, el «alto el fuego permanente» proclamado por ETA el pasado 23 de marzo. Desde mato de 2003, ETA ha dejado de cometer atentados mortales, y en estos tres meses ha mantenido la tregua: motivos por los que Zapatero, consciente del amplio apoyo mayoritario con que cuenta en la opinión pública la inicitativa de negociar, ha decidido que llegó el momento de correr el riesgo. Todos los partidos, salvo uno, se han manifestado de acuerdo, lo mismo que el presidente del Tribunal supremo. El único en decir no ha sido una vez más el PP de Mariano Rajoy, quien rechazó ayer las invitaciones del presidente Zapatero afirmando que «no se dan las condiciones». En su rechazo, el PP se parapeta tras una de las asociaciones de familiares de las víctimas de ETA y también de algunas personalidades -aisladas- de izquierda, como la eurodiputada socialista Rosa Díez y el filósofo vasco Fernando Savater («una enorme estupidez», ha dejado dicho). En cambio, son muy positivas las reacciones políticas procedentes de los países vascos, empezando por Batasuna, el partido considerado el brazo político de la ETA (y que, por lo mismo, fue ilegalizado y, ha dicho Zapatero, seguirá en la ilegalidad, al menos por ahora).
La partida acaba de comenzar. Será «larga, dura y difícil». La de Zapatero es una apuesta de alto riesgo, particularmente cuando declara que su gobierno «respetará las decisiones que adopten libremente los ciudadanos vascos» al final del proceso, siempre que se hayan tomado «respetando las normas legales, los métodos democráticos, los derechos y las libertades de los ciudadanos y en ausencia de cualquier tipo de violencia y coacción». Zapatero ha dicho también, a modo de cautela, que «la democracia no pagará ningún precio político para alcanzar la paz». Eso no es verdad, pero los políticos a veces pueden y hasta deben mentir. Él es el primero en saber que será preciso pagar un precio político, ofreciendo a ETA una vía honorable de salida. Es difícil decir cómo se jugará la partida y en qué ira a parar, pero, hechas todas las salvedades que hacen al caso, el modo que está en la mente de todos existe ya: es el «modelo irlandés», que ha traído el adiós a las armas del IRA.
* Mauricio Matteuzzi es un veterano periodista y analista italiano especializado en España y América Latina que escribe regularmente en el cotidiano comunista Il Manifesto.