– Japón ha vertido ya 31.200 toneladas de agua radiactiva al océano Pacífico. Añadirá 54.600 toneladas más hasta abril de 2025, unos vertidos que continuarán los próximos 30 años.
– Para el Movimiento Ibérico Antinuclear (MIA), del que forma parte Ecologistas en Acción, esto es una muestra de la peligrosidad de las centrales nucleares y denuncia que se obligue a la población mundial a soportar los daños que causan.
– El MIA vuelve a denunciar en este aniversario la amenaza que supone la continuidad de la energía nuclear, especialmente tras las falacias promovidas por el lobby pronuclear.
Se cumplen 13 años desde el terremoto en Japón que originó en la central nuclear de Fukushima tres fusiones de núcleo, tres explosiones de hidrógeno y la liberación de contaminación radiactiva en las Unidades 1, 2 y 3 entre el 12 y el 15 de marzo. Todavía hoy continúan almacenados en la central 1,3 millones de m3 de agua contaminada por los residuos altamente radiactivos de los reactores siniestrados.
La solución del gobierno de Japón a este problema es cargarlo a la espalda de todo el planeta, arrojándolo a la masa de agua oceánica. Trata el mar como su basurero, aumentando el nivel de radiactividad global en lugar de mantener el problema dentro de sus fronteras, custodiando el residuo radiactivo hasta que se reduzca su nivel de peligrosidad. Todo ello con el respaldo de la Organización Internacional de Energía Atómica, un organismo asociado a la ONU, creado en 1957 para promover el desarrollo de centrales nucleares.
Las consecuencias del accidente de Fukushima, como las de Chernóbil y de desastres nucleares anteriores, van a estar presentes muchas décadas. Las próximas generaciones se verán obligadas a lidiar con ellas. Sin embargo, la industria nuclear pretende enterrarlas en el olvido bajo la bandera de la crisis climática.
Es una aberración porque la energía nuclear no llega ni al 10% de la producción eléctrica mundial y genera emisiones de CO2 muy superiores a las de las tecnologías renovables (en promedio 66 gr/kwh frente a los 32 de la fotovoltaica o los 10 gr/kwh de la eólica en tierra).No es lo bastante controlable para servir de respaldo a las renovables, y de hecho es frecuente que obligue a la desconexión de parques FV y eólicos.
Las nuevas centrales nucleares, sean grandes o pequeñas como los SMR, requieren enormes inversiones (de ahí que la UE haya tenido que calificarlas de “verdes” para acceder a financiación), Además, necesitan más de una década para ser construidas: no estarían operativas a tiempo para los plazos necesarios para la reducción de emisiones. Al contrario, suponen una desviación de los recursos financieros para abordar una adecuada transformación energética. Respecto a las centrales con más de 40 años de funcionamiento, que han superado el periodo para el que fueron diseñadas y ya están amortizadas, la razón para su continuidad es la rentabilidad para sus propietarios. Un interés económico que se ve perjudicado cuando tienen que efectuar importantes inversiones para remediar los problemas que aparecen por su antigüedad. O invertir en formación de nuevos operarios para reemplazar a plantillas muy próximas a la jubilación.
Estas centrales siguen aumentando la cantidad de residuos radiactivos de alta actividad para los que cada país ha de encontrar un lugar en su territorio. En el caso español retrasa a más allá de 2070 esa solución definitiva. Mientras, los residuos de alta actividad continuarán almacenándose a las puertas de las centrales por más de cuatro décadas. El coste de la gestión de estos residuos está levantando ampollas en las empresas eléctricas españolas, que se niegan a elevar la contribución que les corresponde para que se puedan custodiar y enterrar sus residuos. Pero si algo ha demostrado desde sus inicios la industria nuclear es una gran capacidad para la propaganda, y quiere hacer creer a la opinión pública, y a la clase política, que se está a las puertas de un renacimiento nuclear.
Para el MIA, en España, se trata de un pulso al gobierno para no pagar lo necesario por sus residuos radiactivos, y, en el caso de la UE, de los serios problemas de Francia con su dependencia nuclear. Por ello es importante que los accidentes nucleares se tengan presentes. Han pasado 13 años y todavía hay 27.000 evacuados que no pueden volver a su casa.
Se debe recordar Fukushima y a todas sus víctimas.
La situación del agua radiactiva de Fukushima
El emplazamiento de la central de Fukushima almacena 1,3 millones de m3 de agua contaminada por los residuos altamente radiactivos de los reactores siniestrados. El agua necesaria para enfriarlos, más la subterránea y la de lluvia, se mezclan con agua altamente contaminada en los sótanos de los edificios del reactor. A pesar de los esfuerzos para reducir el flujo todavía se generan unos 90 m3/día, por lo que se necesita un nuevo tanque de 1.000 m3 casi cada 10 días. Cuando comenzaron los vertidos, el verano pasado ya se acumulaban 1.046 tanques. Habrá muchos más.
El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) anunció el acuerdo con Japón para revisar los vertidos de agua varios meses antes de su primera misión al país. No se hizo referencia alguna a las implicaciones transfronterizas. La única justificación que ofreció es que las descargas de agua radiactiva a ríos y océanos son una práctica común y rutinaria de las centrales nucleares. Otro impacto radiactivo sistemático que se impone a países que optaron por no utilizar ese tipo de energía.
A pesar de los años transcurridos, persiste la oposición a la contaminación marina, tanto de las cooperativas pescadores locales y grupos sociales japoneses como de países vecinos, a excepción de Corea del Sur. China sigue vetando los productos pesqueros importados de Japón y no confía en el proceso de descontaminación de Tokyo Electric Power Company (TEPCO). El Foro de las Islas del Pacífico, una organización de casi 20 países y regiones, incluidos Australia y Nueva Zelanda, había pedido que se pospusiera la descarga al océano.
Los vertidos no son la única solución posible. En 2022 el panel de expertos de científicos designados por el Foro de las Islas del Pacífico propuso a TEPCO el “almacenamiento” del agua radiactiva en tierra en forma sólida: descontaminarla, en lo posible, como se está haciendo y mezclarla con cemento para atraparla en hormigón, y emplearlo en funciones con baja probabilidad de contacto humano, por ejemplo en el emplazamiento de Fukushima Daiichi (muros de barrera, contenedores, estabilización de montones de suelo radiactivo y similares). El hormigón bloquearía la radiación tipo beta del tritio durante los 60 años necesarios para que pierda el 97% de su actividad. Esta propuesta ha sido rechazada sin una evaluación adecuada.